España es, sin lugar a duda, un país con un patrimonio forestal de gran valor por su gran diversidad de formaciones, ecosistemas y especies y por su extensión. La superficie forestal ocupa cerca del 56% de nuestro territorio nacional, constituyendo unos paisajes que son el resultado de la intensa interacción humana hasta tiempos recientes, tiempos en los que el modelo vida ha experimentado un acelerado cambio ocasionando el abandono del sistema tradicional, haciendo que esta superficie vaya en aumento y originado unos riesgos y amenazas cada vez más patentes.
A lo largo de la historia, el ser humano ha mantenido una estrecha relación con el fuego en sus interacciones con el entorno natural. Pronto se establecieron regulaciones y ordenanzas para supervisar su uso, incluso con sanciones por su manejo inadecuado. En 1955, se creó la primera unidad administrativa para proteger nuestros montes contra los incendios forestales. Desde entonces, se han implantado medidas legislativas para prevenir y combatir los incendios forestales, tratando de reducir su incidencia, tanto en número como en superficie.
Pero a pesar de los esfuerzos, los incendios forestales persisten como una amenaza creciente para nuestro patrimonio forestal, bienes materiales y vidas humanas. En 2022, por ejemplo, España registró 57 grandes incendios, que junto a los de menor magnitud abarcaron 307.000 hectáreas.
La complejidad de los incendios forestales es un problema creciente, donde entran en juego numerosos factores y para el que hay que ir de la mano de los expertos y de la ciencia, con una visión multidisciplinar sobre la materia. No obstante, cuando llegan estos episodios, en nuestro entorno, así como en los medios de comunicación y redes sociales, se debate acerca de sus posibles causas y consecuencias, y son tratados como un tema más de opinión, recogiendo ideas y percepciones que lejos están de una base científica y de unos datos contrastados con expertos.
La gravedad del asunto radica en el contexto de transformación en el que estamos inmersos, tanto climática, como social y del paisaje, y por ello es preciso trabajar en la prevención, con anticipación y previsión de futuro. El objetivo debe ser hacernos menos vulnerables ante nuevos escenarios y disminuir los factores implicados en el inicio y la propagación del fuego. Para ello, la gran aliada que tenemos para prevenir y ser capaces de combatir los incendios forestales es: la gestión forestal sostenible.
Forest Europe y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) describen la gestión forestal sostenible como "la administración y uso de los bosques y terrenos forestales en una manera, y a un ritmo, que mantenga su biodiversidad y su potencial para cumplir, ahora y en el futuro, con las funciones pertinentes en materia social, económica y ecológica a nivel global, nacional y local, y que no cause daños a otros ecosistemas".
Una gestión forestal sostenible es clave para desarrollar sistemas forestales más adaptados y resilientes a los cambios y a las posibles amenazas como plagas o incendios. No olvidemos que estamos hablando de más de la mitad de la superficie de nuestro país y que no deja de crecer ocupando superficie agrícola abandonada y generando una continuidad del suelo forestal con el urbano, incrementado además los m3 de biocombustible por hectárea.
Podremos reducir la carga de biomasa en el monte, generar discontinuidad en las masas, favorecer la infiltración del agua, conservar la biodiversidad, facilitar pistas y accesos, generar aprovisionamiento de recursos y todo ello permitirá una menor generación de energía en caso de incendio, un mejor control y mayores posibilidades de extinción.
La planificación y ordenación de nuestros montes es un proceso en el que interfieren muchas variables, se basa en la multifuncionalidad de los propios montes, los contempla en un espacio temporal amplio y les aplica unos objetivos definidos. Esto es un reto en sí mismo, pero más aún, si pensamos que para que la planificación pase a llevarse a cabo y se convierta en gestión activa tenemos que contar con los propietarios de esos terrenos.
