Muchos animales, incluidos los humanos, metabolizan en su organismo de forma natural un pigmento llamado melanina, que determina el color de los ojos, el plumaje o pelaje, y la piel. En el mundo de las plantas el proceso es inverso, es decir, muchas especies vegetales segregan dichos pigmentos que, al ingerirse, pueden modificar el color de nacimiento.
Quizá, cuando se habla de cambio de color, el primer animal que viene a la cabeza es el camaleón. Sin embargo, este lo hace a voluntad, y no por algo que haya comido. Otro ejemplo conocido es el de los flamencos, que nacen con plumas blancas o grisáceas y de adultos acaban siendo rosas.
La principal fuente de alimento de los flamencos son los camarones y las algas verdeazuladas, que a su vez comen un tipo de alga microscópica que segregan un pigmento orgánico llamado carotenoide. Al metabolizarlo en su organismo, este pigmento se descompone en moléculas rosas y anaranjadas, y poco a poco van tiñendo las plumas y las patas de estas aves.
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Somos lo que comemos
En la dieta humana también están presentes los carotenoides, por ejemplo en alimentos como las naranjas, la yema del huevo, los tomates o las zanahorias. Estas moléculas son potentes antioxidantes y estimulan la producción de vitamina A.
De hecho, cuando se produce un déficit de esta vitamina, la tonalidad de la piel sufre ligeros cambios, como palidez. En el otro extremo, en el del exceso, haría falta comer muchos kilos de estos alimentos para que la piel empezase a adquirir un tono anaranjado.
Esto ocurre de manera ostensible en las personas que toman bronceadores artificiales en forma de pastillas de cantaxantina. Su piel empieza a ponerse naranja, pero el efecto dista mucho del que produce la melanina natural que estimula el sol.
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Está demostrado que, en cautividad y con una dieta distinta, los flamencos permanecen blancos y grises, y que es en el transcurso de años comiendo este pigmento a través de algas y pequeños crustáceos como van adquiriendo ese color tan característico.
Los flamencos tampoco son todos iguales. Mientras que los de colores rosa y anaranjado son habituales en el Caribe, los que exhiben un plumaje rosa pálido son más característicos de hábitats secos como los de África.
No obstante el mundo animal contiene otras especies cuya dieta es la responsable de que cambien de color a lo largo del tiempo. Estas son algunas de ellas:
Salmón
En su hábitat salvaje, el salmón suele comer pequeños peces y crustáceos que, a su vez, se alimentan de algas con carotenoides, tal y como ocurre con los camarones en el caso de los flamencos. Esto provoca que, por dentro, su carne coja un tono rosa y rojo más profundo.
Canario
En la naturaleza, la alimentación habitual de los canarios no hace que se produzcan cambios significativos en su plumaje. Sin embargo, está demostrado que si ingieren especias como pimentón, cayena o pimiento rojo, sus plumas se pueden volver amarillas y rojizas.
Hormiga fantasma
Se llaman así por su cuerpo transparente, que provoca que se pongan del color de lo que comen. Su cuerpo es verde cuando comen hojas, y rojo cuando ingieren pétalos de flores, por ejemplo.
Babosa marina
Estos moluscos sin caparazón son totalmente blancos cuando nacen, pero van cogiendo los pigmentos de la comida que ingieren, tiñendo su cuerpo con los colores de las medusas y corales que comen.
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