La enfermedad de la seca en el Parque de Los Alcornocales, entre Cádiz y Málaga.

La enfermedad de la seca en el Parque de Los Alcornocales, entre Cádiz y Málaga. Ecologistas EP

Historias

Las tres 'plagas' que matan el mayor alcornocal de Europa y sientan las bases de otra crisis como la de Doñana

Esta selva mediterránea única, ubicada entre Cádiz y Málaga, está en declive, lo que amenaza también a los sectores económicos que dependen de él.

23 mayo, 2023 01:17

Con masas forestales ininterrumpidas y suaves relieves, se extiende un bosque que es casi un eco de lo que pudieron ser los más primigenios: el de Los Alcornocales, hoy convertido, desde 1989, en un parque natural protegido. Esta selva mediterránea, la última y única de Europa, ocupa más de 170.000 hectáreas, una superficie que va desde las sierras gaditanas hasta las playas de Tarifa. Toda una joya natural que, sin embargo, está entrando en serio declive, y sobre todo este año.

El parque de alcornoques está en bastante mal estado. Estos árboles centenarios están muriendo a gran velocidad y, cada vez, por más factores que, juntos, están sembrando la próxima catástrofe ecológica. A prácticas ancestrales como el descorche, por la que se extrae la corteza que cubre al alcornoque, se le unen otras amenazas como la actual sequía o el boom de especies cinegéticas –objeto de caza– a lo largo de toda la reserva natural. 

Como resultado, se puede observar un abanico de árboles debilitados y, en muchos casos, viejos con una esperanza de vida muy limitada. Si antes uno de estos ejemplares vivía a lo largo de 500 años, ahora duran unos 150 de media o menos, incluso, si se ven mermados por amenazas como las que ahora golpean a este bosque único.

Parque Natural de Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz.

Parque Natural de Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz. Junta

Juan Clavero, experto en conservación de Ecologistas, explica a EL ESPAÑOL que las sequías cada vez más recurrentes e intensas están deteriorando los alcornocales. “El alcornoque es un árbol que no resiste mucho la sequía, necesita unas lluvias por encima de los 600 litros por metro cuadrado al año”, cuenta. Es decir, un clima mediterráneo húmedo que antes encontraba en la sierra. Pero esto, no solo no está pasando, sino que las perspectivas por el cambio climático tampoco son nada buenas en este sentido.

A esta situación periódica se le une otra que viene gestándose desde hace un tiempo. Concretamente, desde hace unos 50 años. El monte está plagado de latifundios, fincas privadas y, algunas, de titularidad pública que pueden oscilar entre las 500 hectáreas y las 16.000 hectáreas, como es el caso de la Almoraima, la mayor de Andalucía.

Estas fincas, que antes quedaban libres del tránsito de los animales o tenían bajas densidades de ganado y fauna silvestre como ciervos, jabalíes y corzos, han sufrido una transformación que ha cambiado la esperanza de vida de los alcornoques. Como explica Clavero, en las últimas décadas, “se reconvirtieron en cotos intensivos de caza mayor”, con lo que “se cerraron las fincas y se aumentaron enormemente las poblaciones de ciervo, de jabalíes y de cerdos asilvestrados que o bien se han soltado o se han introducido”.

Como consecuencia, el parque natural se ha visto inundado de herbívoros que practican el ramoneo, es decir, que se comen las bellotas o los rebrotes del alcornoque, con lo que ninguna llega a germinar. Por tanto, “el alcornoque no se regenera”, cuenta Clavero. Además, son en su mayoría ejemplares viejos, de cepa, que son los que se han secado, se han cortado o se han quemado y volvieron a brotar. Es decir, son mucho más sensibles a las plagas que les acechan de manera periódica.

“Cuando ha empezado el negocio de cotos de caza mayor, se han empezado a cercar todas las fincas y claro, al propietario no le compensa tener 15 ciervos, sino 500. Son rebaños y rebaños, porque cuando hay una montería y matan 100 es un negocio enorme”, asegura el experto. Como resultado, “se han convertido en corrales de ciervos, gamos y muflones”, cuenta. “Estos dos últimos, de hecho, no son autóctonos, sino que se han introducido”, y el problema es que “se lo comen todo”, apunta.

Con el problema de las especies cinegéticas –que les dificultan regenerarse– y el de la sequía, hay un tercer factor que conforma el cóctel completo, y es la práctica ancestral del descorche, que, aunque se suele hacer de manera sostenible, en años difíciles como este termina por debilitar a los ejemplares del parque. “Supone un estrés muy fuerte para el árbol y está demostrado que la explotación intensiva del alcornoque lleva a su deterioro y a que los alcornoques tengan una esperanza de vida mucho menor que antes”, apunta Clavero.

Formación de corcheros en el Parque de Los Alcornocales.

Formación de corcheros en el Parque de Los Alcornocales. Junta

Históricamente, han sido una fuente de ingresos para los locales de estas zonas. Se utilizan para tapones y aglomerados. Sin embargo, hoy, cuenta Clavero, todo se manufactura fuera: “No hay ni una sola fábrica de corcho en Cádiz. La hubo, fueron cerrando y ahora mismo casi todo va a Portugal y a Cataluña”, apunta, además, “ahora ingresan la mitad que hace 20 años por la muerte de alcornocales”.

