El pasado 25 de noviembre se celebró la Asamblea General de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en Santo Domingo (República Dominicana), con la presencia de los 23 países que conforman esta organización. De esa reunión, Mariano Jabonero (San Martín de Valdeiglesias, 1953) salió reelegido, por unanimidad, como secretario general de esta entidad que pone su foco en la educación, la ciencia y la cultura en una de las regiones más diversas del planeta.
"Tengo una sensación muy fuerte de responsabilidad, porque cuando asumes una mayoría así, que te está apoyando, tienes que responder a todos", asegura Jabonero, que atiende a ENCLAVE ODS en la sede de la OEI en Madrid. Y añade: "Además, hay una responsabilidad añadida, porque ha sido el Gobierno de tu país el que te ha propuesto como candidato y ha confiado en ti".
Cuando se le pregunta cómo recibe este nuevo mandato renovado, reconoce que "con mucha ilusión", pero también afirma sentirse afortunado, pues "en algunos ámbitos multilaterales hay una política de controversia, de vetos cruzados". Sin embargo, afirma, eso no pasa en la OEI: "Trabajamos tres áreas (educación, cultura y ciencia) que actúan como un cierto bálsamo; con lo cual es bastante fácil ponerse de acuerdo, hacer cosas de forma compartida". La relación de la OEI con los Ejecutivos, cuenta, es "muy cercana", son "muy conocidos" y "especialmente útiles para los gobiernos".
¿Se quedó algo sin hacer en el pasado mandato que quiera poner en marcha ahora?
Se va a continuar el programa-presupuesto del anterior en las tres líneas educación, ciencia y cultura. Y quizás la gran novedad es que se crea un área nueva, que estaba de una forma u otra en la etapa anterior de forma transversal: creamos un área específica de derechos humanos, democracia e igualdad.
¿Qué les lleva a crear esta nueva 'vertiente' de la OEI?
Venimos trabajando el tema de derechos humanos históricamente en la OEI, fundamentalmente muy centrada en Colombia por un motivo político colombiano: fuimos firmantes del acuerdo de Paz de Colombia, y estamos trabajando en todo el proceso de desmovilización de los combatientes de la guerrilla.
Pero la defensa de derechos humanos es un tema regional, se da en todos los países. El caso de democracia es igual: se habla de que hay una cierta fatiga democrática en unos países y tenemos que seguir fortaleciendo la democracia. Con la igualdad pasa lo mismo, tenemos que trabajar en lo que llamamos 'democracia paritaria', hombres y mujeres y que haya una paridad real.
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¿Qué supone que un español, un europeo, esté al frente de una organización iberoamericana, que incluye tantos países tan diferentes?
Por una parte, hay una aceptación generalizada por parte de los países. Soy español, propuesto por España como candidato, pero ahora bien, soy secretario general de los 23 países, claramente. Pero, por otra parte, supone, digamos, una aceptación de que con este español no te genera conflicto, no hay problema. Tiene que ver quizás, y es una cuestión que digo con toda humildad, con que he dedicadado toda mi vida a trabajar en educación y cooperación en América Latina, con lo cual bastante conocido. Llevo toda la vida haciendo esto.
Este nuevo mandato va a coincidir, en parte, con la presidencia española del Consejo de la UE, ¿servirá para impulsar las relaciones entre Latinoamérica y la Unión?
Queremos servir como una bisagra, queremos ser una articulación de una mejora de la relación entre América Latina y la Unión europea. La presidencia de la Unión Europea española coincide con una cumbre que va a celebrarse el día 27 de julio en Bruselas, la UE-Celac, que es una reunión muy importante porque está prevista la presencia de todos los presidentes de América Latina. Creo que es un hecho histórico. Estamos trabajando para facilitar construir una agenda relevante para los países de América Latina.
