Laura Reboul (Madrid, 1997) es una activista cuyo sueño es que su profesión deje de existir. A pesar de su juventud, es responsable del programa de voluntarios de Greenpeace en España.
Hace seis años descubrió que su vocación estaba relacionada con los bosques, la diversidad biológica y el cambio climático. En su opinión, es necesaria una mayor labor de divulgación en estos temas.
¿Te gusta la palabra activista?
Sí, y te diré que antes estaba un poco reservada a algunas personas. Creo en el activismo accesible.
¿Qué consideras activismo accesible?
Activismo viene de acción. Cualquier persona que esté llevando a cabo una acción para poder frenar la locura en la que vivimos se puede considerar activista. Es una palabra que empodera a las personas y que nos hace seguir actuando.
Coordinar voluntarios debe de ser difícil.
Sí, mucho. Hay que encontrar el perfil adecuado para que una persona pueda hacer una actividad y se sienta cómoda. Requiere mucha preparación previa de búsqueda y planificación, pero también de conseguir materiales, pedir permisos, informar, formar…
Pero supongo que es muy gratificante, ¿no?
Conoces a personas con valores muy parecidos a los tuyos, con ganas y fuerza. Esto hace que recuperes la ilusión que en el día a día pierdes porque te sientes solo. Te preguntas "¿realmente vale para algo lo que hago?". Entonces cuando lo ves reflejado en los demás es un chute de energía.
¿Cómo se organiza el trabajo?
En Madrid -donde yo vivo-, tenemos muchos proyectos y trabajamos de tres maneras: desde la sensibilización, la incidencia política y la educación.
Es muy interesante esa forma de verlo a tres bandas.
Sí, hay diferentes puntos de vista en los que una persona puede aportar. Por ejemplo, en la creación de materiales. Muchas veces necesitamos salir con las pancartas, que son el icono más conocido de Greenpeace, y las hacemos nosotras [hace un gesto levantando la mano].
Pero, por otro lado, hay que presentar recursos cuando se hace una reclamación o una demanda. Y también preparar el informe que vamos a contar a la gente, etcétera.
Cualquier persona que lleva a cabo una acción para frenar la locura en la que vivimos es activista
Hay muchas causas que necesitan de apoyo, ¿cómo jerarquizáis los proyectos?
Depende mucho de la visión de cada uno, de nuestros valores y también de las simpatías. Para poder jerarquizar hay que tener una visión global, pensar "¿qué es lo más importante?".
Solemos desmenuzar los temas e ir abriendo diferentes abanicos. En política se suelen elegir las acciones más sencillas, que dan mayor visibilidad, pero que no tienen un trasfondo de cambio real.
¿Cuándo empezaste en esta actividad?
A los 18 años. Tuve un profesor en el instituto que era activista a nivel internacional de Greenpeace. Vino unos meses a darnos unas prácticas. Y me impactó, porque fue la primera persona que conocí que había conseguido mucho a nivel personal.
Entonces me decidí a estudiar la carrera de Ciencias Ambientales y, en cuanto empecé la universidad, me apunté como voluntaria. Lo bueno de estudiar y tener una carrera relacionada con tu voluntariado es que abre dos fronteras, una más social -de estar con la gente- y más técnica -de estudio-.
¿Crees que la gente conoce los ODS?
No. No se ha dado información. Aunque se trabajan a nivel político de forma secundaria y muchos programas se establecen en función a ellos, la gente de la calle no los conoce.
En el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres), podemos encontrar el uso de verbos como proteger, restablecer, promover, detener y revertir…
Al final se trata de mantener la biodiversidad y todo lo que los ecosistemas significan, o incluso, intentar llevarlos al origen. A través de nuestras acciones humanas hemos ido degradando poco a poco todos los ecosistemas, impidiendo que puedan realizar las funciones que mantienen nuestra calidad de vida.
Me gusta más educar a adultos, porque creo que con los niños llegamos tarde para la urgencia que tenemos
¿Algún prejuicio contra el que luches?
La frase "qué más da lo que yo haga, soy una única persona", me puede [sonríe]. No somos conscientes de lo que un único acto puede provocar. Todos tenemos círculos en los que podemos ir influyendo.
