“Fuerte”. Es una palabra que suele aparecer cuando hablan de ella, tanto los que la conocen sólo a través de la pantalla como los que la tratan entre bastidores. Hace falta fortaleza para luchar, más en minoría, más lejos de casa, y Ana Oramas (Santa Cruz de Tenerife, 1959), portavoz de Coalición Canaria en el Congreso, lleva toda una vida en estas lides.
Quizá sean cosas del carácter, quizá de la herencia política, o quizá de la otra, la familiar, entre los dos mundos que son Canarias, por parte de padre, y Galicia, de la madre. Sea por lo que sea, la hija mayor del matrimonio Oramas González-Moro siempre aparece, fuerte como es, cuando hace falta ser escuchada. Más cuando su tierra está de por medio.
En los últimos días, el pequeño puerto de Arguineguín, en Gran Canaria, ha cobrado más relevancia que nunca al recibir más cayucos de los que puede soportar. Suenan vientos que recuerdan a 2006, y más de 2.000 inmigrantes residen hacinados en un muelle ante el desbordamiento de las autoridades locales y la inacción del Gobierno central. El drama está presente entre los astilleros, pero el ruido, el ruido de verdad, se escucha sobre todo en Madrid.
“¿Somos España, somos Europa o es que Canarias tiene que resucitar el MPAIAC para que este Gobierno le haga caso?”. Una protesta desde las entrañas. Un ardiente rugido que prende de gasolina dialéctica la Carrera de San Jerónimo, y una vez más, un animal político que es, y siempre ha sido, todo sentimiento.
Canarios, gallegas y Borbones
Se podría hablar largo y tendido de cómo se forja este carácter, pero a veces las claves se encuentran en lo más obvio: familia y tierra. Una ya la conocemos, a la sombra del Teide y rodeada por el Atlántico, pero Ana (o ‘Ani’, como la conocen sus más allegados), además de canaria, tiene sangre gallega.
Su madre, Ana González-Moro, es conocida en la actualidad como una importante coleccionista de moda antigua. Sus piezas se encuentran expuestas en el Museo de Historia de Tenerife, el Museo Sorolla, el Museo de Belas Artes de A Coruña o el Museo Thyssen.
Pero eso es adelantarse mucho en el tiempo, y a mediados del siglo XX González-Moro era sólo una más de la alta burguesía coruñesa hasta que, de pronto, partió rumbo a las islas del brazo de un canario, José, economista y empresario, hijo de un antiguo director de Transportes en la dictadura de Primo de Rivera y hermano de Leoncio Oramas, amigo de don Juan de Borbón. En la casa familiar de La Laguna (Tenerife) pasaría a vivir el matrimonio y nacería Ana, la primera de un total de 10 hermanos -“por eso soy tan mandona”-, que con sólo siete años pudo ver al conde de Barcelona comer en la mesa de su propio salón.
La relación con el Borbón, al menos al principio, era frecuente porque el tío Leoncio había formado parte del Consejo Real de Don Juan en Estoril. Durante años en los que no era fácil decirlo en voz alta, tanto él como su hermano se declaraban abiertamente borbónicos, algo que heredaría Ana a su manera; esto es, sin dudar en criticar a la monarquía cuando lo ha creído necesario, como durante el viaje de Juan Carlos I a Botsuana. Ya entonces, pese a la barrera de la niñez, se sentía implicada en política, otra vez, a su manera.
“Odiaba las injusticias, siempre lo ha hecho, y siempre ha trabajado muy duro para acabar con ellas”, menciona un amigo cercano. Porque esta es otra faceta que suele recalcarse en ella, la implicación, desde el cerrar los despachos como diputada en el Congreso hasta las jornadas en las que trabajaba en la escuela de cocina de su madre. Con el tiempo, y a pesar de contar con una importante proyección como economista, sus ideas la llevarían a ingresar en política. Al final, ser fiel a sí misma es lo que siempre la ha motivado. "Es una luchadora".
La alcaldesa
Al menos, así lo cuentan quienes mejor la conocen, tanto de uno como del otro lado del espectro ideológico. Desde sus primeros pasos con UCD en Santa Cruz de Tenerife (1979) y la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI) hasta su llegada a Coalición Canaria y el Congreso, ininterrumpida en este último desde 2008, ha sido fiel a sí misma y a su manera de hacer política. También donde más difícil es: en el terreno municipal.
“Desde que era concejal, a diputada en el Parlamento, a alcaldesa de La Laguna y hasta ahora, siempre ha sido así. No actúa, no tiene otra cara, lo que se ve es como ella es realmente, y lo que piensa lo transmite”, comparte Fernando Clavijo, senador y expresidente de Canarias que dio sus primeros trotes en política de la mano de Oramas.
Es, como tantas otras cosas, una herencia de donde viene: la política municipal. Primero como concejal en su ciudad natal, Santa Cruz de Tenerife, y luego como alcaldesa de San Cristóbal de La Laguna durante casi 10 años. De hecho, para los que recuerdan votarla en esos tiempos, cuando se habla de “la alcaldesa” no hace falta decir el nombre para saber a quién se refiere.
