"El mundo debe estar a la altura del desafío de unas temperaturas cada vez más altas", dice el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en un informe que él mismo ha encargado. En él, pone sobre la mesa los peligros que entrañan los grados que esta semana están marcando los termómetros mundiales. Y es que el lunes 22 de julio fue el día más cálido a escala global desde que hay registros, según datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus.
Ese mismo día, la temperatura media planetaria alcanzó los 17,16 °C, cuando la media entre 1991 y 2020 para el mismo día se sitúa en 16,25 °C. Esto implica, tal y como muestran los datos de Copernicus, una anomalía de 0,90 °C.
El informe, que recopila, analiza y sintetiza datos y evidencia científica recogida por varias entidades de la ONU, como FAO, OIT, OCAH, UNDRR, PNUMA, UNESCO, ONU-Hábitat, UNICEF, OMS y OMM, recuerda que, por el momento, 2023 ha sido el año más cálido desde que hay registros. Todo, añade, "por una combinación de factores entre los que destacan el cambio climático a largo plazo y El Niño".
Esa tendencia, recuerdan desde Naciones Unidas, ha continuado este 2024. Y es que junio ha sido el decimotercer mes consecutivo en el que los termómetros mundiales han batido todos los récords. Por eso, escriben los autores del informe, "la crisis climática está causando un calor devastador en todas partes".
Asimismo, el rumbo de las temperaturas no parece que vaya a cambiar en un futuro cercano. Es más, el informe de la ONU, titulado Llamamiento a la acción del secretario general de las Naciones Unidas sobre el calor extremo, indica que las previsiones dicen que "al menos uno de los próximos cinco años será el más cálido de la historia", llegando a superar incluso al pasado 2023.
La jefa de las negociaciones climáticas de la ONU entre 2010 y 2016, Christiana Figueres, resume la situación diciendo que "el tan utilizado término 'sin precedentes' ya no describe las horribles temperaturas que estamos experimentando". Y alerta de que "los países del G20 se enfrentan a una peligrosa realidad que deben abordar con decisión mediante políticas que aceleren el despliegue de las energías renovables y la eliminación prudente de los combustibles fósiles".
Porque, insta, "un tercio de la electricidad mundial puede producirse solo con energía solar y eólica, pero las políticas nacionales específicas tienen que permitir esa transformación".
Cuestión de salud y trabajo
La llamada a la acción de Guterres incide en cómo las altas temperaturas afectan tanto a los ecosistemas como a la salud humana y económica en todos los países. "El calor extremo es mortal y perturba las economías y las sociedades", explica el informe. Y lo justifica a base de datos: "Entre 2000 y 2019 se produjeron anualmente aproximadamente 489.000 muertes relacionadas con el calor, el 45% de ellas en Asia y el 36% en Europea".
Vivir en un continente u otro, por tanto, no implica que una persona evite por completo los efectos nocivos de las altas temperaturas en el cuerpo humano. Pero es que, según el informe de la ONU, la "pérdida de capacidad laboral relacionada con la exposición al calor" produjo pérdidas de ingresos potenciales equivalentes a 863.000 millones de dólares en 2022.
"Solo en los últimos 100 días, hemos sido testigos de muertes relacionadas con el calor en países desde Arabia Saudí hasta la India, riesgo por insolación en todo Japón, escuelas que se están cerrando en Bangladés y las Filipinas, advertencias severas de calor emitidas por los gobiernos del sudeste de Europa, y nuevos registros de temperatura récords en todo Estados Unidos", afirma el texto.
Y es que más allá de los 45,6 °C que se alcanzaron el 24 de julio en territorio nacional, en concreto en El Granado (Huelva) —el valor más alto de este 2024—, el planeta entero lleva meses registrando temperaturas que, incluso, han llegado a superar los 50 °C.
Es el caso de los 53,9 °C alcanzados en el californiano Valle de la Muerte (EEUU) el pasado 7 de julio. O de los 53 °C de Tepache (México) el 20 de junio. O de los 53,1 °C de Yahra (Kuwait) el 23 de junio. Temperaturas extremas que se ven intensificadas en las zonas urbanas por las conocidas como islas de calor.
Como ya se contó en ENCLAVE ODS, con temperaturas superiores a los 30 grados, el asfalto de las ciudades puede llegar a alcanzar hasta 70; el cemento, 60 y los tejados, alrededor de 50. El motivo va más allá del aire caliente que envuelve una urbe cuando los termómetros suben, ni siquiera es culpa exclusivamente del tráfico rodado. Más bien, son los propios materiales de las ciudades los que emanan un calor insoportable y peligroso para la salud.
Por eso, Alba Badia, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB), insta a que los refugios climáticos —como los que ya se despliegan en ciudades como Madrid o Barcelona— aborden "las injusticias ambientales urbanas".
Para ello, sugiere que se implementen "infraestructuras verdes y de refrigeración más accesibles", que beneficien a grupos vulnerables más afectados por la emergencia climática, como los ancianos, los niños o las personas con condiciones médicas preexistentes.
3 °C de más
Un análisis publicado el jueves 25 de julio por el consorcio de investigación ClimaMeter concluye que las olas del presente mes de 2024 en Europa son hasta 3 °C más cálidas que las observadas anteriormente en esta parte del mundo. Un fenómeno que, aseguran, atribuyen al cambio climático provocado por el ser humano.
A través de datos satelitales de las últimas cuatro décadas, el consorcio ha llegado a la conclusión de que no solo las temperaturas son más altas durante las olas de calor europeas, sino que los episodios extremos suceden "antes en el año" y no se circunscriben a julio y agosto.
Y es que cabe recordar este año las olas de calor se han venido sucediendo en toda Europa desde abril, cuando la primera de ellas azotó la península ibérica en su conjunto. Estas también se han sucedido en el resto del continente y han provocado un aumento de las hospitalizaciones y de los incendios forestales. Desde ClimaMeter ponen de relieve la "particular" intensidad de las temperaturas en Francia, Alemania y Suiza.
No por nada el informe sobre el estado del clima europeo de Copernicus indicaba el pasado abril que Europa es el continente que más rápido se está calentando. Además, la frecuencia de las olas de calor en Europa Occidental está aumentando unas tres veces más deprisa que la media mundial, y su intensidad crece cuatro veces más deprisa.
Y es que 23 de las 30 olas de calor europeas más graves se produjeron entre 2000 y 2023. Además, los tres años más cálidos registrados en Europa tuvieron lugar entre 2020 y 2023, y los 10 años más cálidos en el continente se produjeron después de 2007. Eso sí, el consenso científico afirma que estos datos no hubiesen sido posibles sin la acción directa del cambio climático antropogénico.
Más acción
Los datos son los que son. Y los termómetros no dejan de subir año tras año. Por eso, el secretario general de Naciones Unidas insta a los Gobiernos y a todos los actores de la sociedad a 'ponerse las pilas' y empezar a recortar efectivamente los gases de efecto invernadero —responsables de la mayor parte del calentamiento global— que lanzan a la atmósfera.
Esto, junto a medidas urgentes de adaptación y mitigación, formará el combo perfecto para que las generaciones futuras —pero también las que ya conviven con los adultos de hoy— tengan mejores herramientas para hacer frente a la emergencia climática.