Nuestra acción a lo mejor se va a repetir, muchas pequeñas acciones son grandes cosas. Con el tema del voluntariado te miran como si fuera algo difícil, que no se puede añadir a tu día a día. Pero si eres una persona normal, como yo, puedes implicarte -en tu medida- en un proyecto que te guste.
Los expertos aseguran que la mayor parte de los espacios naturales tienen contaminación difusa, ¿están tan mal las cosas?
Al final hemos llegado a un punto en que la contaminación siempre queda cerca. Está presente en las aguas y a través de la agricultura, si se filtran en los acuíferos y se distribuyen por todo el territorio.
Entonces, es muy fácil contaminar, por ejemplo por las masas de aire. Por lo que es prácticamente imposible encontrar un lugar que no esté contaminado hoy en día.
¿Una anécdota relacionada con tu actividad?
Muchas, porque los últimos seis años han sido superintensos. Pero me marcó un viaje que hice por España visitando cuatro ciudades en barco para explicar las consecuencias de nuestras acciones.
La experiencia fue increíble. Hay tanta gente que se interesa por el mundo en que vivimos… Expusimos para seis mil personas en un día en Valencia, todo esto prepandemia, claro.
¿Alguien que te haya impactado?
Mi profesor de instituto que mencionaba antes. Pero hoy en día el coordinador de Greenpeace andino, que me enseñó aquello y que es supercomprometido. Ha tenido muchos problemas y nunca ha desistido.
Aunque se trabajan a nivel político, la gente de la calle no conoce los ODS
¿Cuál crees que será tu futuro?
Quiero ser educadora ambiental. Me gusta más educar a adultos, porque creo que con los niños llegamos tarde para la necesidad que tenemos. Aunque quizá los niños son más sencillos porque no tienen que desaprender.
No puedes imponer una norma a las personas, no la interiorizan. Si educas, das información, y las personas harán algo porque lo sienten así, porque lo consideran importante.
¿Algún país que sea ejemplar en el ODS 15 o algún ejemplo de buena práctica que conozcas?
El norte de Europa está más involucrado en este tipo de temas que otras zonas del mundo. Pero a mí personalmente hay un proyecto que me parece muy bonito. Se hizo en varios países de África, donde más está afectando el cambio climático, porque la deforestación ha provocado que existan suelos sin capacidad para la agricultura, que es la base de los ecosistemas.
Para evitar que se vaya deteriorando más el suelo, y que cuando llueva se produzca la escorrentía -sobre todo con los desniveles-, lo que hicieron las comunidades fue poner piedras, hacer líneas y así evitar que el agua arrastrase.
Eso ha supuesto que en cincuenta años se triplique la producción, que lo recogido sirva para alimentarse y evitar que las mujeres -que están en mayor peligro- acaben en espacios de trata. Algo tan sencillo y tan fácil, que no requiere gran tecnología, ha cambiado la vida de muchas comunidades.
¿Cuál es la clave del compromiso personal? Muchas personas empiezan en lo social, pero luego desisten.
Que sea algo que a ti te motive realmente. Y una vez que lo has encontrado, por pequeño que sea, abrir objetivos. Y coincidir con gente en la misma línea.
Nosotros decimos que si no es divertido, no es sostenible. Uno no pasa las tardes de los fines de semana en algo que le produce un desgaste, lo acaba dejando. Si algo te apasiona, y coincides con gente a la que también, acaba siendo parte de tu vida.
¿Un sueño?
Recorrer el mundo para concienciar, viviendo en un espacio móvil. Lo que me gustaría en realidad es que mi profesión, a lo que me voy a dedicar, llegara a un punto en que dejara de existir -algo prácticamente imposible-.
Me gustaría que no hiciera falta estar hablando del cambio climático, la concienciación y medidas de recuperación.
En la imagen que abre esta entrevista, Laura Reboul sostiene el cartel correspondiente al ODS número 15, sobre la vida de los ecosistemas terrestres. Ella misma explica que se define con cuatro sustantivos: pasión, coherencia, constancia y dedicación.
Termina explicando que "si no te apasiona lo que haces y realmente no lo sientes, no lo vas a continuar". Además, considera que para ser activista o voluntario necesitas estar alineado con tus valores, pues, concluye, "no puedes pensar una cosa y actuar de otra, no puedes hacer lo contrario de lo que dices".