En los últimos años, la educación sexual en colegios e institutos de España ha protagonizado variopintas polémicas azuzadas, en su mayoría, desde la clase política. El tan manido pin parental (la oportunidad de que los padres puedan negarse a que sus hijos reciban este tipo de formación) ha estado en la mesa de negociación de las recientes conformaciones de gobiernos autonómicos, coincidiendo con el repentino peso adquirido por la extrema derecha en varios procesos de investidura e incluso por su entrada en el equipo de gobierno, como ha sido el caso de Castilla y León con la vicepresidencia de Juan García-Gallardo, militante de Vox.
En esta Comunidad Autónoma, puesto que la Consejería de Educación sigue en manos del PP, el pin parental no ha tenido recorrido. En el caso de Andalucía, esta medida era una de las condiciones de Vox para favorecer la investidura del popular Juanma Moreno Bonilla que, por el momento, ha congelado su puesta en marcha, no sin repetir en numerosas ocasiones que impedirán cualquier tipo de “adoctrinamiento” que tenga que ver con la educación sexual.
Es en Murcia donde, por el momento, el pin parental tiene más visos de materializarse: también en esta Comunidad fue una de las exigencias de Vox para favorecer la investidura de un Gobierno del PP, y su consejera de Educación, que antes militaba en este partido, ha impuesto una versión edulcorada de esta medida que incluye, entre otras exigencias, que un profesor del centro esté siempre presente durante las actividades relacionadas con educación sexual impartidas por terceros, o informar a los padres con una semana de antelación de dichas actividades para que, en la práctica, puedan decidir con margen si enviar o no ese día a sus hijos a clase.
Los libros relacionados con esta materia también están, cada vez más, en el ojo de huracán político. Gay sex: Manual sobre sexualidad y autoestima erótica para hombres homosexuales (Roca Editorial, 2020), del psicólogo Gabriel J. Martín, presente en las bibliotecas de los institutos públicos de Castellón, fue retirado temporalmente por la Justicia en respuesta a la demanda interpuesta por la fundación Abogados Cristianos, escandalizados ante párrafos tan explícitos como “¿A que no conoces a nadie bien follado y con mala leche? Las personas que disfrutan de su sexualidad tienen un carácter diferente”. Una decisión que no atendía a ninguna demanda social, más allá de dicha organización.
“Yo no soy experto en educación y mi trabajo se dirige a adultos”, responde el autor por correo electrónico. “La polémica con Abogados Cristianos no fue tal, son un grupo minoritario aunque ruidoso, pero nada más, y hubiese sido una polémica si muchas personas se hubiesen quejado, cosa que jamás sucedió”.
Martín, que insiste en que escribió su libro sin ánimo docente y nunca pretendió que terminara en la estanterías de los institutos (puede encontrarse en cualquier librería y en bibliotecas públicas), resalta, sin embargo, que “esto no fue más que una campaña publicitaria de esa asociación que, a la postre, me hizo mucha publicidad a mí y me hizo un gran favor al difundir mi trabajo entre un público que nunca había sido mi target”.
En las recientes elecciones a la Junta de Andalucía, la candidata de Vox, Macarena Olona, blandió un libro de temática sexual, supuestamente dirigido a las aulas adolescentes, como argumento en el debate contra el candidato del PP, Juanma Moreno Bonilla, con frases demoledoras como "si a sus hijos se le acerca un hombre en un parque y le habla de la masturbación, llamaría a la policía. Ustedes han metido a esas personas del parque en las aulas andaluzas".
La realidad enseguida desacreditó a la candidata Vox, puesto que el libro al que se refería no es más que un cuadernillo elaborado por el Ayuntamiento de Sevilla para un programa concreto de educación afectivo sexual en el que, entre otros temas, se trata la masturbación en los adolescentes, pero en ningún caso es una herramienta del temario de la ESO ni de Bachillerato en esa Comunidad.
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Papel mojado
Las polémicas expuestas dibujan un panorama en el que la educación sexual se ha convertido en un caballo de batalla ideológico y produce un ruido que muchas veces ensordece la realidad: hoy por hoy, en España, no existe la educación sexual o, al menos, no como la definen en Naciones Unidas.
