En 2022 el planeta rompió todos los récords de población. Con más de 8.000 millones de habitantes según Naciones Unidas, el planeta vive en una paradoja constante. La sobrepoblación es una realidad en buena parte del globo —lo que pone una presión extra sobre los recursos naturales—. Mientras tanto, las bajas tasas de natalidad y el envejecimiento de las sociedades occidentales ponen en jaque el país de diversos países y, sobre todo, de sus arcas públicas.
La demografía y la política poblacional llevan, así, ocupado un lugar preeminente en el debate público desde hace décadas y, como consecuencia, han inspirado propuestas que oscilan entre lo convencional y lo profundamente controvertido. Hay quienes apuestan por la inmigración regulada para recuperar la población 'perdida'. O por las políticas que fomenten la conciliación y los servicios públicos.
Otros, en cambio, prefieren adentrarse en distopías que nada tienen que envidiar al Gilead que retrató Margaret Atwood en El cuento de la criada. Una de ellas, por ejemplo, no es nueva: magnates estadounidenses del sector tecnológico como Elon Musk o Jeff Bezos llevan años apoyando las teorías pronatalistas que tan de moda están en Estados Unidos.
Estas consisten, como ya se explicó en este vertical, en repoblar el planeta con "aquellas personas que puedan producir una descendencia genéticamente superior". El movimiento pronatalista defiende la necesidad de elevar las tasas de natalidad para evitar un debilitamiento de la calidad de vida. De esta manera, apuesta por políticas que impulsen la procreación para garantizar el desarrollo económico de los pueblos, así como la estabilidad social y la preservación cultural.
El mayor problema de este tipo de teorías está en sus tintes más polémicos. Por ejemplo, que solo ciertos sectores de la sociedad —aquellos que están copados por personas de clase alta y blancas en su mayoría— son los que deberían tener múltiples descendientes para mejorar la humanidad.
Como ha explicado Musk en más de una ocasión, serían los "genéticamente superiores" los que, tecnología en mano, procrearían y, así, repoblarían las sociedades. En el año 2017, el empresario escribía en el entonces Twitter: "La población mundial se está acelerando hacia el colapso, pero pocos parecen darse cuenta o preocuparse". En 2019 dijo que "el mayor problema dentro de 20 años será el colapso de la población". Con sus palabras, advertía a sus seguidores de la necesidad de ser pronatalistas.
Como Musk, otros millonarios se han unido al discurso de Musk. Es el caso de Ross Dou, Joe Rogan, Jeff Bezos o Marc Andreessen. Incluso el matrimonio formado por Simone y Malcolm Collins llegó a crear una página web pensada para difundir el pronatalismo y concienciar a la población sobre su importancia.
"Venta" de niños
Pero la de los pronatalistas no es la última idea un tanto esperpéntica que ha vuelto a copar los titulares y las redes sociales. El pasado 6 de julio, el senador argentino Juan Carlos Pagotto saltó a la palestra con una propuesta cuanto menos controvertida.
El representante del partido de Javier Milei, La Libertad Avanza, propuso en el pleno del parlamento argentino "aprobar la legalización de la venta de niños en caso de familias en estado de necesidad". Pagotto incluyó de extranjis su polémica idea en su intervención en el pleno.
"Se impondrá prisión de 4 a 10 años a quien reciba o entregue un menor de edad mediando precio […]", dijo. Y añadió: "Queda exento de esta pena el progenitor que entregare a su hijo cuando mediare estado de necesidad".
Tanto la propuesta del partido de Milei como el pronatalismo de Elon Musk son, cuanto menos, éticamente dudosas. Por un lado, los derechos humanos se verían cuestionados por este tipo de movimientos —especialmente por el argentino—. Por otro, acercarían el mundo a esos futuros distópicos sobre los que muchos autores llevan décadas teorizando.