Afganistán vive en una encrucijada. Y el mundo, además, parece haber cerrado los ojos ante la situación de violencia extrema que ejercen los talibanes. O, quién sabe, tal vez la comunidad internacional se ha colocado un burka que no le deja ver, como tampoco permite a las afganas mirar el mundo.
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La tela azulada a veces, otras negruzca, que oprime sus vidas, que les impide estudiar, trabajar o pasear solas por las calles, pende sobre la sociedad afgana —en su conjunto— como una espada de Damocles. En cualquier momento puede caer y partir en mil pedazos lo que queda de esta frágil sociedad. Especialmente, ahora que, como explica Geke Huisman, coordinadora médica de MSF en Afganistán, “las reglas no escritas del país se han convertido en ley”.
Ella, que llegó al país asiático en 2012, casi una década antes del regreso de los talibanes y 11 años después de la invasión estadounidense, reconoce que ya “antes” había ciertas normas “de decoro” que decían “cómo las mujeres debían comportarse, que no debían trabajar solas, que debían cubrirse por completo, que no debían sentarse al lado de un hombre que no fuera su esposo o un pariente varón”.
Ahora, recuerda, “esas mismas cosas son ley, están por escrito, y eso ejerce mucha presión sobre las mujeres y también tiene un impacto en la atención sanitaria”. Claro, que la situación de la asistencia médica en Afganistán, dice, “en general nunca ha sido buena”. Y matiza: “Especialmente para ellas”.
Huisman asegura que “la situación general no ha mejorado en los últimos diez años” y ya antes del golpe de Estado talibán “había un problema de acceso a la atención médica”. Hace una década, cuenta, “las mujeres que iban a la escuela o a una clínica tenían que ir acompañadas de un hombre, un pariente varón, y lo hacían completamente vestidas con burka. Ya era un problema entonces”. Sobre todo, matiza, en las zonas rurales del país.
4 horas de viaje para ir al médico
“La cobertura sanitaria básica también ha empeorado en la última década”, reconoce Huisman. Y los datos de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) le dan la razón. Afganistán es uno de los países del mundo con una de las peores ratios de muerte materno infantil del mundo: de cada 100.000 nacimientos, 699 personas fallecen.
Huisman coordina un hospital de MSF en la provincia de Helmand, una zona rural del oeste del país. En total, cuentan con 350 camas. Al día, asegura que pueden llegar a pasar por su sala de espera entre 800 y 1.000 pacientes por día. Al mes atienden 2.000 partos y entre 7 y 10 cesáreas diarias. Esas cifras, reconoce, son "enormes" y "ejercen mucha presión sobre una instalación precarizada".
Además, asegura, “en pediatría y maternidad tenemos dos pacientes por cama”. Esto, explica, significa que “si acudes a dar a luz en uno de los principales hospitales en funcionamiento en Helmand, solo puedes quedarte una hora después del parto y luego tendrás que volver a casa”.
Esta situación, se queja, “está lejos de ser razonable”. Pero es que nada parece serlo en un país que ha despojado a las mujeres de cualquier tipo de derecho humano fundamental.
Las embarazadas, explica Huisman, “llegan, todas, en un estadio tardío del parto, porque tienen que viajar desde lejos”. Las situaciones médicas complejas y de alto riesgo, por tanto, son diarias. Algo que, asegura la doctora, no son de extrañar “si tienes que viajar 4 o 5 horas y estás de parto o tienes problemas con tu parto”.
Pero no solo eso: “Como mujer no se te permite viajar sola, ni tomar decisiones; así que tienes que esperar a que el hombre regrese a casa y te dé permiso para ir al hospital”. Además, recuerda, la mayor parte de Afganistán es rural, por tanto, una mujer de parto (o enferma) "tiene que organizar un transporte y asegurarse de que sea un pariente varón el que la acompañe". Y la familia necesitará dinero para el transporte, pero "la situación económica, por supuesto, tampoco es buena".
¿Servicio de salud afgano?
Los problemas no acaban una vez se encuentra la manera de llegar al hospital. "La segregación del acceso tanto a los transportes como a los hospitales también complican la situación", matiza la coordinadora médica de MSF en Afganistán.