Y con una intención clara: poner en pantalla América Latina y la UE. Porque la Unión vive una sintuación histórica muy singular: la guerra de Ucrania y la migración desde África hacia Europa, que es otro elemento importante y trágico en ocasiones, supone que la atención se haya centrado mucho más en este tipo de temas.
Quizás hace falta llamar la atención de que América Latina es parte de Occidente, como lo es Europa. Occidente es un espacio compartido en muchos sentidos. Yo utilizo una expresión, que a lo mejor puede ser políticamente incorrecta, pero que no me ahorro decirla: América Latina es un territorio romanizado, tienen lenguas propias, pero las lenguas oficiales son lenguas de origen romano y el derecho de América Latina es derecho romano, las instituciones son un modelo compartido de Occidente.
Nuestro interés y esfuerzo es mejorar las relaciones fundamentalmente entre América Latina y la Unión Europea, y que la relación no preocupen especialmente a España y Portugal, sino que concierna a todos.
La educación en Latinoamérica
La última vez que hablamos, me habló del golpe que la pandemia de la covid había supuesto para muchos avances en educación en Iberoamérica, aunque también me recordaba que cada país tiene su ideosincrasia y contexto, por lo que no a todos les había tocado de la misma manera. Ahora que ha pasado el tiempo, ¿qué balance hace? ¿Cómo está siendo la transformación educativa en la región?
La pandemia ha tenido un impacto muy fuertemente en América Latina, que representa al 7-8% de la población mundial. En cuanto a contagios, tuvo el 30% de todo el mundo. Eso pone de manifiesto que la pandemia en América Latina tuvo un impacto mucho mayor, supuso una pérdida de escolaridaz de más o menos dos años en la región, y una pérdida de aprendizajes. Se ha perdido competencia lectora entre los niños de diez años: hay un 10% que no comprende bien un texto. El abandono escolar ha sido masivo, entre 10% y el 25%. Todo esto es muy negativo.
Ahora después de la pandemia ya se ha recuperado la actividad presencial y además ha habido una transformación profunda de la educación. La educación desde antes de la pandemia y de la que va a haber después no tiene nada que ver. Entramos en una nueva etapa educativa; no es un cambio de era, sino de ciclo. Lo que se va a producir y se está produciendo ya es una presencia de sistemas híbridos válidos, en los cuales se combina educación presencial con educación a distancia, que sea para todos.
Porque durante la pandemia no lo fue.
De los que estuvieron confinados en sus hogares, casi el 50% no tuvo ninguna atención educativa porque no pudieron optar por un sistema virtual. No tenían ni conectividad en sus casas, ni tenían dispositivos tampoco.
¿Cómo se va a hacer ahora?
Ahora la opción es una relación virtual, de forma que todos los alumnos tengan una parte presencial y una actividad a distancia. Pero además, eso supone un cambio de metodología por completo. La educación virtual no es enlatar contenidos, sino que requiere un profundo cambio metodológico que se va a producir y se está produciendo. Por ejemplo, las matrículas de educación superior presencial han crecido un 20%, pero a distancia ha sido más de 80%, lo que es una tendencia generalizada. Es un dato a tener en cuenta.
¿Hasta que punto es factible que realmente se acceda a la educación de manera virtual especialmente en las zonas rurales de Latinoamérica?
La educación virtual tiene muchos valores, y uno de ellos es su capacidad de favorecer la educación inclusiva. Esos jóvenes que viven en la zona rural y que quieren ir a la universidad y tendrían que irse a vivir a la ciudad pero no tiene recursos para ello, ahí se puede llegar con educación virtual. Esos trabajadores que no tienen tiempo para asistir regularmente a clase tienen una oportunidad con la educación virtual. Esas comunidades indígenas, que viven aisladas por completo, también con educación virtual tienen una capacidad incluso educativa.
La educación virtual, que antes se pensaba como una cosa tecnocrática, sofisticada, ofrece ahora mismo una educación para todos. El poder compensar desigualdades a través de educación virtual es muy importante y es muy válido el tener una segunda oportunidad igual virtual.
