Estamos en un momento muy diferente a lo vivido en los últimos siglos. Nuestro clima se encuentra inmerso en un cambio. Tras las olas de calor sufridas en toda Europa este verano, se constata lo que alertan los expertos: debemos adaptarnos de la mejor manera posible al aumento imparable de las temperaturas.
Y para ello existen ya lugares que nos ayudan a que las consecuencias del cambio climático sean, por así decirlo, un poco más llevaderas. Se trata de los refugios climáticos, o espacios que aportan confort térmico a las personas y, a la vez, conservan sus usos y funciones.
Además, proporcionan áreas de descanso donde sentarse y son espacios seguros y accesibles para personas con movilidad reducida. Son, en definitiva, lugares en los que pasar de la mejor forma posible las horas centrales del día, tanto cubiertos como al aire libre. Edificios públicos, centros cívicos, bibliotecas, colegios y centros privados con un elemento en común en todos ellos: el agua está siempre disponible.
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Estos refugios han existido desde siempre, pero la novedad es su identificación como tal para aquella persona que no resista las consecuencias del calentamiento global. Son lugares habilitados específicamente para resguardarse de los fenómenos climatológicos extremos.
Uno de los ejemplos más tempranos –date de 2018– serían las islas de frescor de París. O los refugios climáticos de Toronto (Canadá) o Nueva York y Washington DC (EEUU).
Dentro de nuestras fronteras, desde 2019 Barcelona también cuenta con su propio espacio para este propósito. Por el momento, dispone de 202 puntos en la ciudad y 50 en el área metropolitana. El objetivo es que toda la población esté a menos de 10 minutos andando de uno de estos oasis ubicados en lugares tan dispares como escuelas o monasterios.
Para ello, debido a la intensificación de las sequías y el aumento de temperaturas, el Plan de Impulso al Medio Ambiente para la Adaptación al Cambio Climático en España (PIMA Adapta) pone a disposición de las comunidades autónomas nueve millones de euros para estos u otros proyectos de adaptación.
Qué son los refugios climáticos
El plan PIMA Adapta contempla el acondicionamiento de estos refugios del clima con puntos de agua potable, más vegetación y una mejora del aislamiento de los edificios. Señalizarlos en mapas supone que la población sepa que dispone de ellos.
A pesar de que la Ciudad Condal, por el momento, es la que más refugios climáticos ha creado, también están presentes en otras urbes. Un ejemplo sería Bilbao, que desde julio funciona con una red de 64 refugios interiores y 66 exteriores. O Sevilla, que ha habilitado, a petición de los vecinos, tres centros cívicos en barrios con población vulnerable que sufre también cortes de luz.
Pero a estos avances les queda mucho camino por recorrer. En el caso de Sevilla, por ejemplo, el Ayuntamiento matiza que solo funcionarán los días con avisos por altas temperaturas y si lo piden sus habitantes. En Málaga, por su parte, el Consistorio aprobó en abril crear microoasis y recorridos con control climático.
Opciones para evitar el calor
También, cada vez son más las ciudades que proponen formas alternativas para evitar las altas temperaturas. Vitoria planteó hace un año una iniciativa para señalizar refugios y adaptar las vías que conducen a ellos.
En Murcia, a finales de julio se aprobó en el pleno implantar itinerarios peatonales de sombra entre barrios y centros neurálgicos de la ciudad y sus pedanías, y acondicionar espacios en exteriores y en locales municipales y privados.
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Sin duda, más allá de ser medidas coyunturales –para épocas de mucho calor–, cada vez se necesitarán de una manera más permanente. Ya no solo se trataría de habilitar o construir espacios en la ciudad para resguardarse del frío y el calor. Más allá de eso, también podemos servirnos de las infraestructuras que ya existen, como los tejados y las azoteas de los edificios, donde se pueden crear jardines que retengan CO₂ y agua y suavicen las temperaturas.