El mandato de la UNESCO, concretamente, contempla una asignatura dedicada y basada en el término anglosajón Comprehensive Sexual Education (CSE), un aprendizaje que abarca los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad, frente a los programas basados en los peligros o centrados en promover la abstinencia que, tal y como ha señalado la Asociación de Medicina y Salud Adolescente de Estados Unidos (SAHM), no solo no son eficaces, sino que pueden ser dañinos en la construcción de la personalidad del menor.
“Las evidencias aportadas por la UNESCO demuestran también que la educación sexual integral ayuda en la prevención y reducción de la violencia y la discriminación en las relaciones de pareja, mejoran la equidad y la confianza y contribuyen a formar relaciones más fuertes y sanas”, añade María Lameiras, catedrática de la Universidad de Vigo en el departamento de Análisis e Intervención Psicosocioeducativa.
En España se reconocieron por primera vez, en 2010, los derechos sexuales y reproductivos en una ley orgánica que explicitaba que para garantizarlos es necesario articular su enseñanza en el sistema educativo. Podría pensarse que gran parte de este camino ya estaba recorrido, ya que en 1990, la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) ya introdujo por primera vez la educación sexual en el programa lectivo.
Sin embargo, y a pesar de las numerosas reformas posteriores (muchas veces condicionadas por el signo político de los gobernantes de turno), y por más que se hayan añadido contenidos relativos a la diversidad afectivo-sexual, la libertad, la tolerancia e igualdad, estas ideas solo se han impartido desde la transversalidad, y nunca han formado un verdadero corpus educativo formado por docentes especializados.
Alberto Martín, profesor de Historia y Ciencias Sociales en un instituto público de la capital (prefiere no especificar cuál), resalta que en la LOMCE, y en el decreto de la Comunidad de Madrid, 48/2015 (que regula el currículo y enseñanzas de la educación secundaria obligatoria), se señala que los alumnos deben tener un conocimiento sobre sexualidad.
“El profesorado está obligado por ley pero, por medio de la libertad de cátedra, cada cual enseña a sus alumnos como considera que hay que hacerlo; en mi caso, en primero de la ESO me centro en lo que tiene que ver con la higiene y el autoconocimiento, y avanzando en edad, voy introduciendo la educación en relaciones sexuales en general”, explica Martín.
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Por otro lado, matiza que, en cualquier caso, es un error plantear una educación homogeneizada y es mejor personalizarla: “En mi instituto hay quienes en primero de la ESO ya están profundamente sexualizados, y quienes aún no han salido del cascarón. Como tutor, haces por ello tutorías individualizadas, y abordas el autoconocimiento, el conocimiento de sus órganos sexuales y de las enfermedades de transmisión”.
La enseñanza afectivo sexual, referida entre otros aspectos a la diversidad, la tolerancia y la igualdad, está incluida en la asignatura Valores Éticos y Ciencias Sociales, pero aun así, no puede considerarse como una materia integral, puesto que es optativa y, en muchos centros, la alternativa es Religión. La única asignatura obligatoria en la que se imparte educación sexual por docentes acreditados es Biología, pero en un sentido estricto que se ciñe a la explicación del aparato reproductor y la higiene.
“En la ley está especificado que hay que explicar la identidad sexual, sexo y género, como realidades que hay que mostrar”, señala Martín, “pero queda bajo la voluntad del profesor, por eso, hoy por hoy, es una educación subjetiva”.
Y advierte: “Hay profesores que no le dedican la atención debida, porque no le dan importancia o porque ni siquiera saben diferenciar entre género y sexo. Y hay casos en que, por ideología, incluso nieguen o rechacen esas otras realidades sexuales; esto lleva a una falta de formación que es el caldo de cultivo para el elevado número situaciones de acoso sexual por parte de adolescentes, o de violencia contra las minorías sexuales”.
Se da la paradoja de que la recién aprobada Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual (conocida como la ‘ley del solo sí es sí’) incluye educación sexual obligatoria para los menores agresores. “Un sinsentido, porque es poner un parche ante un mal que ya está hecho en lugar de soluciones para evitar que se produzcan esas situaciones”, opina Lameiras.
La última ley educativa, la LOMLOE de 2020, aún está en una fase de implantación que se extenderá hasta el curso 2023-2024, e introduce en los currículos de todas las asignaturas enseñanzas que tienen que ver con el género, visibilidad y atención a la diversidad, algo que causó la reacción de sectores conservadores, que no entienden cómo es posible impartir Matemáticas desde una perspectiva de género.
