En la tarde de ayer, 3 de agosto, la localidad de Mazarrón (Murcia) quedó conmocionada por el ahogamiento de una persona en la playa de Percheles. Se trataba de una mujer de 40 años que, pese a los intentos del equipo de Protección Civil por reanimarla, terminó falleciendo debido a las consecuencias del síndrome de inmersión, cuya incidencia aumenta durante los meses de verano.
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Este fenómeno representa una de las causas más frecuentes detrás de los fallecimientos en las playas del país. Se caracteriza por provocar la muerte de una manera súbita por parada cardíaca, tras la inmersión en el agua, pero casi siempre precedida de una causa que precipita el ahogamiento.
No es la única fallecida en circunstancias similares en lo que llevamos de año. Entre los meses de enero y julio, el número de víctimas por ahogamiento en España ha alcanzado su peor dato desde hace cinco años. En 2023, 249 casos han acabado en tragedia en las costas nacionales, con Andalucía (38) registrando el mayor número de estos fallecimientos. Le siguen, revelan datos de EFE, Cataluña (37), Comunidad Valenciana (33) y las islas Canarias (31).
Como actualización, la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS) también ha revelado en las últimas horas que solo en estos días de agosto ya han muerto cuatro personas, lo que eleva la cifra a 253 fallecidos en el año.
Cómo reconocerlo
El ahogamiento por inmersión se produce debido a la disminución del nivel de consciencia o la imposibilidad de nadar por parte de la víctima. En la mayoría de casos, sin embargo, se combinan ambas circunstancias, después de que el cuerpo sufra un shock térmico al entrar en contacto con agua fría.
También se conoce como hidrocución o corte de digestión, porque muchos casos ocurren después de comer, pero lo cierto es que no está directamente relacionado con la digestión, ya que lo que realmente lo provoca es la lipotimia.
El cambio abrupto de temperatura incide directamente sobre el riego sanguíneo que llega al cerebro, lo que provoca la pérdida de consciencia. La víctima también puede sufrir otros síntomas previos, como los escalofríos, las náuseas, el descenso de la presión arterial, dolores de cabeza y, finalmente, la parada cardiorrespiratoria.
En esta línea, la presencia de una patología cardíaca suele también ser responsable de los casos de ahogamiento en las costas españolas, y termina por presentarse en lo cotidianamente conocido como síncope o mareo.
Pero además de esta, existen otras múltiples causas que pueden provocar el ahogamiento, desde enfermedades como la epilepsia o la diabetes hasta accidentes cerebrovasculares y traumatismos provocados por la práctica de deportes náuticos.
"El agua donde se producen los accidentes generalmente tendrá una temperatura inferior a la del organismo, por lo que las víctimas sufrirán algún grado de hipotermia en función de la exposición", explican desde un estudio conducido en el Hospital General de La Palma.
Las víctimas más frecuentes suelen ser adultos jóvenes y niños, y casi en un 80% de los casos, según los datos disponibles, los varones son los principales afectados.
Un baño seguro
En cualquier caso, la guía de baños seguros elaborada por el Ministerio de Sanidad incide en que este fenómeno puede sufrirlo cualquier bañista, y avisa del peligro que pueden acarrear conductas como tirarse al agua de cabeza o hacerlo tras haber consumido grandes cantidades de alcohol. Este, junto a las drogas, disminuye la capacidad de reacción ante el peligro y puede llevar a adoptar conductas de riesgo.
Sobre los menores, Sanidad recomienda también que "no se deje solo en ningún momento a un bebé o niño de corta edad en una bañera o piscina hinchable. Un bebé puede ahogarse en tan solo unos centímetros de agua".
La mejor prevención es, recalcan, vigilar, enseñar a nadar a los más pequeños y educarles para que respeten las normas de seguridad. "Los ahogamientos se producen de forma rápida y silenciosa, la mayoría de las veces se ha perdido de vista a la víctima durante menos de cinco minutos", explican.
Otras recomendaciones también incluyen el uso de chalecos salvavidas si el bañista no sabe nadar; hacerlo en compañía, especialmente si se trata de personas mayores o con problemas de salud; no hacerlo en zonas donde esté prohibido el baño y menos de noche; salir del agua al notar cansancio o frío; y extremar la precaución en el uso de colchonetas "ya que pueden arrastrarle hacia dentro con rapidez".