Si decíamos que más de la mitad de España es forestal, ¿a quién pertenece la propiedad de la misma? Bien, el 28% de los montes está en manos de administraciones públicas y el 72% restante está en manos de propietarios privados. En España, millones de personas, en su mayoría residentes en ciudades, son propietarios de un terreno forestal; aquí reside otra de las claves del asunto; ya que es imprescindible, sabiendo que la gran aliada es la gestión forestal, buscar soluciones para que sea posible que estos ciudadanos tomen conciencia de la importancia de gestionar y tengan las herramientas necesarias para ello.
Es decir, nos encontramos con un amplio territorio forestal en expansión, de titularidad fragmentada en infinidad de propietarios que residen en las grandes ciudades y que se compone de una gran diversidad de ecosistemas sometidos a condiciones climáticas cada vez más extremas. Por ello, es imprescindible impulsar políticas de planificación territorial que faciliten y agilicen la gestión forestal, gestión que será adecuada a cada monte y que velará por la sostenibilidad de cada uno de ellos.
Podemos imaginar que no tendremos la misma planificación para una dehesa extremeña que para un hayedo o para un bosque en un espacio protegido, que para una plantación con fines madereros; pero de existir una planificación y una gestión forestal sostenible, siempre se tendrán en cuenta una serie de valores comunes como lo son la protección del suelo, la biodiversidad, la captura de carbono, los valores culturales y la obtención de recursos, entre otros.
Gracias a que nuestro patrimonio forestal es muy diverso, también lo son nuestros recursos naturales, pudiendo obtener corcho, resina, diversidad de hongos o frutos (trufas, setas, castañas, etc.), ganadería extensiva o madera destinada a diferentes usos como la construcción, el mobiliario o la producción de papel y cartón.
Estos recursos, que son naturales, renovables y sostenibles, generan empleo y desarrollo económico en las áreas rurales, y al producirse en nuestro país, son locales y reducen las emisiones provocadas por el transporte.
Esto es algo que hemos podido comprobar de primera mano en ASPAPEL ya que, gracias a nuestro compromiso con la gestión forestal sostenible, de las plantaciones de pinos y eucaliptos, que ocupan solo el 2% de la superficie forestal nacional, obtenemos la madera necesaria para fabricar una inmensa diversidad de productos de papel y cartón.
Por un lado, cuidamos de una pequeña parte del territorio forestal, regenerando y renovando continuamente nuestras plantaciones que son grandes sumideros de carbono, protegen los suelos de la degradación y ayudan al ciclo del agua. Por otro, activamos modelos de economía rural y local, haciendo que miles de propietarios privados con pequeñas superficies no abandonen sus montes y generen modelos asociativos y riqueza en zonas despobladas y por último ponemos en el mercado productos locales, innovadores, naturales, renovables, reciclables y sustitutos de otros productos de origen fósil.
En el caso de ASPAPEL, nuestro compromiso con la gestión forestal sostenible es absoluto y seguimos trabajando para garantizar que se cumplen todos los requisitos legales y de sostenibilidad. Estableciendo alianzas con los sistemas de certificación FSC y PEFC, protegemos nuestro patrimonio forestal e impulsamos la gestión forestal sostenible contemplando numerosos indicadores ambientales, sociales y económicos de forma trasparente y avalada siempre por una tercera parte independiente
Desde la industria papelera, llevamos muchos años defendiéndolo: la gestión forestal sostenible es un aliado esencial en la adaptación y mitigación del cambio climático, en la conservación de nuestros suelos y de la biodiversidad, en la regulación del ciclo hídrico, en el impulso de modelos de gobernanza entre la propiedad forestal privada y en la generación de recursos base de la bioeconomía que solicitan los mercados.
El abandono y la no gestión del territorio rural, supone una amenaza creciente, que podremos minimizar con una apuesta decidida de las políticas y presupuestos que ayuden a ponerle freno y con el convencimiento por parte de la ciudadanía, de que la gestión forestal en manos de profesionales aúna conservación con la obtención de recursos naturales, renovables y sostenibles que como ciudadanos cada vez más demandamos.
***Arantza Pérez Oleaga es ingeniera de montes y directora forestal de ASPAPEL.