La cordillera de los Andes cruza Sudamérica desde la Tierra del Fuego, al sur de Argentina, hasta el Ecuador. Es —literalmente— la espalda del continente. En ella se produce un curioso efecto al servir de muralla contra las corrientes que vienen del pacífico y, a la vez, hacen efecto barrera para aguantar las que vienen del Atlántico con partículas del desierto del Sahara. Y es que, la selva del Amazonas es tal como la conocemos por el abono traído del desierto africano.
Los Andes acumulan la humedad empujada desde el océano y permiten la vida en lugares tan remotos e inhóspitos como el desierto de Atacama situado en Chile y, que a veces, provoca una explosión de flores y colores en el llamado 'Desierto florido'. Fue por ese motivo que, en 2022, el gobierno de Chile creó el Parque Nacional Desierto Florido.
"Son más de 200 especies de flores y, además, hay una fauna exquisita que también debe ser protegida", dijo el presidente de Chile, Gabriel Boric, cuando anunció sus intenciones de otorgar al desierto de Atacama la mayor protección que tiene el país andino. Además, este espectáculo de color atrae a numerosos turistas y visitantes de la zona que van para fotografiar y dañan el frágil ecosistema.
Este evento, conocido como el 'desierto florido', aparece cuando se acumulan precipitaciones por encima de 15 mm. El promedio es de menos 0,1 mm al año y, en muchas regiones, ni llueve desde hace décadas. La única fuente de agua viene de las nubes del pacífico y se les conoce como camachaca.
La investigadora del Banco de Semillas del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) de Chile, Carina Martínez, explicó en declaraciones a la BBC que esto "solo ocurre cuando el fenómeno de El Niño altera el patrón de lluvias".
Este fenómeno atmosférico ocurre sin un patrón exacto cuando hay suficiente intercambio de energía en forma de calor entre el océano y la atmósfera. Esto provoca copiosas lluvias que consiguen que un gran número de semillas 'durmientes' desde el anterior evento florezcan ofreciendo unas vistas hermosas; especialmente si se compara con el paisaje marrón y desértico que normalmente es.
El desierto de Atacama es considerado como el más seco del mundo, pero también el más alto, por lo que es uno de los más fríos. Aunque es normal que la diferencia de temperaturas del desierto sea enorme, aquí pueden variar de 0 a 40 °C. "Es algo increíble que estas semillas resistan condiciones tan extremas y florezcan cuando viene algo de lluvia", recalcó la científica.
La amenaza del hombre
Hay varios ejemplos de desiertos florecientes en el mundo, en Perú, Australia o EEUU que surgen gracias a la mineralización de su suelo. Por eso, también se dice que los episodios de calima en España son buenos para el campo. Sin embargo, no se puede generalizar. Cada caso es único por la variedad de semillas que albergan.
Además, uno de los problemas en el desierto de Atacama es que cuando no florece parece que no hay vida, y entonces la gente y la administración se olvidan. Allí se encuentran especies endémicas únicas, como el arbusto Pintoa chilensis y la hierba Eragrostis pycnantha, ambas catalogadas en peligro de extinción. De ahí su importancia.
El parque nacional recientemente se emplaza a 30 kilómetros al sur de Copiapó, la capital de la región de Atacama, en el norte del país. Lugar en el que la Corporación Nacional Forestal (CONAF) en Chile, el organismo encargado de guardar el parque nacional, realiza una campaña continua de protección y concienciación para salvar la flora nativa.
La función principal de CONAF es proteger esas floraciones, ya suficientemente amenazadas, por los efectos de la emergencia climática que cambia los patrones de lluvias y temperaturas, y que se nota especialmente en ecosistemas tan frágiles como este.
Aunque cuando se producen estos eventos parece que un mar de flores moradas y amarillas lo cubre todo, según un estudio del Instituto de Ecología y Biodiversidad de Chile, "hay mucho más". La flor conocida como Pata de Guanaco (Cistanthe longiscapa) suele tener dos colores, pero en el caso de Atacama, aparecen otros tonos rosados y blancos.
"Si las mirabas en ultravioleta también encontrabas que podían llegar a ser diferentes. Por ejemplo, la flor púrpura que dominaba no reflejaba el ultravioleta, en cambio, las rosadas sí reflejaron ultravioleta. También el amarillo que dominaba reflejaba ultravioleta, pero entre medio uno podía encontrar flores amarillas sin ultravioleta", explicaba Martinez-Harms, director del estudio. Una particularidad que no se percibe al ojo humano, pero sí al de los insectos polinizadores.
Consecuencia de ello, se considera que hubo insectos que promovieron cruces entre flores, llegando a estas variantes y aumentando la diversidad genética. Esto los convierte en actores fundamentales para la conservación de la fauna y la flora de un lugar tan frágil como espectacular.