Mejorar el diagnóstico temprano de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y desarrollar nuevos tratamientos para prevenirla o, al menos, ralentizar su progreso. Esto, junto a la mejora de la calidad de vida de los pacientes, es lo que buscan el presidente de la Fundación 'la Caixa', Isidro Fainé, y la presidenta ejecutiva de la Fundación Francisco Luzón, María José Arregui, con el acuerdo de colaboración que ha firmado hoy, 8 de mayo.
Con él, las dos fundaciones buscan renovar una alianza que les permita apoyar económicamente proyectos de investigación sobre la ELA. Para ello, durante los próximos cinco años, la Fundación 'la Caixa' y la Fundación Francisco Luzón apoyarán cinco proyectos de investigación con una financiación que oscilará entre 500.000 y el millón de euros cada uno.
La Fundación 'la Caixa' será la encargada de aportar el 75% del importe a través de la convocatoria CaixaResearch de Investigación en Salud. Por su parte, la Fundación Francisco Luzón, se encargará del 25% a través del programa Talento ELA. El presupuesto se dedicará al impulso de un proyecto por año, seleccionado por un comité científico independiente.
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En 2017, ambas instituciones firmaron un primer acuerdo de cinco años de duración que desembocó en la creación de la primera convocatoria específicamente centrada en ELA en España. Desde entonces, se han destinado cerca de 2,5 millones de euros a cinco proyectos de investigación sobre esta enfermedad liderados por investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona, la Universidad CEU San Pablo, la Fundación Miguel Servet - Navarrabiomed, el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas del CSIC y el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
200.000 enfermos en el mundo
En la última década, se han realizado importantes avances en el conocimiento de las causas y los mecanismos de esta enfermedad gracias a la investigación básica y terapéutica. Sin embargo, la ELA sigue siendo una enfermedad rara, incurable por ahora y de causa desconocida, que afecta aproximadamente a 200.000 personas en el mundo. De ellas, 4.000 se encuentran en España.
La ELA provoca una pérdida progresiva de las neuronas motoras, lo que da lugar a debilidad y atrofia muscular, hasta provocar la inmovilidad completa de la persona afectada. La esperanza de vida varía: el 80% de los pacientes fallece en los primeros cinco años.
Precisamente esta alta tasa de mortalidad es lo que lleva a estas dos fundaciones a seguir dotando de recursos a la investigación de la ELA.
En los cinco proyectos de investigación apoyados en el marco del primer convenio de colaboración se trabaja para avanzar en la comprensión de las causas del proceso de neurodegeneración y poder así mejorar el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad. Esto se hace, además, desde múltiples perspectivas.
Porque, aunque todavía se desconocen las causas de esta enfermedad, se sabe que la neuroinflamación es uno de los mecanismos patogénicos que contribuyen a su aparición y progresión. Sin embargo, hasta ahora, los fármacos antiinflamatorios se han mostrado ineficaces para tratar los síntomas y frenar su evolución.
Los 5 proyectos que ya existen
De los proyectos apoyados hasta el momento, el primero que ha acabado ha sido el de Rubèn López Vales, de la Universitat Autònoma de Barcelona. Él y su equipo han demostrado que la administración oral de un lípido derivado de los ácidos grasos omega-3, la maresina, tiene efectos terapéuticos mayores que el riluzol, el único fármaco aprobado para la ELA en Europa.
El proyecto ha probado con éxito la eficacia de la maresina en modelos animales al reducir la inflamación y frenar la progresión de la enfermedad. Tras esta etapa preclínica, se están realizando ahora estudios de toxicidad y farmacocinética como paso previo al comienzo de un estudio clínico en pacientes con el objetivo último de que estos resultados acaben transformándose en un tratamiento que llegue a las personas afectadas de ELA.
Por su parte, la investigadora Carmen María Fernández-Martos está liderando en la Universidad CEU San Pablo un proyecto en el que se estudia el papel neuroprotector de la leptina, una hormona relacionada con la obesidad, y que la evidencia científica muestra que se asocia a un menor riesgo de desarrollar ELA, confiriendo una ventaja de supervivencia en los pacientes con la enfermedad.
El equipo ha logrado un modelo animal único para valorar nuevas dianas terapéuticas y donde poder estudiar los mecanismos relacionados con la leptina. El proyecto es un ejemplo de investigación multidisciplinar a nivel internacional: los estudios en animales se están realizando en España, pero la última parte del estudio y la validación de los datos en muestras de pacientes se llevarán a cabo en Australia.
Esta última parte clínica y de investigación dará la respuesta al papel que juega la leptina en las neuronas motoras.
En la Fundación Miguel Servet - Navarrabiomed, Maite Mendioroz e Ivonne Jericó encabezan un proyecto en el que se está utilizando una técnica recientemente desarrollada en el campo de la oncología para aplicarla en pacientes con ELA: la conocida como biopsia líquida.
Cuando las células degeneran y mueren, liberan su contenido, incluido el material genético (ADN), en el torrente sanguíneo. En eso precisamente se basa esta técnica. Porque esas moléculas de ADN circulantes contienen información bioquímica sobre sus células de origen, que en este caso son las neuronas enfermas. Estas moléculas se pueden aislar y estudiar mediante un análisis de sangre.
En el proyecto se está utilizando esta técnica con éxito para aislar esos fragmentos de ADN en pacientes con ELA e identificar nuevos genes que podrían utilizarse como biomarcadores de diagnóstico y progresión de la enfermedad.
Por otro lado, Ana Martínez, del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas del CSIC, está desarrollando junto con su equipo un nuevo compuesto que recupera la funcionalidad de la proteína TDP-43, que los pacientes de ELA tienen modificada.
En el proyecto se ha probado la eficacia de este compuesto en modelos animales porque previene la muerte de las neuronas motoras, que son las células nerviosas encargadas de producir los estímulos que contraen los músculos de todo el organismo. Su muerte es la responsable de la parálisis funcional que caracteriza a los pacientes afectados por la ELA.
El último proyecto en recibir el apoyo de esta colaboración ha sido el de Óscar Fernández-Capetillo, del CNIO, que explora el papel del estrés nucleolar en la ELA. Hasta la fecha, se han identificado más de 22 genes que presentan mutaciones en pacientes de ELA. La primera mutación encontrada fue en el gen SOD1, encargado de producir una enzima cuya función es proteger del daño mediado por el estrés oxidativo.
Esta es la razón por la que algunos de los tratamientos aprobados para la ELA se basan en antioxidantes, si bien hasta la fecha el impacto de estas terapias en la esperanza de vida de los pacientes ha sido modesto. Aparte de SOD1, una importante fracción de las mutaciones encontradas en los pacientes de ELA tienen que ver con la biología del ARN.
Sin embargo, el mecanismo por el cual estas mutaciones desencadenan la enfermedad y, lo que es más importante, el desarrollo de terapias contra la misma, son áreas en las que el avance ha sido limitado. En este contexto, el grupo de Fernández-Capetillo ha descubierto un mecanismo relacionado con la accesibilidad general de los ácidos nucleicos, que les ha permitido explorar nuevas terapias que limitan la toxicidad de estas mutaciones tanto in vitro como en modelos animales.
Con la ayuda de la Fundación 'la Caixa', el laboratorio seguirá profundizando en tratar de entender como mutaciones en genes relacionados con el ARN derivan en ELA, y en tratar de explotar ese conocimiento para el desarrollo de nuevos tratamientos.