Los graznidos de las cotorras se hacen insoportables para quien vive cerca de una de las muchas colonias que se han establecido en las ciudades españolas. Muchos vecinos llevan años sufriendo los decibelios que emanan de los nidos de esta especie invasora. De cinco metros de altura y de unos 100 kilos era el que denunció a principios de año un grupo de vecinos de la localidad madrileña de Móstoles.
Unas proclamas que se repiten a lo largo y ancho de nuestro país. Aun así, la expansión de las cotorras invasoras continúa siendo una auténtica pesadilla para muchos. No se toman medidas y su reproducción sigue cogiendo carrerilla. “En los próximos años ya es muy posible que sea muy difícil llegar a hacer un censo. Se nos va a ir de las manos”, comenta Blas Molina, técnico del área de Ciencia Ciudadana de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife).
Cada vez se sienten más cómodas entre las comunidades humanas. Así ha revelado un estudio reciente publicado en la revista Diversity and Distributions. Las ciudades y sus infraestructuras, además de las condiciones climáticas, son todo un trampolín para que las cotorras se establezcan en España de manera permanente.
La cotorra argentina –con origen en Sudamérica– y la Kramer –del sur de Asia y África subsahariana– son las más extendidas Su presencia en más de 150 ciudades españolas suponen un peligro para la biodiversidad nativa y generan unos costes económicos que en toda Europa se elevan hasta los 12.500 millones de euros anuales.
Según estimó el último censo realizado por SEO/Birdlife en 2015, nuestro país es el segundo con mayor número de cotorras a nivel mundial, con cerca de unas 20.000. Unas cifras que como señala la organización, muy probablemente, se habrán disparado.
Laura Cardador, bióloga e investigadora en ecología del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), señala a EL ESPAÑOL que lo particular de este tipo de loros es que “son muy flexibles en su comportamiento y no tienen miedo”. Explica que, cuando empezaron a comercializarse, las zonas de origen ya eran zonas alteradas por humanos y, por tanto, ya eran especies adaptadas a ese tipo de hábitat de forma eficiente.
“Están asociadas al comercio de mascotas”, cuenta Cardazo. Aunque los primeros registros datan entre los años 70 y 80 en ciudades como Barcelona, Madrid o Puerto de la Cruz, en Tenerife, es en los 90 cuando comenzó a intensificarse su presencia. “Son capaces de tolerar el ruido de una ciudad, la contaminación que pueda haber y las especies que pueden depredarlas en las urbes están muy reducidas”, señala la investigadora.
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Esa versatilidad a la hora de adaptarse les ha llevado a expandirse a una velocidad desaforada por todo nuestro territorio. Muy especialmente en Barcelona, Madrid y Málaga, que aglutinan en torno al 80% de los ejemplares.
Encuentran en las ciudades árboles (en el caso de la argentina) y huecos (la kramer) en los que anidar. Hasta 20.000 ramas de cedro pueden llegar a formar toda una estructura de nidos que, generalmente, superan los 50 kilos. “Son aves coloniales”, explica Molina, así que, de esta forma, hacen un frente común ante un posible depredador.
“Hay que actuar cuanto antes”
Vecinos como Fidel Latorre, del barrio de La Alameda, en el distrito de Barajas, no entienden cómo estos nidos siguen sin retirarse. Llevan años sufriendo la presencia de estas molestas aves. “Se han eliminado los nidos grandes que se encontraban en árboles situados en zona pública, pero los de tamaño medio siguen ahí y se ven muchas aves todavía a su alrededor”, cuenta el hombre, que señala que “incluso hay nuevos nidos”.
El problema de esto va mucho más allá de la molestia del ruido. Como comenta Cardazo, los nidos pueden suponer un peligro para la ciudadanía, porque “son muy pesados”, pero es que, además, suponen un riesgo de transmisión de enfermedades.
“En algunas zonas, también se han descrito interacciones con otras especies amenazadas”, explica la investigadora. Por ejemplo, en el parque de María Luisa, en Sevilla, la presencia de cotorras de Kramer redujo en más de un 70% el número de refugios de nóctulo gigante, el murciélago europeo de mayor tamaño y en estado de conservación vulnerable, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). No solo eran desplazados, sino atacados directamente por esta especie invasora.
“De momento, el daño que se está produciendo es sobre todo en árboles”, cuenta Molina, que explica que “hay algunos cedros que acaban machacados cuando las colonias son muy grandes”. No obstante, el peligro puede llegar cuando colonicen el mundo rural. Si lo hace, “los daños van a ser mayores, como ya pasa en Estados Unidos y Argentina”, lamenta el experto, por lo que insiste en que “hay que actuar cuanto antes”.
El enorme impacto del descontrol de estas especies invasoras está alcanzando cifras preocupantes. Por poner un ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid lanzó en el año 2021 un plan de dos años para la eliminación de las cotorras argentinas y de Kramer en el municipio. Lo que en un principio se valoró en unos 100.000 euros, pronto ascendió a unos 2,9 millones de euros.
El objetivo de la medida era reducir en torno a un 90% de la población existente en la ciudad, para llegar a una cifra estable y controlable. Sin embargo, la medida se frenó. Como cuenta Molina, despertó un debate ético acerca del derecho a la vida de estas especies invasoras por parte de los defensores de los animales.
Van a seguir creciendo
“Tenemos un listado enorme de especies invasoras y esto genera un problema ambiental, y muchas veces un problema económico muy grande, porque no se toman las medidas a tiempo”, lamenta Molina.
La Ley establece desde 2011 la obligatoriedad de controlar y eliminar las poblaciones invasoras del medio natural como es el caso de las cotorras argentina y de Kramer. Según el Real Decreto que regula el Catálogo español de especies exóticas, se contemplan medidas de gestión, control y posible erradicación. Asimismo, se establece que se hará teniendo en cuenta criterios de selectividad y bienestar animal.
De esto son competentes las administraciones locales en materia de medioambiente. La realidad es que “se toman medidas según les parece o no hacen nada”, lamenta Molina. “Es una especie muy bonita, así que a algunos les gusta, pero a otros les molesta”. Por este motivo, el experto señala que es necesario un protocolo de actuación a nivel nacional que sirva de directriz a los distintos gobiernos de las localidades afectadas.
“Las especies invasoras puedes eliminarlas en los primeros estadios de reproducción, porque hay pocos ejemplares y puedes tomar más medidas, pero en poblaciones tan grandes ya es más difícil”, comenta Cardador.
En esto mismo coincide el experto de SEO/Birdlife, que añade que, además, las condiciones climáticas están favoreciendo que se reproduzcan hasta dos veces en un mismo año e incluso más allá de la primavera, como ha ocurrido ahora en la costa de Cádiz, donde se han avistado nuevos nidos.
“Hay que tomar medidas cuanto antes y por eso se trabaja en sistemas de alerta temprana, como ocurre con el virus de la gripe aviar, que hacen que a la mínima señal se actúe. Tiene que pasar igual en el caso de las aves. Hay que tomar medidas que se consideren oportunas”, insiste Molina. De lo contrario, si seguimos como hasta ahora, “en los próximos años es previsible que sigan creciendo y que algunas de ellas se sigan estableciendo en España”.