Francisco Javier Hervías Chirosa no nació por casualidad en Cataluña en 1983, en el municipio gerundense de Tossa de Mar, ni se afilió por causalidad a Ciudadanos casi un cuarto de siglo después, en 2006. Fue cuando un entonces ignoto Albert Rivera logró la proeza de entrar en el Parlament con tres diputados del pequeño partido que un grupo de intelectuales no nacionalistas había creado ese mismo año.
Cataluña fue el destino al que su padre, guardia civil, tuvo que acudir junto a su madre, jóvenes y recién casados, desde Quéntar, el pueblo granadino al que Hervías siempre vuelve.
No tardarían en llegar las invectivas del nacionalismo radical, que tildaban a su progenitor de botifler, ni las pintadas y el acoso que muchos en la Benemérita sufrían en los años de plomo de ETA, y no sólo en el País Vasco.
Así fue forjándose la identidad de este meteorólogo de formación, quien cerca de cumplir los cuarenta años y padre de familia abadona Ciudadanos en medio de la mayor crisis del partido naranja en toda su historia, para recalar en las filas del PP. A Génova se lleva todo su conocimiento de las entrañas de su antigua formación, que es mucho, muchísimo.
Ahora, como demuestran los mensajes publicados por EL ESPAÑOL y sus propias declaraciones públicas, hará desde otro lado de la trinchera la misma tarea a la que se dedicó en cuerpo y alma entre 2014 y 2015 con UPyD, entonces en una situación de colapso muy similar a la de la formación naranja este 2021.
Después de la negativa de Rosa Díez a llegar a algún tipo de acuerdo con Cs, Hervías trabajó en la sombra para ir despiezando por dentro a lo que quedaba de la formación magenta, cuyos dirigentes iban pasándose en cascada al partido naranja.
Eso sí, el filtro de entrada era muy severo y lo establecía el propio Hervías, concediendo o denegando afiliados de un partido que crecía entonces en aluvión. Él manejaba con mano de hierro la afiliación y la organización territorial. Las filas prietas para que nada empañase la entonces meteórica carrea de Rivera, quien nunca olcultó su alta ambición de pernoctar algún día en el Palacio de La Moncloa.
Senador, diputado y fontanero
Hervías tiene, sobre el papel, un currículum institucional que no atesoran muchos políticos veteranos. Hasta hace unos días era senador y antes había sido diputado en el Congreso y en el Parlamento de Cataluña. Todo pasos fugaces para quien realmente se ha dedicado a las entrañas de la política, a patear agrupaciones, a tener en la mente cuántos afiliados hay en una provincia en concreto y quién manda en cada territorio.
Y a abrir expedientes sin miramientos e incluso, en algunos casos, según cuentan quienes le han tratado de cerca, llegar a "separar peleas" cuando la tensión se desbordaba en alguna sede local. Y todo muy deprisa. "Nos hemos hecho viajes en coche de apenas tres horas en recorridos que normalmente se tarda mucho más, no veas cómo le pisa" relata uno de los que ha trabajado a sus órdenes.
Hervías, por la naturaleza de su cargo, se movía en la sombra, pero nunca ha rehuído los focos, tanto que parece difícil pensar que se sienta incómodo con la proyección pública que su figura está teniendo desde que el fin de semana anunciase su salida de Ciudadanos para incorporarse al PP.
Él mismo ha alimentado su propia leyenda. El mote interno de "señor Lobo" -en referencia a aquel personaje de Tarantino que arreglaba los más terribles entuertos y limpiaba la sangre sin que quedara rastro- le gustaba, y enseguida lo aireó en entrevistas y reportajes. Como también sus correrías al volante por la geografía nacional, una gesta de la que ha presumido incansablemente.
"Fidelidad y obediencia"
Otros de sus ahora excompañeros hablan de sus métodos expeditivos a la hora de solucionar disputas internas. El que fue líder naranja en Baleares, Xavier Pericay, el único de los fundadores de la formación que bajó a la arena política, dibujaba así su perfil en el libro ¡Vamos?, una crónica personal de su paso por la política activa: "Por supuesto, sólo Hervías estaba facultado para decidir quién era tóxico y quién no. Del mismo modo que sólo él sabía a quién convenía aupar a un cargo de responsabilidad y a quién no. Para ello no manejaba baremo alguno. Le bastaba con el cumplimiento de un requisito: la fidelidad al partido, esto es, el grado de obediencia a la figura del secretario de Organización que el candidato al cargo acreditara".
Incluso algunos militantes y dirigentes le han llegado a tildar en privado del "Villarejo de Ciudadanos" porque, aseguran, es aficionado a grabar las conversaciones. Opiniones radicalmente contrarias a las de otros exdirigentes de Ciudadanos, como el que fue portavoz en el Congreso, Juan Carlos Girauta, que siempre le ha mostrado su apoyo. También ahora.
Después de la dimisión de Rivera en noviembre de 2019, tras el batacazo en las elecciones generales, hubo una pequeña revuelta en las redes sociales de cargos del partido en su defensa, ante la previsible defenestración por parte de Inés Arrimadas que luego se produjo a principios de 2020, si bien Hervías logró ser nombrado senador por desginación autonómica. Un cargo institucional con el que el aparato arrimadista pensó, erróneamente, que no daría problemas.
Ciudadanos ha ocupado el grueso de su vida adulta, de su currículum e incluso de su círculo personal. En el partido conoció a su mujer, Virginia Millán Salmerón, quien llegó a ser cabeza de cartel por Sevilla en 2015 y 2016, y quien el año pasado logró un puesto en la oficina del Defensor del Pueblo de Andalucía, retribuido con 60.000 euros. A la boda de ambos, en el verano de 2017, acudió el todo Ciudadanos, incluido Rivera.
Eran días felices en la familia naranja, con las encuestas viento en popa, como socios principales del Gobierno de España y con unas óptimas perspectivas que ese mismo año se confimarían con el histórico triunfo de Arrimadas en las elecciones catalanas.
Nada hacia presagiar que apenas cuatro años después el novio abandonaría la nave naranja y ficharía por el PP. "Hoy he jurado amor eterno", publicó Hervías aquel señalado día en sus redes sociales. Una frase que ya no se podría aplicar a Ciudadanos.