“Hoy en día es imposible no hacer nada, siempre tengo a mano el móvil”, cuenta Laura, una joven de 26 años. Cuando llega ese momento tan temido en el que se encuentra a solas con sus pensamientos, decide optar por encender el smartphone, abrir alguna red social y entretenerse viendo cualquier vídeo o imagen de las personas a las que sigue. Como Laura, casi todos andamos buscando eternamente una fuente de entretenimiento.
No hacer nada, eso que en Italia llaman il dolce far niente (lo dulce de no hacer nada), es algo que no se nos pasa por la cabeza. Se ha convertido en un tema tabú, vetado de la conciencia del ser humano. Puede incluso verse como algo malo, que se debe evitar a toda costa. Muchas personas tratan de llenar todo su tiempo, eludir los espacios vacíos en sus agendas.
De hecho, una investigación publicada en la revista Science halló que las personas prefieren darse descargas eléctricas que estar sin hacer nada. En este famoso experimento, los investigadores dejaron a los participantes del estudio en una sala de laboratorio durante 15 minutos en la que solo tenían dos opciones: permanecer en silencio sin hacer nada o presionar un botón y electrocutarse.
A pesar de que todos habían declarado con anterioridad que pagarían para evitar recibir descargas eléctricas, el 67% de los hombres y el 25% de las mujeres optaron por infligírselo a sí mismos en lugar de permanecer sentados en silencio y quedarse a solas con sus pensamientos.
“Hoy en día, disfrutamos de una gran cantidad de estímulos económicos y de fácil acceso, ya sean libros, videos o redes sociales. Nunca necesitamos estar solos, sin nadie con quien hablar y sin nada que hacer”, señalan en el estudio los investigadores.
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Así, en muchas ocasiones, la necesidad de ser productivos y eficientes nos hace perder esos momentos en los que nos encontramos ante nosotros mismos. Es lo que el psicólogo Rafael Santandreu llama ociofobia; esto es, el miedo que tenemos a esos espacios vacíos, a no hacer nada.
“Esto es algo bastante común en la sociedad de hoy en día debido a que las personas pretenden mantener la mayor parte de su día y vida ocupada con diferentes actividades, planes, trabajo, etc., ya que lo que se genera en estas personas es miedo a tener que hacerle frente a un tiempo vacío, o un tiempo que no esté planificado, o haber finalizado aquellas tareas u obligaciones que tenían que hacer”, explica el psicólogo Moisés Suárez, de Mundo Psicólogos.
Cómo disfrutar de no hacer nada
Tal y como explica Óscar Herreras, investigador en Neurofisiología experimental y computacional del Instituto Cajal (CSIC), la capacidad para aburrirse, en realidad, no es algo que pueda perderse. “El cerebro está continuamente procesando estímulos”, señala. Y es que nuestro cerebro funciona las 24 horas del día, incluso cuando estamos dormidos. Pero todo tiene un límite.
Dormir es precisamente una forma de limpiar el cerebro después de un día completo, aunque todavía esté trabajando, indica en un artículo de Forbes el psicoterapeuta Bryan Robinson. Cuando estamos despiertos también podemos llegar a dar un respiro a nuestro cerebro, aunque no se trate de una tarea simple.
Para los científicos que llevaron a cabo el experimento de las descargas eléctricas, las investigaciones han demostrado que “las mentes son difíciles de controlar y puede puede ser particularmente difícil dirigir nuestros pensamientos en direcciones agradables y mantenerlos allí”. Por eso, recomiendan tratar de obtener un mejor control de sus pensamientos con la meditación y otro tipo de técnicas.
Cambiar de concepción a la hora de abordar el aburrimiento es también otra de las claves. “Tapamos la vida constantemente con actividades. No damos ese espacio a nuestro interior e inconsciente para florecer”, explica Begoña Elizalde, miembro de la Comisión de Psicoanálisis del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña.
Aprender a aburrirse
Y es que para Elizalde, aburrirse no es no hacer nada. “Echarte en el sofá, mirar a la pared y ver cómo van tus pensamientos es hacer algo”, puntualiza. En este espacio personal, explica la psicóloga, es donde se puede desarrollar la creatividad, ya que este proceso nunca puede ser por encargo. “Los artistas no son creativos de 3 a 4 de la tarde y el resto del tiempo se lo pasan viendo series”, recuerda.
La neurocientífica Alicia Walf, investigadora del Departamento de Ciencias Cognitivas del Instituto Politécnico Rensselaer de Estados Unidos, también considera que “el aburrimiento puede fomentar las ideas creativas, rellenando las menguantes reservas y proporcionando un periodo de incubación para que nazcan ideas de trabajo embrionarias”, afirmó a Forbes.
No obstante, Herreras considera que la afirmación de que el aburrimiento estimula la creatividad es algo “extemporáneo”. “El aburrimiento no es exactamente una fuente de creatividad, es simplemente una disminución de la actividad de las vías tálamo corticales que nos mantienen preparados para la respuesta inmediata ante las actividades instantáneas”, recuerda.
“Uno puede tener una idea brillante o puede tener una ocurrencia o directamente un disparate [durante este periodo]”, señala. “La creatividad siempre está ahí y simplemente cuando estamos haciendo otra cosa, no lo podemos manifestar”.
En todo caso, como afirma Robinson, es importante darse un espacio entre las actividades y las obligaciones del día. Por ejemplo, darte un tiempo para respirar o caminar un poco para despejar la mente son algunas de las cosas que podemos hacer entre obligación y obligación. También podemos practicar yoga, ver crecer la hierba o “simplemente contemplar el universo”.
“Tu cerebro será más feliz y saludable cuando conviva con momentos de ocio sin imperativos, nada que apresurar, arreglar o lograr”, concluye el psicoterapeuta.