Corea del Norte ha disparado todas las alarmas en Asia Oriental esta semana al intensificar sus pruebas de misiles. Ha disparado más de 30 este año, incluyendo un misil de largo alcance que sobrevoló Japón y viajó 4.500 kilómetros hasta caer en el Océano Pacífico. En varios puntos del país se activaron las alarmas para que sus ciudadanos se pusieran a cubierto.
Como respuesta, Corea del Sur y Estados Unidos lanzaron cuatro misiles en la costa oriental de la península. Uno de ellos tuvo un fallo y se estrelló en el suelo, provocando el pánico entre los ciudadanos, inquietos por las pruebas cada vez más frecuentes y provocativas de los vecinos del norte.
Para Washington, en palabras del principal diplomático estadounidense para Asia Oriental, Daniel Kritenbrink, una prueba nuclear representaría “una grave escalada que amenazaría seriamente la estabilidad y la seguridad regional e internacional”, recogió la agencia Reuters.
En todo caso, Kritenbrink acusó a China y a Rusia de envalentonar al régimen norcoreano al no aplicar las sanciones adecuadamente. De hecho, tras la escalada, Washington solicitó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, donde tanto Beijing como Moscú mostraron su preferencia por el diálogo frente a las sanciones.
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La salida para el laberinto
Según explica Inés Arco, investigadora del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), las pruebas continuadas se han debido a una confluencia de diferentes factores. En primer lugar, porque Corea del Norte “está en una situación especialmente complicada por las sanciones internacionales”.
Por otro lado, con el armamento nuclear, cuenta Arco, el régimen norcoreano busca tener una mayor influencia en las negociaciones con Washington para acabar con estas sanciones. Paradójicamente, tanto Estados Unidos como las Naciones Unidos no aceptarían en ningún caso una Corea del Norte nuclear.
Lo mismo opina la analista Gabriela Bernal. En un artículo para el think tank australiano Lowy Institute escribe que “con la atención de EE. UU. centrada en la situación de Ucrania y su actual rivalidad con China, Corea del Norte ha tenido mucho tiempo desde desde la administración Trump para aumentar su arsenal de armas”. Y añade: “Pyongyang se ve a sí misma como quien tiene la ventaja ahora”.
Las pruebas han llegado en un momento político sensible. Por un lado, tenemos las elecciones midterms en Estados Unidos. Por otro lado, el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCh) la semana que viene. Beijing, según la investigadora de Cidob, “aunque sea un aliado, tampoco se siente cómodo con Corea del Norte”.
Xi y Kim: 'amienemigos'
En el pasado año 2021 se celebró el 60 aniversario del Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua entre China y Corea del Norte, en la que es la única alianza internacional de Beijing. Sin embargo, cada vez las críticas son más intensas, incluso en el seno de China.
En 2017, por ejemplo, tras las pruebas balísticas, el diario estatal chino Global Times publicó una editorial en la que cuestionaba el programa nuclear norcoreano: “Ha perjudicado a su propia seguridad, así como la de la región y también ha puesto en peligro la seguridad nacional de China”.
Para Beijing, señala Arco, los tests norcoreanos son incómodos e inquietantes. No obstante, prosigue la investigadora, a China le preocupa que una caída del régimen norcoreano pueda generar el caos e inseguridad a nivel fronterizo, lo que provocaría una llegada masiva de refugiados norcoreanos a su frontera.
De hecho, cuenta, numerosos analistas señalan que China está intentando renegociar la cláusula aliancista con Corea del Norte. “No están para nada a favor de que Corea del Norte tenga una bomba nuclear, porque con el nuevo líder —Kim Jong-un— hay una falta de racionalización sobre cómo actuar”, indica Arco.
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Un 'cálculo exacto'
La estrategia norcoreana podría no ser tan útil como el régimen espera. Tal y como señala Daniel Pinkston, observador de Corea del Norte en Seúl para International Crisis Group, en declaraciones recogidas por el Asia Times: “Putin estaba paranoico acerca de que la OTAN lo persiguiera, pero en el último año ha hecho más que nadie para fortalecer la unidad de la OTAN”. Y añade: “Es lo mismo con Corea del Norte y China”.
Entre otros efectos, las acciones norcoreanas podría desencadenar una mejora de relaciones entre Corea del Sur y Japón, tradicionalmente complicadas. La llegada de un gobierno conservador en Seúl con Yoon Suk-yeol podría facilitar la tarea. Con una política mucho más conservadora hacia el Norte en comparación a su predecesor, Moon Jae-in, Yoon busca acercarse a Tokio “dejando atrás otras cuestiones de lado como las mujeres de confort o los trabajos forzosos”, explica Arco.
Asimismo, para Japón puede resultar en un mayor apoyo al aumento del presupuesto en Defensa y para la remilitarización en un país cuya política de defensa está marcada por el Artículo 9 de su Constitución, por la cual renuncian para siempre a la guerra.
No obstante, para la investigadora del Cidob sería complicado que se reformara esta cláusula pacifista debido a la necesidad de la aprobación por dos terceras partes de las cámaras y un referéndum.
Aunque Corea del Norte ha tensado un poco más la cuerda con sus vecinos democráticos (Japón y Corea) y con su archienemigo Estados Unidos, lo tienen calculado de tal forma que van avanzando en sus proyectos, pero sin provocar una guerra. “Los tests son uno de los elementos de la caja de herramientas que tiene Corea del Norte para intentar hacer un poco de chantaje a las diferentes partes que están en el conflicto”, opina Arco.
Para la investigadora del Cidob, el año 2017 ya supuso un aviso para las intenciones norcoreanas. Cuando lanzaron la bomba de hidrógeno subterránea, que tuvo un impacto directo en territorio chino, Beijing apoyó las sanciones al régimen de los Kim en el Consejo de Seguridad. “Eso ha hecho que traten de tener todo un poco más calculado para evitar empeorar las relaciones con China, que es el único aliado que tienen al fin y al cabo”, concluye Arco.