Sobre todo, no hay que olvidar que la historia da muchas vueltas. Lentas, si se miran con la lupa del calendario, pero rabiosamente rápidas, si se observan con el catalejo de la política.
“Ya en el 95 era nuestra referente. Yo aún estaba en las juventudes de Coalición Canaria y ella ya tenía un bagaje importante. Entonces era muy difícil acceder a esos puestos siendo mujer, lo tuvo el doble de complicado que cualquiera”, reconoce Clavijo. “Era casi imposible de ver, pero es tan trabajadora, tan exigente, que siempre se crece ante las adversidades”.
Remordimientos
Pero todo se paga. Y el estrés de la política municipal, sumado a la exigencia con la que siempre se ha tomado su trabajo, la llevó, entre lágrimas, a dimitir al frente del Ayuntamiento “por el alto coste personal” que había sufrido desde su entrada en política, un hecho que escenificó en la propia tribuna del Congreso, ya en 2011, para despedir al entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
“Usted y yo nos perdimos muchas cosas de la vida de nuestros hijos pero la vida que le viene ahora tiene un montón de momentos, y agárrelos fuertemente, lo va a disfrutar y se lo merece, se lo merece a nivel humano y a nivel personal”, remarcó una emocionada Oramas. Porque este discurso encerraba algo más que un consejo a un político desgastado. Para ella fue, siempre a su manera, una forma de pedir perdón.
Perdón, quizás, a su marido, Pablo Nieto Peña, un abogado con el que se casó en 1992 y con quien tuvo una única hija, María, en 1995. Desde entonces, la vida ha dado demasiadas vueltas: concretamente, en forma de avión entre Madrid y Tenerife.
“Prioricé el trabajo a la maternidad y me equivoqué. Me volqué demasiado en mi vida profesional”, reconoció en una entrevista a Diario Crítico recogida en su blog personal.
“Mete caña”
Pero si algo ha quedado claro de ella es que siempre se ha guiado por lo mismo: fidelidad. A sí misma y a los suyos. Y sólo así se explica cómo, a pesar de su apoyo al Gobierno durante la crisis y la entonces sonada despedida a Zapatero, Oramas ha terminado por convertirse en uno de los grandes azotes del PSOE actual, de nuevo en la Moncloa. Una de las últimas: cuando rompió la disciplina de voto del partido para oponerse a la investidura de la coalición a principios de año.
“Ella es así, siempre mete caña”, menciona un diputado de otro partido que no quiere revelar su nombre. “Pero luego ves que no es una fachada, si te lo dice es que lo piensa de verdad, aunque luego tengas una gran relación ella”, añade.
Declaraciones de este tipo se repiten por el hemiciclo, vengan de uno u otro signo político, pero tampoco le faltan detractores a su discurso. Así, la trayectoria de Oramas en los últimos años ha estado marcada, como todo lo verdaderamente trascendental, por admiradores a la par que detractores. Y mayor el momento, mayor la polarización.
El año pasado, mientras unos jalearon su intervención, otros la acusaron de clasista por decir que el Congreso “no son las Tres Mil Viviendas de Sevilla”, en referencia al humilde barrio de la capital hispalense. Oramas, consciente de lo desafortunado de su comentario, visitó la zona un mes más tarde para comprobar la realidad de una de las zonas con mayores dificultades de la ciudad. “Sé que no quería decir lo que dijo, pero igualmente está muy feo”, opina el mismo diputado.
A diestro y siniestro
Entonces fue contra la ministra María Jesús Montero, pero con quien más lides ha emprendido Oramas -o al menos las que más han trascendido por su dureza- es con Pablo Iglesias, actual socio del PSOE y vicepresidente segundo del Gobierno, a quien llegó a tachar de usar “tonito machista” para referirse a ella y a otras mujeres en el Congreso.
"Señor candidato, yo sé que a usted no le gustan las mujeres no sumisas... Y con ese tonito machista despectivo que usted suele utilizar con periodistas y políticas, pues mire, problema suyo, no mío", declaró durante la moción de censura de 2017, encabezada por el propio Iglesias, contra Mariano Rajoy. Así las cosas, las tensiones entre el secretario general de Unidas Podemos y Oramas fueron uno de los catalizadores de que ésta rompiera su disciplina de voto en la última investidura, reacia a apoyar la entrada de los morados en el Gobierno.
Pero los hachazos no van sólo en una dirección. Oramas, a su propia manera, también se ha labrado sus propios enemigos en todo el espectro contrario del hemiciclo, principalmente debido a sus ataques a Vox. En este sentido, la diputada critica enormemente las proclamas de la formación liderada por Santiago Abascal, sobre todo en materia de migración y llegadas ilegales.
“Ustedes dicen que vienen a contaminar: es mentira, se les hacen las PCR cuando llegan. Ustedes dicen que vienen a quitarnos los puestos de trabajo: es mentira, esa gente no viene a Canarias, viene a Europa huyendo de la guerra, del hambre y de la miseria”, afeó el mes pasado. “Nosotros nunca apoyaremos el que se le pregunte a la gente otra vez en este en qué sitio nació, en qué Dios cree y a quién ama. Ese modelo de sociedad nunca lo apoyaré”.
