Pasear por el puerto de Donosti es sumergirse en un océano de historia pesquera, de tradición y de cultura en el que la mar está en el epicentro de todo. Durante siglos, el modesto fondeadero de la capital guipuzcoana ha cobijado la actividad de todos esos oficios ya extintos o en peligro de desaparición: caza de ballena, pesca de altura y de bajura, construcción naval…
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Las historia de San Sebastián sería muy diferente sin su puerto, sin todos esos artesanos de lo marino que dieron forma a una ciudad con su trabajo. Por desgracia, hoy, la mar se queda sin relevo generacional; el espíritu donostiarra amenaza con desaparecer cual bruma al amanecer.
“Faltan personas para trabajar en la mar; pero no solo aquí, pasa en todas partes”, cuenta Martxel Arozena, coordinador de Kofradia – Itsas Etxea, un proyecto donostiarra impulsado por las cofradías de pescadores de País Vasco y Opegui, la organización sin ánimo de lucro de productores de pesca de bajura. Y se pregunta: “Hoy día, ¿quién quiere ser pescador?”. La profesión, confiesa, está “denostada”.
La pesca, explica Arozena mientras muestra a ENCLAVE ODS el edificio portuario de 1943 en el que se encuentra Kofradia, siempre ha sido “un trabajo familiar”. Y fue precisamente este aspecto generacional el que hizo que “se rompiese hace tres o cuatro décadas”. Porque, insiste, fue el propio sector el que hizo que los jóvenes “se buscasen la vida fuera de él”.
"Se les dijo que no había futuro para ellos en esto, que se fuesen a la universidad, que se dedicasen a otras cosas", confiesa. Y es por eso que ahora se encuentran sin mano de obra, sin apenas gente por cuya imaginación le lleve a verse viviendo del mar.
Luis de Castro, pescador guipuzcoano, admite que la pesca pervive en su familia varias generaciones y que él mismo no entendería su vida sin ella. Pero reconoce que no es fácil encontrar a gente joven que quiera salir con él a faenar a diario. El relevo generacional, admite, es “inexistente”.
EL ESPAÑOL pudo hablar con él durante una jornada dedicada a la salud de los océanos organizada por Patagonia en la localidad vasca de Pasaia, donde De Castro comentó que el problema está en que “mucha gente desconoce las artes de pesca de bajura”.
Esa que, afirma, es “respetuosa con la mar”. Porque, a fin de cuentas, de ella viven los pescadores más artesanales, y no la quieren perder. Por eso, insiste Arozena, es fundamental “hacer algo por recuperar una profesión esencial”.
¿Restaurante o centro de formación?
Eso es, precisamente, lo que buscan desde Kofradia, que está a medio camino entre restaurante, escaparate para los productos locales de la mar y escuela de futuros pescadores. Desde 2020, este “centro de valorización”, como se autodenominan, en pleno puerto de Donosti trabaja para acercar al gran público –local y turista– el pescado de bajura.
Porque para entender la importancia de la mar, dice Arozena, hay que “conocer, aprender, experimentar, descubrir su producto, además de comerlo”. Por eso, Kofradia ofrece comida realizada con pesca de bajura de temporada y local, maridada con producto de proximidad. Siempre con una explicación: qué es lo que comes y de dónde viene. Preguntas esenciales para el coordinador del proyecto.
Y es que esta iniciativa pone especial énfasis en la formación y la educación, sobre todo de los más pequeños. “Es importante poner en valor la profesión, y por eso colaboramos con centros de formación”, explica Arozena.
¿Cómo? Sencillo, dice. A través de actividades, pensadas por franjas de edades de 4 a 6 años, de 6 a 9 años y de 12 a 16 años, para “acercarles a la mar y que vayan interesándose por las alternativas de futuro que ofrecen las escuelas marítimas”.
Desde que comenzaron su trayecto, confiesa Arozena, cada vez hay “más niños y niñas que, por primera vez, ven en la mar un futuro”. Y esa es precisamente la idea detrás de Kofradia, que el relevo generacional en la pesca se produzca. Y esto solo puede suceder si se reconocen las virtudes de un sector que, recuerda, “mantiene pueblos enteros, tanto a nivel cultural como económico”.
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