No se puede decir que el Amazonas esté huérfano, desprotegido, porque Bolivia, Brasil, Colombia, la República Democrática del Congo, Ecuador, Guyana, Indonesia, Perú, Congo, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela han reiterado, este miércoles 9 de agosto, su compromiso con la protección del pulmón del planeta.
Sin embargo, durante la Cumbre de la Amazonía, celebrada esta semana en Belém (Brasil), estos mismos países han reconocido que ellos solos no pueden luchar contra la deforestación del Amazonas, ni de la cuenca del Congo, ni del sudeste asiático. Y mucho menos contra los estragos que la emergencia climática pueda provocar en las regiones más ricas en biodiversidad del planeta.
Los ecosistemas en los que se encuentran las naciones que participaron en la cumbre son críticos para absorber CO₂. Pero es que también son hogar de una diversidad de especies no del todo conocidas.
Por eso, estos 12 países han insistido en que necesitan que los Estados más ricos y desarrollados del mundo pongan de su parte. Algo que lleva siendo central en las discusiones de las Conferencias de las Partes de Naciones Unidas (COP) desde hace años.
El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, ha aprovechado la ocasión para forjar una alianza fuerte que sea capaz de hacer presión durante las negociaciones de la próxima COP28, que se celebrará a finales de este año en Dubái (Emiratos Árabes).
¿Dónde está el dinero?
Así, estos países 'ricos' en selvas y biodiversidad buscan conseguir lo que se lleva demandando años: que Occidente ayude a los Estados más empobrecidos o menos desarrollados a financiar la lucha contra un cambio climático del que el sur global no ha sido responsable.
La Cumbre de la Amazonía ha concluido con una petición clara: la necesidad de que los países ricos movilicen 200.000 millones de dólares anuales hasta 2030 para frenar el deterioro de los pulmones del planeta.
[100.000 millones de dólares para que los países empobrecidos luchen contra el cambio climático]
"Iremos a la COP28 para decirle a los países ricos que, si quieren que se preserven los bosques que existen, necesitan poner dinero sobre la mesa y no solo mostrarse preocupados por los árboles, sino por la gente que vive bajo ellos", dijo anoche, Lula da Silva, a los medios.
Una vez más, en un comunicado conjunto, la docena de países de la cumbre pidieron celeridad en la creación de mecanismo para financiar la protección de los servicios ecosistémicos críticos de los que nos proveen los bosques.
Además, pusieron el foco en las promesas incumplidas por Occidente, como el compromiso de financiación climática por valor de 100.000 millones de dólares anuales o los 200.000 millones de dólares prometidos para preservar la biodiversidad a los que se llegaron en las pasadas COP.
Críticas y alianzas
La Cumbre de la Amazonía también puso el foco en las medidas medioambientales que se están llevando a cabo especialmente en la Unión Europea.
Estos países consideran que son "restricciones al comercio disfrazadas". Así aludieron, al menos, a la norma europea que prohíbe la importación de bienes relacionados con la deforestación. Una directiva que las organizaciones ecologistas consideran "tibia", aunque un primer paso necesario para proteger las selvas y bosques.
Con todo, esta cumbre celebrada en Brasil no ha terminado sin críticas: los ecologistas, informa Reuters, lamentan que haya concluido sin "asegurar un acuerdo para acabar con la deforestación en 2030". Se ha quedado, por tanto, en palabras y promesas y no en medidas concretas y alcanzables.
Sin embargo, en esta cumbre ha habido discretos avances que podrían significar mucho. El año pasado, en la cumbre del clima, Brasil, República Democrática del Congo e Indonesia acordaron crear una alianza para presionar a los países más ricos para que paguen por la conservación. Esta semana, dicha unión se ha expandido con la anexión de Congo. Esto marca el inicio de un camino de cooperación que podrían ampliarse en la COP28 de este año.