Amigos de otros frentes
Aunque la distancia que separa a Ana Oramas de Unidas Podemos es casi tan larga como la que aleja a Canarias del resto de España, la parlamentaria es bien conocida por mantener buenas relaciones con muchos de sus adversarios políticos, de uno y otro signo.
“Tengo unas relaciones magníficas con otras personas de Podemos [al margen de Iglesias], como Rafa Mayoral, Yolanda Díaz, Pablo Echenique o Alberto Rodríguez”, defendía hace unas semanas en El Confidencial Digital.
Con este último, representante canario y secretario de organización de la formación, mantiene una polémica relación desde que hace años se viralizase un vídeo en que Rodríguez, durante la campaña de 2015, contaba cómo su abuela trabajaba para la de Oramas, que “le tiraba el dinero al suelo”. La diputada de CC siempre ha desmentido la historia y, finalmente, el diputado morado terminó por disculparse personalmente, pero nunca llegó a negar los hechos.
“Alberto no habla del tema, pero sí es cierto que se disculpó con ella por la forma en que salió el vídeo, teniendo ellos buena relación”, menciona un compañero de partido que desconoce quién lleva razón.
Pero las amistades de Oramas no se cuentan sólo en Unidas Podemos, como su conocida relación con Rosa Díez (UPyD), Elena Salgado (PSOE) o Soraya Sáenz de Santamaría (PP), que llegaron a lucir diferentes piezas de bisutería canaria regaladas por la propia Oramas. A la lista se suman esperados, como Eduardo Madina (PSOE), y otros más dispares, como Duran i Lleida (UDC) o Joan Tardá (ERC).
Pero, si una de estas afinidades supera a todas las demás, esa sería la que mantenía con María Teresa Fernández de la Vega (“la persona que más he admirado durante mi trabajo en el Congreso”), actual presidenta del Consejo de Estado y exvicepresidenta de España. El nombre de De la Vega volvió a sonar esta semana en el Congreso en boca de, precisamente, la propia Oramas, que recordó el plan de inmigrantes vía puente aéreo que la magistrada organizó para paliar la crisis de los cayucos en 2006.
"Gente libre, que dice lo que piensa. Los radicales no me interesan nada", ha mencionado en alguna ocasión.
Lectora, cocinera y radiofónica
"¡Jorge, estuve más de 20 años acostándome contigo!". Esta fue la primera frase que Oramas le dijo a Jorge Valdano, exjugador y exentrenador de fútbol argentino reconvertido en comentarista deportivo para la Cadena SER. La cita, sacada del contexto de un encuentro oficial del rey, Mariano Rajoy y Mauricio Macri, podría dar de sí para el más malpensado, pero nada más lejos de la realidad.
Porque Oramas, fiel amante de la radio, se levantaba cada día con la primera sintonía del Hoy por Hoy y daba las buenas noches con los compases con la voz de Valdano, quizá los dos únicos momentos de calma y placidez en su jornada, de nueve de la mañana a diez de la noche en su despacho o en el Congreso.
Aunque, y cómo saca tiempo es una incógnita todavía sin resolver, quienes la conocen dicen que es imposible encontrarla sin un libro encima. Desde pequeña, principalmente por influencia de su madre, siempre se sintió atraída hacia la lectura, una pasión que ha arrastrado durante toda su vida en diferentes géneros, desde la novela histórica hasta los best seller... o los libros de cocina. Otra influencia materna.
Los financia con un sueldo de diputada de 4.184 euros brutos al mes (3.050 más complementos), además de otros 1.959 por ser de una circunscripción diferente a Madrid. El Congreso, como a todos los representantes públicos, le concede también todos los gastos de viajes entre comunidades y 3.000 euros anuales en taxis para el ejercicio de sus funciones. Además, su partido el año pasado un total de 13.819 euros por gastos de representación.
Así, perdida entre páginas y programas de radio se la puede encontrar durante los vuelos que separan Canarias de la capital, de los cuales se ha convertido en más que una experta con el paso de los años. "Tres días en Madrid, cuatro en Tenerife", donde mantiene un piso al 50% (2014), cuatro viviendas al 50% en nuda propiedad (2017) y otras dos al 100%, también en nuda propiedad (2017), además de tres plazas de garaje.
Todas se encuentran en Tenerife, la que nunca ha dejado de ser su casa, y los exigentes viajes semanales a Madrid son lo único en que resume su rutina semanal, una de las pocas cosas que planifica con antelación.
"Si planificas tu vida te pierdes el presente", defiende desde hace casi 20 años, cuando le operaron de un tumor en el pecho. El hecho le ayudó a relativizar, tirar el calendario a la papelera y reformular sus prioridades. Quizá a ver el mundo de otra manera, siempre la suya, y reencontrar ese tiempo perdido entre los suyos, tan lejos de la contaminación y el olor a gasolina.
Se mantiene, como de costumbre, desapercibida, hasta que llega el momento de luchar. Y si hace falta arder, de combustible se basta sola.
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