“No es nada descabellado”, opina Martín, “basta con que no solo se referencie a matemáticos, sino también a las grandes matemáticas que ha habido en la historia, o aplicar criterios de paridad y diversidad a la hora de plantear problemas y ejercicios”.
Lameiras, por su parte, lamenta que esta última reforma no haya puesto sobre la mesa una materia obligatoria de educación sexual que enseñe en primaria y secundaria derechos y valores cívicos, y promueva en Bachillerato la madurez personal y afectivo sexual. “Está por ver cómo se materializa eso, pero mucho me temo que se va a quedar en la transversalidad de la LOGSE, que adjudica una formación para la que no están todos los docentes preparados, y para la que hay mucha reticencia social”. Y remata: “Seguiremos incumpliendo el mandato de la UNESCO”.
La solución, ¿venir educados de casa?
Según la American Academy of Pediatrics, no hay una edad concreta a la que un menor deba empezar a recibir educación sexual: “La sexualidad es parte de la vida de todas las personas, independientemente de los años que tengan”.
En este sentido, Magdalena Salamanca, psicoterapeuta especializada en niños y adolescentes, aboga por no forzar las cosas, un error bastante común entre los progenitores. “Hay que acompañarles en el proceso, y eso significa no anticiparles nada. Empiezan a tener sus cuestiones sexuales según se van poniendo de manifiesto (por ejemplo, en momentos tan cotidianos como cuando una madre baña a su hijo), y no hay que reprimirlas en ningún caso, sino observarlas y, en todo caso, conversar sobre ellas”.
Y advierte: “Es importante esperar a que ellos y ellas pregunten, porque hay muchos padres que empiezan a darles información de más antes de que puedan procesar los cambios que están viviendo; adaptarnos, en definitiva, a su ritmo, y no al nuestro”.
La experta señala también casos en los que se da justo lo contrario: “Padres a los que les da mucho pudor afrontar esos temas y se comportan de forma prejuiciosa, con cierta represión, con la sensación de que la sexualidad es un tabú, y eso puede generar en su hijo dos reacciones, ninguna positiva: o bien rechazo, o bien un interés exagerado”.
Salamanca extiende esta no intervención prematura de los padres a un aspecto como el cambio de sexo. “Creo que es una premeditación, hay que esperar, porque son muy comunes las dudas sexuales a determinadas edades, es algo por lo que pasamos casi todos, y amplificar esa cuestión prematuramente puede llevar a una aberración porque no haces sino aumentar sus contradicciones, sus ambivalencias, sus deseos… Está descubriendo su identidad, y hay que dejar que lo haga por sí mismo y a su ritmo”.
Y concluye: “Creo que precisamente por todos esos miedos que genera hoy en los padres tanta sobredosis de información, lo quieren solucionar antes de tiempo, y juega en contra de dejar a los niños que crezcan, se formen y decidan quiénes quieren ser de forma natural”.
Encauzar el no sentimiento de pertenencia al propio sexo de la forma menos traumática es otro de los beneficios de una educación adecuada, como señalan en la Organización Mundial de la Salud. Un libro infantil sin pretensiones docentes como Ni guau ni miau (Editorial NubeOcho, 2017), que cuenta en tono de humor la historia de un perro que se siente más a gusto consigo mismo comportándose como un gato, tuvo una relevancia inesperada entre psicólogos y pedagogos, que lo utilizan hoy como herramienta para explicar la diversidad en muchos de sus aspectos, también el sexual.
“El libro, por ejemplo, ayudó a Diego a expresar con siete años que en realidad era Sol, y la acompañó en su transición. Su profesora lo leyó en clase para que sus compañeros pudieran entender que hay que normalizar la diversidad de género”, cuenta su autora, Blanca Lacasa.
La periodista, desde su experiencia como escritora de numerosos libros infantiles, considera que no hay que infravalorar a los niños a la hora de dirigirse a ellos: “Tienen universos mucho más ricos que los de los adultos, pueden aceptar algo como que un perro hable, pero exigen siempre cierta verosimilitud dentro de esa fantasía”. A este respecto, Salamanca concluye: “Tratarles como seres pensantes y autónomos es la clave para inculcarles valores y se formen como las personas que elijan ser”.