Las nori, esas algas que envuelven el arroz, el wasabi, la salsa de soja y el pescado crudo en armonía en las piezas de sushi, podrían proclamarse las algas más representativas de Japón. Pero hay otra que también se han incorporado en el orgullo nipón: los marimos. Las poblaciones de esta especie de alga submarina de agua dulce, con su peculiar aspecto verde, esponjoso y blando, se han reducido de manera anormal en los últimos años. Ahora, solo se encuentran en dos lugares del planeta: en lago Mývatn (Islandia) y el lago Akan, en la isla de Hokkaido (Japón).
Normalmente, el marimo (Aegagropila linnaei), también conocida como "bola de Cladophoras", crece en filamentos fibrosos y pasa su vida adherida a las rocas, formando una estera de pelusa verde poco llamativa, como el musgo submarino. Y en muy raras ocasiones adoptan una forma esférica casi perfecta, haciendo honor a su significado —"bola de musgo", en español— que rueda por el fondo del lago.
La primera muestra de un ejemplar de estas algas fue recogida por el botánico sueco Carl Linnaeus en 1753. Pero no se adoptó el nombre por el que se conocen ahora hasta un siglo después, cuando Takuya Kawakami, otro botánico, las encontró junto al lago Akan, en Hokkaido (Japón) y las bautizó como "marimos" —combinación de mari, una pelota de juguete que rebota, y mo, un término colectivo para las plantas acuáticas—.
Hoy por hoy, se han convertido en un tesoro nacional protegido —una categoría concedida por la Agencia de Asuntos Culturales— e incluso gozan de un estatus especial en la liturgia del pueblo ainu de Japón, que celebra un festival en el que primero dan la bienvenida a los marimo al lago Akan, los recogen y luego los devuelven en una ceremonia sagrada. Su recolección allí está prohibida, pero hay quien 'cría' marimos, artificiales o recolectados en otros lugares.
Aunque está protegido en algunas regiones, sus poblaciones están en declive en todo el mundo. Un estudio de 2010 realizado por investigadores de la Universidad de Leiden concluyó que la población mundial de marimo esférico había disminuido casi un 60% en 30 años. Y se constató que en el 57% de los lagos en los que antes se conocía la presencia del marimo, aunque solo fuera en su forma fibrosa, no se había visto esta especie en décadas.
La investigación también daba cuenta de que la eutrofización —el enriquecimiento excesivo en nutrientes de un ecosistema acuático— era la razón más probable por la que había desaparecido en Países Bajos. Según esta teoría, la proliferación de cianobacterias enturbia los lagos y bloquea la luz solar que mantiene vivas a las algas.
"La proliferación de cianobacterias se debe a la presencia de nutrientes de origen humano, a la eutrofización y al calentamiento del clima", explicó Árni Einarsson, director de la Estación de Investigación de Mývatn, a Public Parks. Pero advirtió que es difícil sacar conclusiones sobre la razón que está haciendo desaparecer a esta especie cuando los cambios tienden a ser escalonados más que graduales.
Las reducidas poblaciones de marimos han mantenido en vilo a los científicos. Pero no se han quedado de brazos cruzados: están arrojando luz sobre cómo funcionan, así como la manera de estimular el crecimiento de los ejemplares y las colonias.
La clave es la luz solar
El año pasado, el profesor de la Universidad de Tokio, Masaru Konequipo, lideró a un equipo de científicos de la Universidad de Tokio que exploraron la bahía Churui, en el lago Akan para medir la temperatura y la intensidad de luz solar bajo el agua, con y sin capa de hielo, y descubrieron que los marimos podían sobrevivir a la luz brillante durante un máximo de cuatro horas.
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Otro de sus descubrimientos, publicados en la revista International Journal of Molecular Sciences, fue que al exponer a las algas a una luz moderada durante 30 minutos, estas eran susceptibles de autorrepararse de los daños recibidos. "Sabemos que el marimo puede sobrevivir a la luz solar brillante en las aguas cálidas del verano, pero hasta ahora no se habían estudiado las propiedades fotosintéticas del marimo a bajas temperaturas invernales, por lo que nos fascinó este hecho", declaró Konequipo
En sus resultados, los investigadores concluyeron que la supervivencia de esta especie estaba muy ligada a la cantidad de luz recibida durante las distintas épocas del año. Su relación con el sol es muy particular: durante su proceso de regulación de la fotosíntesis, liberan burbujas de oxígeno que hace que se asomen en la superficie marina. Así, flotan en la superficie marina por el día y se hunden al fondo cuando cae la noche.
¿Y las aguas?
Los patrones de crecimiento de estas algas esféricas son todavía un misterio para los científicos: entran en juego diversos factores ambientales, como las condiciones hidrológicas, meteorológicas y topográficas. Sigue sin conocerse cómo mantienen su cavidad central única y su grosor. Lo que sí se sabe es que los marimos existen gracias a un delicado equilibrio entre el crecimiento externo y la descomposición interna, que es también la razón por la que las bolas son huecas.
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En un estudio publicado en octubre de 2023, Keisuke Nakayama, de la Universidad de Kobe, y Yoichi Oyama, del Centro de Investigación Marimo, analizaron los procesos de crecimiento (por fotosíntesis) y descomposición (por respiración) de los marimos gigantes del lago Akan. Descubrieron que tan importante para la fotosíntesis es la luz solar, como lo es la temperatura de las aguas en las que se sumergen los marimos.
Nakayama y Oyama, al frente de un grupo de investigadores, realizaron en primer lugar un experimento para comprobar el ritmo de descomposición del marimo durante 289 días en condiciones de oscuridad. Al mismo tiempo, un análisis por resonancia magnética monitorizaba la relación entre la temperatura acumulada del agua y la tasa de reducción de la densidad. Después se observó su tasa de crecimiento. Y por último se analizaron los contenidos de carbono y nitrógeno en el grosor de la superficie.
Para mantener un grosor de caparazón de unos 4 cm, el marimo necesita una acumulación térmica del agua de 1.470 °C/día o inferior. En el lago Akan, la acumulación térmica era de 1.250 °C/día en 1988, pero en la última década ha aumentado a unos 1.610 °C/día. En consecuencia, se estima que el grosor del caparazón ha disminuido de unos 4,7 cm a unos 3,7 cm. En las regiones más cálidas, la acumulación térmica del agua puede superar los 3.000 °C/día y, por tanto, los grandes marimos no pueden sobrevivir.
Los científicos llegaron a la conclusión que la temperatura de las aguas es un factor determinante para la supervivencia de los marimos del lago Akan: cuando mejor crecen es a 22 °C. Y, contando con las predicciones del IPCC, y los datos sobre cambio de temperatura del este enclave, estiman que "el espesor máximo de la superficie [del marimo] haya disminuido alrededor de 1 cm".
Los autores son tajantes y alertan que "si el calentamiento global continúa y la temperatura del agua aumenta, el marimo gigante podría extinguirse". Por eso, animan a proponer medidas para proteger los marimos del calentamiento global, como por ejemplo aprovechar el agua fría que discurre a través del río hacia el lago.