En Davos, donde las personalidades más influyentes de la economía global se reúnen anualmente para dialogar sobre los asuntos más urgentes, el problema del hambre rara vez aparece en las agendas (aunque esté vinculado a la mayoría de los temas que hablan).
En este contexto, Acción contra el Hambre acaba de lanzar el informe 2024 Hunger Funding Gap report que busca responder a una pregunta fundamental: ¿cómo fue la respuesta financiera mundial en 2023 para combatir el hambre y salvar vidas?
El informe revela una realidad impactante: el déficit global de financiación para combatir el hambre ha alcanzado un alarmante 65% en los países con necesidades más acuciantes. De manera sorprendente, los países que se enfrentan a una crisis más severa de hambre son los que reciben la menor cantidad de recursos.
Un ejemplo es Yemen, el país que más sufre de hambre de los que recogemos en este informe, que solo obtuvo el 32% de la financiación que necesitaba para afrontar el grave problema que sufre más de la mitad de su población. Afganistán, Haití, Somalia, Kenia, Honduras, Sur de Sudán o Yemen, entre otros, son algunos de los 17 países que Acción contra el Hambre ha identificado como los más afectados. Son países que conocemos bien porque trabajamos en todos ellos.
El hambre no es solo una estadística, es una realidad que afecta cada día a 783 millones de personas en todo el mundo, más que la población de la Unión Europea y los Estados Unidos juntas. Ante esta cifra cabría preguntarse cuánto cuesta atender a estas solicitudes de ayuda para acabar con el hambre.
Pues bien, para satisfacer plenamente los requerimientos contra el hambre de estos 17 países se estima que se necesitarían 8.860 millones de dólares. Una cifra impactante, pero que sin duda parece estar al alcance de nuestra mano si consideramos que es aproximadamente la mitad de lo que se estima que apostó el público estadounidense en la última Super Bowl. Un recordatorio incómodo de las prioridades de nuestra sociedad.
Participo regularmente en reuniones internacionales con donantes públicos, gobiernos e instituciones y hay dos observaciones que quiero destacar. En primer lugar, la relación entre la naturaleza del conflicto y la disposición a financiar es algo que conocíamos bien de los donantes privados. En ese contexto, la financiación pública nos permitía trabajar en países que eran menos populares para el público, pero que la comunidad internacional tenía claro que había que intervenir.
Ha sido, por ejemplo, el caso de Afganistán. Sin embargo, este enfoque racional y objetivo de asignar fondos está empezando a cambiar en la designación de financiación pública por parte de los donantes públicos.
Por otra parte, estamos presenciando un aumento significativo en el número de crisis globales. Este incremento ocurre en un momento en que la fragmentación del orden mundial está generando nuevos conflictos o intensificando los existentes. Como resultado, hay un aumento global en el número de personas que requieren ayuda humanitaria, lo que implica la necesidad de una financiación más extensa.
La gran paradoja radica en que, a pesar de que cientos de miles de niños desnutridos mueren anualmente, el mundo produce suficientes alimentos para todos. ¿Por qué existe esta desconexión entre la abundancia y la escasez? ¿Por qué, a medida que las necesidades crecen, resulta tan difícil proporcionar la ayuda necesaria a los países que la solicitan para paliar el hambre?
Este informe de Acción contra el Hambre llega en un momento crítico, ya que se observa un aumento significativo en la financiación para programas relacionados con el hambre durante 2023. Sin embargo, incluso con ese incremento, la financiación no ha logrado mantenerse al ritmo de las crecientes necesidades.
El grito silencioso del hambre resuena hoy con más fuerza ante la falta de financiación adecuada para abordar su lucha. Sin acciones concretas y el financiamiento adicional necesario, el hambre se convierte, aún más si cabe, en un elemento disonante que socava la estabilidad global y amenaza con desgarrar el tejido mismo de la humanidad.
*** Olivier Longué es director general de Acción contra el Hambre.