La matrícula de una buena parte de educación virtual son personas de mediana edad, gente que en su momento, cuando eran jóvenes, no pudieron ir a clase y ahora tienen una segunda oportunidad. Otro aspecto importante, ahora mismo con todos los sistemas de educación digital que tenemos puede ser de altísima calidad. Hay recursos para ello, hay metodologías muy interactivas, tenemos la capacidad… con la tecnología podemos hacer las cosas muy bien.
¿Hay, en general, voluntad política para financiar, para poner sobre la mesa realmente la inversión necesaria para impulsar esta educación virtual?
No siempre ni en todos los lugares, claramente. Habíamos conseguido, dos años antes de la pandemia, llegar al 5,2% de inversión en América Latina, como media, siendo en ese momento la región del mundo que tenía una inversión media más alta. Hay países en la región que están incluso en el 8% o 10%.
Y durante la pandemia hubo una situación de crisis económica que aminoró la inversión. Pero en este momento nuestra reivindicación es aumentar la inversión pública en educación. Porque si no hay inversión pública no hay oferta para todos, garantiza que haya educación de calidad para todos. Ese es el punto crítico.
¿Se está consiguiendo?
No se está invirtiendo para recuperar todo esto. Yo hago referencia en muchas ocasiones a una frase del secretario general de la ONU, António Guterres, que dice que el impacto educativo que ha habido en la región supone una generación perdida, una catástrofe generacional. Eso hay que recuperarlo con inversión. Estamos intentando que la banca multilateral de desarrollo invierta más en educación, porque construye puentes, carreteras, hospitales, puertos… pero también hay que invertir en conocimiento. Y empieza a hacerlo.
Derechos humanos
Uno de los grandes problemas de América Latina es el acoso que viven los defensores del medioambiente. Ahora que la OEI empieza a trabajar los derechos humanos de manera directa, ¿abordará esta problemática?
Estamos trabajando en ello. La cumbre EU-Celac va a trabajar sobre la transición verde, la transición digital y la transición justa. Y es que América Latina puede ser la región más viable con energías alternativas. Podría ser una región con economía descarbonizada por completo.
El 65% nacional de litio de todo el mundo está en Argentina, Chile y Bolivia, y tenemos la mayor dosis de agua potable del mundo, la producción de oxígeno es altísima, en energía solar podemos ser autosuficientes totalmente. La riqueza de América Latina puede ser una riqueza global que respete esa transición verde.
Por otra parte, son derechos vinculados a las comunidades indígenas, al respeto a la diversidad, a la lengua, las costumbres, al hábitat propio de ellos. Además, queremos hacer que todo esto sea un compromiso generacional, que nuestros hijos, nuestros nietos, hereden una tierra que sea igual que la que nosotros hemos recibido. Creo que hay una sensibilidad muy fuerte en ese sentido en América Latina.
El tema, por ejemplo, sobre la Amazonía se ha vuelto a poner de manifiesto: la nueva presidencia de Brasil apuesta muy fuertemente por él. El presidente Lula en la cumbre de Celac que hubo en Buenos Aires habló del tema muy fuertemente y además con ideas muy drásticas. Creo que está en la agenda de preocupación de la región.
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Ya que menciona Brasil, ¿la llegada de Lula da Silva ha supuesto un cambio de relaciones con la OEI?
Brasil es el tercer país con más actividad de la OEI, detrás de Argentina y Colombia. En Brasil ha habido una actividad permanente de la OEI porque tiene unas circunstancias muy singulares, que no se da a otros países: tienen un gobierno central, estados y municipios. Hay una gran diversidad de actores públicos. Hemos tenido una muy buena relación con los estados. Con el Gobierno central hemos sido respetuosos, pero con el nuevo Gobierno, de hecho, me he entrevistado ya tres veces con el presidente Lula. Eso lo explica todo.