Aunque también recuerda que “lo ideal sería que hubiese una buena atención primaria, una atención prenatal adecuada… que todo funcionase antes de tener que llegar a un hospital”. Sin embargo, la realidad no podría distar más de lo que sería preferible. Una geografía montañosa y una “falta total” de inversión por parte del Gobierno talibán en infraestructura elemental, se traduce en la ausencia de "todo lo básico, entro ello la atención primaria".
El sistema de salud afgano es inexistente. Y la financiación de la sanidad en el país, en estos momentos, se reduce a donaciones internacionales a oenegés como Médicos Sin Fronteras. El problema está en que "si el gobierno invierte, pero no funciona correctamente, los centros de MSF o de otras organizaciones se ven desbordados”.
La precariedad de la atención médica básica en el país, insiste Huisman, tiene repercusiones en toda la población, no solo en las mujeres. "Hay más malnutrición, hay más enfermedades contagiosas y hay más complicaciones en los niños", asegura.
Nadie para tratarlas a ellas
Esta situación extremadamente precaria repercute, además, en cómo se dibuja el futuro del país. Desde septiembre de 2021, las niñas afganas tienen que abandonar la escuela al cumplir los 11 años. Un año después, los talibanes les prohibían acceder a la universidad. Aquellas que ya estaban en aquel momento matriculadas, sin embargo, continuaron su formación, especialmente quienes asistían a escuelas de enfermería.
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Ahora bien, Huisman aclara que estas decisiones, más allá de la “aberración” que suponen, tendrán nefastas consecuencias para un futuro muy cercano: "Dentro de cinco o seis años, ya no habrá más jóvenes matriculadas en escuelas de enfermería, ni general ni obstetricia".
La paradoja está, asegura, en que los talibanes no quieren "a un enfermero varón tocando a una mujer; no está permitido". Así que ¿quién va a atender a las mujeres enfermas? ¿Y a las parturientas? ¿Y a esos bebés recién nacidos que necesitan contacto con su madre?
El problema, por el momento, es a medio plazo. Ahora mismo, aclara Huisman, “las chicas sí se pueden matricular en enfermería si tienen las calificaciones adecuadas; las escuelas siguen abiertas, llenas de mujeres que ya estaban estudiando hace tres años, pero acabarán cerrando porque las jóvenes no pueden recibir ya la formación adecuada para acceder".
La situación no es mejor en Medicina: prácticamente todas las universidades están "cerradas" para las mujeres, aunque "aún en algún puñado las admiten si ya estaban matriculadas de antes". Eso sí, lamenta Huisman, "lo que vemos ahora es que si las doctoras quieren graduarse, no pueden presentarse a los exámenes finales; en tu último año de la escuela de Medicina, como mujer, no podrás terminar carrera". Eso, indica, no significa otra cosa que "nunca se convertirán en médicos oficiales".
Este es otro de los problemas, recuerda, a los que se enfrentarán en un futuro no tan lejano en Afganistán. Porque, explica, "ahora todavía podemos trabajar con el personal femenino". Y eso a pesar de que su equipo femenino de médicas, enfermeras y comadronas "tienen, por obligación, a un pariente varón que trabaja en el mismo hospital".
Y Huisman pone un ejemplo: "Mi enfermera en el quirófano de la mujer tiene en algún lugar del hospital a un pariente varón". Además, explica, las doctoras de obstetricia y maternidad, al igual que las comadronas, están separadas del resto del hospital. "Mi colega, hombre, no puede ir a la maternidad, porque o bien no se le permite entrar o tiene que tocar una campana para que todas las mujeres se cubran la cara y la cabeza".
Lo que va a ocurrir con le paso del tiempo y con la falta de relevo generacional en estas áreas de la medicina que, ahora mismo, son exclusivamente femeninas en Afganistán, es que será inviable que un sanitario atienda, por ejemplo, las complicaciones de un parto.
Y ya no solo eso, explica Huisman, los problemas se extienden a pediatría: "Llegará un momento en el que vengan madres con niños enfermos y los enfermeros no podrán ni acercarse a ellas, y mucho menos ayudar a una madre a amamantar a su bebé". Y lamenta: "Imagínate si hay un recién nacido ingresado, ¿qué pasará? Necesita una enfermera mujer".