El 63% de los niños españoles navegan por Internet de forma independiente a partir de los diez años. Este dato publicado por 20minutos esclarece la democratización de Internet en los más jóvenes, que ya desde edad temprana tienen acceso a pantallas.
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Para algunos alarmante y para otros corriente, esta cifra nos muestra una realidad nunca vista anteriormente: los menores nacen con Internet presente en muchos de los aspectos de sus vidas. Ya sea en las aulas, en casa o incluso en el tiempo de ocio, las tablets, ordenadores y móviles suelen constituir una herramienta de aprendizaje o de entretenimiento.
Y esto, pese a tener muchas ventajas, también suele tener arraigados algunos inconvenientes, entre ellos, el grooming.
Jorge Flores Fernández, fundador y director de PantallasAmigas, una iniciativa para el uso seguro y saludable de Internet, redes sociales, móviles y videojuegos, explica en qué consiste este fenómeno.
El experto denomina grooming a "la aproximación en Internet por parte de una persona adulta a una persona menor con la intención de conseguir de ella alguna concesión de índole sexual".
"Este "botín" buscado por el depredador normalmente suele consistir en imágenes íntimas, aunque en el peor de los casos puede pretenderse un encuentro físico. El depredador sexual por lo general es hombre, aunque entre sus víctimas hay también niños, no solamente niñas", explica el director.
El objetivo del groomer, como explica Flores es "doblegar la voluntad de los menores" mediante "amenazas" después de haberse acercado a ellos "ganándose su confianza mediante engaños".
También hace hincapié en que el grooming es un delito grave "aunque no haya contacto físico" y que, en determinadas circunstancias, también lo es "el mero intento de aproximación online con esa intención".
"En los casos más leves, si la persona menor de edad no cede al chantaje, habrá sufrido una fuerte presión y ansiedad ante las amenazas que el depredador le hace si no cumple sus peticiones, que suelen ser mostrarse en imágenes o actitudes íntimas por medio de la cámara del ordenador o del móvil", explica.
Sin embargo, también añade que las amenazas pueden ser muy variadas: publicar en redes un secreto inconfesable o un bulo, robarle la clave de Instagram, hacer daño a un hermano pequeño...
Una vez compartidas las imágenes con el extraño, nos encontraríamos ante dos posibles delitos. El primero contra la intimidad y la indemnidad sexual, por el propio envío de imágenes y, en el caso de que estas sean publicadas o compartidas, ya se entraría en cuestiones como revelación de secretos y derecho al honor y la propia imagen.
La actuación del groomer
(He hecho hasta aquí) Todo esto son declaraciones del experto
Las estrategias son muy variadas. El objetivo primero es doblegar la voluntad del menor teniendo un elemento de fuerza con el que iniciar el chantaje que va en espiral. Este elemento de control o fuerza suele ser una imagen íntima. Esta imagen se obtiene con una amenaza o chantaje.
Por ejemplo, puede haber una aproximación brusca. Por ejemplo, te he robado la clave de Instagram y si me envías una foto te la devuelvo. Otro ejemplo sería " he trucado una imagen con tu cuerpo desnudo y si no me envías una imagen desnudo la publico".
Por lo general, no son tan directos en la estrategia, sino que se ganan la confianza haciéndose pasar por personas de una edad más joven, compartiendo sus intereses (por ejemplo en videojuegos) o simulando ser amigos de algún amigo. También es usado el papel de cazatalentos en el mundo de la moda, excusa fantástica para pedir fotos.
Conseguido ese primer contacto, si ha sido mediante una estrategia sibilina y no brusca, ahí "miman" y cultivan la relación con la víctima hasta que, con la posición ganada y una posibilidad de concretar una primera amenaza, hay un giro de guion con chantaje en espiral, con solicitudes cada vez más graves para que sean atendidas y la víctima no colapse o pida ayuda. Todo esto procurando aislar y culpabilizar a la víctima para que no lo cuente ni busque ayuda.
¿Es posible evitarlo?
No es fácil. O se evita el canal o se supervisan estrictamente las amistades y las comunicaciones. Ambas cosas son muy complicadas, pero no por ello hay que desistir. Por ejemplo, podemos reconsiderar la edad a la que les damos el móvil o les dejamos entrar en redes.
Podemos también establecer sistemas de control parental o prestar especial atención a los videojuegos online donde hay comunicación entre participantes.
Por supuesto, y sabiendo que puede haber un contacto inadecuado, es fundamental educarles en el pensamiento crítico y en la importancia de pedir ayuda, dándoles para ello confianza y acompañamiento.
Lo primero, apartar al menor de Internet y arroparle haciéndoles saber que no es su culpa. Eso ayudará a que recurra a nosotros de inmediato si algo le vuelve a suceder, que es en definitiva lo más importante. Lo siguiente sería, con astucia, tratar de que la Policía pueda perseguir al depredador que, seguramente, tendrá otras víctimas al mismo tiempo.
Evitar que se dé cuenta de que ha sido descubierto, avisar de inmediato a la policía y guardar los datos y pruebas que podamos (perfiles, mensajes, capturas de pantalla...) será muy útil para la investigación y detención.