Más de un millón de muertes cada año están relacionadas en todo el mundo con la contaminación atmosférica. En concreto, el principal causante es la exposición a corto plazo, que puede varias entre horas y días, a las partículas finas conocidas como PM2,5.
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Así, al menos, lo asegura un nuevo estudio elaborado por la Universidad de Monash, en Melbourne (Australia), y publicado hoy, 6 de marzo, en la revista científica The Lancet Planetary Health. El equipo científico liderado por el profesor Yuming Guo ha analizado la mortalidad y los niveles de contaminación de PM2,5 en más de 13.000 ciudades del globo.
Para realizar este análisis, los investigadores han recopilado datos desde 1999 hasta 2019. Además, han prestado especial atención en los impactos a la salud de los "picos" de contaminación que suelen estar relacionados con incendios forestales, suspensión de polvo en el aire u otros fenómenos que deriven en concentraciones extremas de contaminación atmosférica.
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Esto, explican desde la Universidad de Monash, es lo que les diferencia de los estudios al uso sobre polución y salud. Y es que, insisten, "hasta la fecha la mayoría de las investigaciones se centran en las personas que viven en ciudades donde los niveles de contaminación son constantemente altos".
Para el equipo de Guo, la relevancia de este estudio radica en que "es el primero en destacar la exposición a corto plazo a la contaminación en vez de los impactos a largo plazo de una exposición persistente, como les ocurre a quienes viven en grandes ciudades con niveles altos de polución".
"Solo unas horas" ya matan
En el estudio, los investigadores aseguran que "respirar PM2.5 durante tan solo unas horas, o pocos días, provoca más de un millón de muertes prematuras anuales". Especialmente, insisten, "en Asia y África". Además, el 22,74% (más de un quinto) de los fallecimientos ocurren en zonas urbanas.
Tal y como asegura Guo, los efectos en la salud a corto plazo de la contaminación del aire "están bien documentados". Y señala a los megaincendios de Australia durante el "verano negro" entre 2019 y 2020.
Los incendios que se sucedieron durante aquellas Navidades (cuando el hemisferio sur se encuentra en verano), provocaron alrededor de 429 muertes prematuras y 3.230 hospitalizaciones. Estas, insiste el investigador, fueron resultado directo de una exposición aguda y persistente a "niveles extremadamente altos de contaminación del aire derivada de los incendios forestales".
Para los investigadores, es "crucial" entender "la carga de mortalidad asociada con la exposición a corto plazo a PM2,5" en zonas urbanas altamente pobladas donde se dan altos niveles de contaminación puntuales. Solo así, dicen, se podrán "mitigar los efectos negativos de la polución del aire en la población de las ciudades".
Donde la polución mata más
El estudio es claro: el continente asiático es el que sale peor parado con el 65,2% de la mortalidad mundial en las últimas dos décadas debido a la exposición a corto plazo a PM2,5. Le sigue África (17%), Europa (12,1%), América (5,6%) y Oceanía (0,1%).
La tasa de mortalidad, aseguran los autores del estudio, fue mayor en zonas densamente pobladas y altamente contaminadas en el este y el sur de Asia, y en el oeste de África. Eso sí, matizan, "la cantidad de muertes atribuibles a la exposición a corto plazo a PM2,5 en el este de Asia fue un 50% mayor que la media global".
En Australia, ahonda el estudio, la situación fue paradójica: "Vio una pequeña disminución del número de decesos, pero la fracción de muertes atribuibles aumentó de 0,54% en el año 2000 a 0,76% en 2019". Aunque matizan que esto se debe "al incremento de la contaminación del aire derivada de diferentes catástrofes naturales como los incendios de 2019".
¿Qué son las PM2,5?
Las PM2,5 de las que habla el estudio y que tanto dañan la salud humana (y medioambiental) son, como explican desde Ecologistas en Acción, "partículas en suspensión de menos de 2,5 micras". Son ellas, además, los "mejores medidores de la contaminación del aire".
En un artículo en la revista de la oenegé explican que el origen de estas partículas es "antropogénico en una alta proporción". Y es que, en buena medida, las PM2,5 "provienen de las emisiones de los vehículos diesel en la ciudad". Por otro lado, aseguran, "los efectos que tienen sobre nuestra salud son muy graves, por su gran capacidad de penetración en las vías respiratorias".
Ese es, en realidad, el mayor peligro de estas micropartículas. Y para poner solución al problema de los PM2,5, los autores del estudio publicado en The Lancet proponen implementar "sistemas de avisos de contaminación del aire y planes de evacuación". Así, concluyen, "se podría evitar la exposición transitoria a altos niveles de contaminación que derivaría en menores daños a la salud".