Como recoge un informe enviado por la organización ecologista a la Unión Europea, ya en 2007 –según el último Inventario Forestal Nacional– más de 500.000 alcornoques estaban a punto de morir en un breve plazo de tiempo. Y lo peor es que, en poco más de 30 años, ya habían desaparecido 3,5 millones de árboles jóvenes, que son los llamados a sustituir a los más viejos y decrépitos que mueren por decenas de miles. Ante este panorama, aseguran que de seguir la misma tendencia por más tiempo, “este siglo, sin duda, verá la desaparición de unos bosques que han poblado la región durante muchos milenios”. 

Este año, según recoge un boletín extraordinario de la Junta de Andalucía, esta saca de corcho se producirá antes de lo habitual. Como indica el texto, “la sequía persistente que viene sufriendo Andalucía en los últimos años, agudizada extraordinariamente en los primeros meses de 2023 por el aumento de las temperaturas y la ausencia de lluvias, está generando un enorme estrés hídrico y una situación de cambio en los ciclos vitales de los árboles”.

Por este motivo, y tras “distintas peticiones escritas por diferentes organizaciones relacionadas con el sector del corcho”, la Junta ha dispuesto “modificar excepcionalmente el inicio del periodo de descorche” y adelantarlo al 8 de mayo hasta el 1 de septiembre. Como explican, suspender la campaña “supondría dejar sin actividad a todo un sector productivo con el daño irreparable de carácter social y económico”.

Para Clavero, esta medida le sitúa en una posición aún más indefensa. “El alcornoque descorchado se muere. El corcho le protege. Un alcornoque con corcho, pasa el fuego, se le queman las hojas y en unos años casi ni se nota. Al alcornoque no le pasa nada”, explica. Sin embargo, al adelantarlo, los fuegos que sucedan de aquí en adelante –y más con las previsiones de alto riesgo de incendios este año– pueden terminar de hundirlo. “El campo está absolutamente seco, no ha llovido nada” y “va a estar completamente desnudo durante todo el verano”.

Incendio forestal en Polopos, en Granada, ya extinguido, después de calcinar alcornocales.

Incendio forestal en Polopos, en Granada, ya extinguido, después de calcinar alcornocales. Plan Infoca

Dos plagas y una nueva ‘guerra’

Entre todas estas amenazas sobrevuelan, además, las plagas que enferman a estos ejemplares y que les golpean de forma periódica. Y el problema de esto no es el hecho de que aparezcan y se coman estos ecosistemas, sino que lo hacen en un momento en el que están más debilitados.

La que ya les afectaba desde hace años es la enfermedad de la seca, que ha acabado con miles y miles de ejemplares de este parque natural. Es algo así como la sarna del alcornoque, y lleva al menos 20 años actuando. Como explica Clavero, es una plaga que se transmite por las raíces, por el agua que corre bajo tierra, por tanto, es casi imposible impedir que no le afecte. Lo que hace es que pudre esas raíces e impiden que absorba agua y sales minerales del suelo.

Y ahora, otro problema añadido es otra plaga: la de la lagarta peluda o Lymantria dispar, una oruga que se come las hojas y deja el alcornoque pelado. “El alcornoque vuelve a brotar, pero si está en sequía, le quitas las hojas y además le sacas el corcho”, comenta Clavero, “la situación es bastante negra”.

Alcornocal defoliado por la Lagarta Peluda.

Alcornocal defoliado por la Lagarta Peluda. A.M.

Precisamente esta plaga es la que ha despertado un nuevo enfrentamiento entre Junta de Andalucía y Gobierno central tras la eterna disputa con Doñana. Como recoge Efe, desde la comunidad autónoma, solicitaron un plaguicida prohibido por la Unión Europea: el Dimilin, en cuyo prospecto se puede leer "Muy Tóxico para los organismos acuáticos, con efectos duraderos. Evitar su liberación al medio ambiente. Recoger el vertido...".

De manera excepcional, y solo cuando se produzcan situaciones de “emergencia fitosanitaria” que requieran controlar un peligro que no pueda gestionarse por otros medios razonables, el artículo 53 del Reglamento prevé que las autoridades concedan autorizaciones excepcionales para el uso de sustancias plaguicidas no autorizadas y prohibidas. Sin embargo, el ministerio competente no ha visto razón para otorgarlo.

Como explica Clavero, además de evitar situaciones de estrés para el alcornoque, “hay un método que es una bacteria que es muy efectiva contra las primeras fases de las larvas, y que de hecho es lo que está haciendo”, explica. Lo que hace es que “cuando se lo comen las orugas les obstruye el sistema digestivo e impide que se alimenten, entonces se mueren”.

“El insecticida que pide la Junta tiene que ser con avioneta y matas a todos los insectos, lo cual es un desastre porque en un parque si acabas con los insectos, acabas también con los depredadores, empezando con las aves, que son los que controlan también las plagas”, apunta. “Es matar moscas a cañonazos”.