El factor humano vuelve a estar detrás de la tragedia que se está viviendo estos días en Castellón. El primer gran incendio del año, que ha quemado ya más de 3.800 hectáreas, según los datos del Centro de Coordinación de Emergencias, ha vuelto a la carga. Las llamas de más de 20 metros de altura se alían con las rachas de viento de hasta 70 km/h y con la baja humedad –inferior al 20%– para expandirse sin miramientos. Tanto que, en poco tiempo, ha conseguido romper los frentes de contención marcados por los bomberos forestales.
La carretera CV-195 era uno de esos espacios de seguridad, el punto de discontinuidad que estaban aprovechando los equipos de extinción para frenar su avance. Sin embargo, las condiciones meteorológicas y del terreno lo han hecho incontenible. Ha saltado la vía que unía las localidades de Montán y Montanejos para seguir sumando hectáreas arrasadas.
Es una superficie forestal que "no se ha gestionado y la carga de combustible es descomunal", explica Juan Manuel Batiste, decano territorial del Colegio de Ingenieros Técnicos Forestales en la Comunidad Valenciana e ingeniero forestal con más de 30 años de experiencia en Castellón.
El experto lo califica como un incendio de sexta generación: el fuego se vuelve inabordable, con potencias que llegan hasta los 80.000 kilovatios por metro en el frente, cuando lo normal o lo soportable para una intervención son 10.000 kilovatios. "Con este viento que está soplando, puede pasar cualquier cosa. Puede ser irrefrenable, como el primer día, cuando en apenas seis horas se quemaron 1.000 hectáreas", asegura el ingeniero forestal.
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Esta voracidad del incendio, que comenzó el 23 de marzo en Villanueva de Viver, ha afectado a un perímetro de 40 kilómetros cuadrados y ha obligado a desalojar a unas 1.500 personas por el peligro que plantea un fuego imprevisible, según datos del Centro de Coordinación de Emergencias. Para detenerlo, se han movilizado más de 500 terrestres y 50 camiones, además del apoyo de medios aéreos.
Hasta allí se ha desplazado también el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ha recordado "la necesidad de trabajar los 365 días al año" para reforzar la prevención y "la reacción ante cualquier fenómeno adverso como los que estamos viviendo en un mes de marzo aquí en Castellón y también en Teruel". Además, Sánchez ha anunciado que el Gobierno de España colaborará en la reconstrucción de la zona y ha insistido en que "la emergencia climática no es una emergencia futura".
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"Tenemos una vegetación seca por la sequía, pero además es un manto sin discontinuidades muy peligroso", explica Batiste. El experto cuenta que hay un sotobosque –matas y arbustos– muy denso que es el que propaga el fuego con mayor virulencia. "Es consecuencia de la falta de gestión", apunta, que tiene su origen en el despoblamiento que se ha ido produciendo desde los años 60. Donde antes había cultivo y una zona de tierra que hacía de cortafuegos natural, ahora es una extensión continua de vegetación.
"Desde hace dos meses hay muchas zonas de la Península que están sin agua. La vegetación está disponible [para arder con facilidad]", asegura Carlos Madrigal, bombero y experto en meteorología aplicada a los incendios. El experto explica que "ahora, justo antes de empezar la primavera, las plantas no están moviendo savia internamente, y ese parón ha propiciado también que este incendio se salga de la sintonía habitual”.
Arde sobre quemado
La zona que se está quemando estos días en Castellón no ha parado de arder en las últimas décadas con cierta regularidad. Estas mismas localidades ya sufrieron importantes incendios que asolaron el terreno. En Alto Mijares y L'Alcalatén, por ejemplo, aún se recuerda el devastador fuego que calcinó, en apenas 48 horas, 4.000 hectáreas de bosque.
