"Todo el mundo me llama Jony, pero en realidad mi nombre es Jonatan Artiñano [Málaga, 1980]. Te lo advierto: si te atreves a leer este libro, vas a odiarme mucho. Pero lo cierto es que la calle es un lugar donde el odio es lo que menos me preocupa". Así arranca su libro el hombre detrás del canal de YouTube @viviendoenlacalle.
Al final, dice, "la vida está estipulada de una forma en la que todo es Mr. Wonderful, Disney, maravilloso, todo el mundo es heterosexual, todo el mundo es rubio o rubia con ojos azules, tiene un perro labrador y les va de puta madre". Sin embargo, recuerda, "no es así".
Artiñano insiste en que "todo el mundo tiende a idealizarlo todo". Por eso, cuando él llega y cuenta su historia, no es del agrado de todos. Y lo explica: cuando comenzó a hacer directos la gente prefería verle cocinando en un camping gas que hablando de cómo había acabado en la calle. Y eso, dice, es lo que le dio a su audiencia que, poco a poco, fue creciendo.
"Fue al año y medio, cuando empecé a hacerme conocido, que otros compañeros o excompañeros empezaron a hablar e intentar desprestigiarme. Decían cosas como 'cómo hacéis famoso a este delincuente, esta persona ha hecho esto, esto y esto'. Porque la gente escuchaba cosas y decía lo que quería", cuenta.
Y en ese preciso momento decidió que ya era hora de contar su historia. Sentado en una famosa plaza de Madrid, donde ha vivido prácticamente toda su vida, empezó a hablar de sus padres, Carlos y Cristobalina, de los que no sabe mucho más allá de que eran yonquis.
De cómo la heroína marcó su infancia y cómo su abuela fue su faro de esperanza. La que, cuenta en el libro, hizo que se acabasen "los días de agua y azúcar", o de "pasar hambre". Aunque esto último, "al menos por una temporada". Y de cómo todo se descarriló hasta que el ‘streaming’ le aupó.
No es oro todo lo que reluce
"Empezar en YouTube es difícil, sobre todo si eres un poco más mayor; Dalmau o Esttik tardaron ocho años en dejar su trabajo", confiesa Artiñano. Él sigue trabajando con su moto, de repartidor, a pesar de sus 288.000 suscriptores en YouTube, más los 392.157 seguidores en Twitch.
Se reúne con ENCLAVE ODS al mediodía en la sede madrileña de Penguin Random House, grupo editorial que ha llevado a la literatura la historia que lleva años contando en redes con Así acabé viviendo en la calle (Plaza Janés, 2024). Es mediodía y dice estar "molido"; acabó a las cuatro de la mañana su jornada de trabajo del día anterior. Y confiesa que "vivir de esto", del streaming, "cuesta muchísimo".
Artiñano reconoce que "nunca había pensado" que llegaría a tener éxito en esto de las redes. Y mucho menos cuando empezó, que ni siquiera tenía un techo sobre su cabeza bajo el que descansar o resguardarse del sol o la lluvia.
Por eso el libro, dice, lo ve como un punto final: "Hasta aquí la historia de mi vida, ahora me toca escribir otro libro distinto, una segunda parte". Y admite que ya está preparando un vídeo para YouTube para abrir esta nueva fase. "Pretendo hacer un vídeo con el que se cierre ya este capítulo y pasar a otra cosa", explica.
Su nueva etapa —o su nuevo "libro"—, confiesa, quiere que sea más "tranquila", con "menos ansiedad, con menos agobio". Porque dice que un vídeo no se hace en un instante y es complicado compaginarlo con un trabajo. Y es que, recuerda, los algoritmos "premian la constancia" y "cuando más te expones, más creces".
Malas compañías, malas decisiones
Su vida, cuenta Artiñano en Así acabé viviendo en la calle, no fue un camino de rosas, y de ahí el título del libro y el nombre de sus canales de YouTube y Twitch. Las malas compañías y alguna que otra mala decisión de adolescente le llevaron a que su sangre le diese la espalda. "Mi familia se desprendió de mí y ese día me convertí en tutelado de un organismo público", escribe.
En el centro de menores, confiesa, no aprendió mucho. Allí encontró, más bien, esas peores compañías que marcarían su futuro y los "aprendizajes", matiza, llegaron "a posteriori", ya de adulto.
Pero en aquel momento, lo que le sobrevino fueron las drogas y el "ir de malo" por la vida. Algo que acabó con él detenido por la Guardia Civil por robar motos en Peñíscola. Era el año 1998 y, escribe Artiñano, no recuerda en el módulo en el que estuvo. Pero, dice: "No puedo olvidar que estaba en el kilómetro 10 de la carretera de Alcora. Estaba en el centro penitenciario de Castellón de la Plana".
"Lo que aprendí de mi paso por la cárcel es que no quiero volver; ya está, que la cárcel al final es una mierda, que hay gente muy mala, pero mala de verdad, con maldad. Y no estoy hecho para eso".
Fue en ese momento, entre rejas, cuando fue realmente consciente de que todo lo que había hecho "en la calle, en el barrio, era solo una careta". Y añade: "Ahí te das cuenta de que tú no eres así, porque yo realmente no era así de malo".
De la cárcel a la calle
Escribe en el libro que su primer día en la cárcel se sintió "desorientado". El último, en cierto modo, también: "Cuando fantaseaba sobre lo que haría al llegar este día [su salida de prisión], lo que se me ocurría poco tenía que ver con esperar a un cura bajo la lluvia". Ese hombre fue quien le condujo a su nueva vida que, especifica, "no significaba que fuera mejor".
Y no lo fue, pues le llevó a vivir en la calle. Pero de todo se sale, dice, y él lo hizo, confiesa, a base de "motivación". "Para salir de la calle tienes que encontrar algo que te motive a querer conseguir las cosas; y pasa incluso para salir de la rutina de tu día a día, y hablo de las personas que tienen un trabajo normal y que están estancadas en la vida", explica.
Porque, insiste, "si no tienes algo que te llame la atención es muy fácil dejarse llevar". Por eso, él tenía "un foco o una meta" de esa manera, dice, "sabía que iba a conseguir la fuerza suficiente como para tirar pa'lante con todo".