"Todas estas zonas, de los años 94 al 97, y luego, en el 2015 y 2012, se han ido quemando", recuerda. Como explica el experto, "lo que está ardiendo son masas de 30 años que crecieron tras los incendios y que ahora vuelven a incendiarse". Apunta que es "muy peligroso", porque especies autóctonas como son el pino carrasco y el pino rodeno generan fruto fértil a partir de los 15 años, más o menos, que es cuando esparcen sus semillas para volver a crecer y expandirse. Pero puede que no vuelva a pasar. Al menos, de forma natural.
"Cuando un incendio es reiterado en un espacio de tiempo inferior a 15 o 20 años, aproximadamente, son masas jóvenes que no van a volver a regenerarse", señala Batiste, que añade que es algo que también ocurrirá hacia el este o el sureste si avanza hacia esas zonas. "Se ha dejado crecer a su libre albedrío y ahora tienen una carga vegetal que emite una energía cuando se quema de hasta 80.000 kw por metro lineal. Es impensable", subraya el ingeniero forestal.
Las llamas amenazan, además de a localidades colindantes, a un importante espacio protegido de la Comunidad Valenciana: la Sierra de Espadán, ubicada entre las comarcas de Alto Palancia, Plana Baja y Alto Mijares (donde se está extendiendo el incendio). De hecho, es el segundo parque natural más extenso de la comunidad. Sus más de 30.000 hectáreas se protegieron en 1996 por su valor ecológico y ecosistémico.
Lo más característico, y una de las cuestiones por las que se concedió esta protección al paraje natural, es un bosque de alcornocales que es único en toda la comunidad. Además, como recoge la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife), es una zona de montaña de gran valor ambiental que destaca por su singularidad geológica y por las especies endémicas de gran interés que acoge.
Entre otras, alberga poblaciones nidificantes de 22 especies de aves y la zona es de especial importancia para la conservación de rapaces rupícolas como el águila-azor perdicera, el buitre leonado, el águila real, el alimoche común, el halcón peregrino y el búho real.
"Es cierto que si se sobrepasa el frente en el que se está actuando actualmente, si no se consigue retener bien por el viento o por la circunstancia que sea, el fuego va a entrar en la Sierra de Espadán irremediablemente", asegura Batiste. Aunque apunta que, a pesar de que la falta de gestión es incluso superior en un paraje natural, la situación es similar en este caso. "Es exactamente igual el terreno, la vegetación es muy similar" tanto dentro como fuera de la reserva natural.
No obstante, puntualiza que "un humilde tomillo es tan importante como un alcornoque", todo importa. De hecho, como ya ha informado el Centro de Coordinación de Emergencias, el megaincendio ya ha afectado a zonas Red Natura 2000, áreas de conservación consideradas a nivel comunitario por su alto valor ecológico.
El riesgo de incendios aumenta
Las temperaturas son mayores de lo habitual y las lluvias se hacen de rogar. Una situación que crea el escenario perfecto para el desarrollo de un gran incendio forestal como el que sufre Castellón. En la Comunidad Valenciana, el déficit de precipitaciones ha llegado al 40% menos desde octubre.
En este sentido, Batiste comenta que "se habla de la influencia del cambio climático. Lo que nos afecta es que llevamos una época de sequía pertinaz, muy prolongada, la vegetación está muy seca". Además, añade que "es anómalo que en el mes de marzo estemos alcanzando las temperaturas que estamos alcanzando y con la pluviometría tan escasísima que llevamos acumulada".
Asimismo, según declaraciones recogidas por Efe de Samira Khodayar, directora del grupo de Meteorología del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), "en las últimas décadas el esfuerzo humano había logrado reducir el número de incendios, y de hecho hemos tenido un periodo largo de tiempos sin demasiados en la Comunidad Valenciana". Pero, explica, "eso es por la labor de prevención".
En lo que respecta al abandono del medio rural y a los usos del monte, "buena parte de ellos son polvorines" y si no mejoramos en esto "las consecuencias serán devastadoras", apunta Khodayar. Según explica esta especialista, el cambio climático genera condiciones más cálidas y húmedas, y "eso aumenta el riesgo". Sobre todo, cuando las previsiones señalan a una duplicación de estos fenómenos en los próximos 40 años en el Mediterráneo.