El mes pasado Netflix estrenaba la miniserie Fanático, del director español Roger Gual. La misma se basa en la muerte de un músico ficticio, Quimera, del que uno de sus mayores fans, Lázaro, resulta ser un doble perfecto. ¿Cómo fallece el cantante? Se suicida en el primer concierto de una gira mundial.
El representante entonces intenta sustituirlo por Lázaro, de manera que este acaba “heredando” las presiones y depresiones del original. El doble juego, además, es que ambos personajes los interpreta el actor argentino Lorenzo Ferro, conocido como Kiddo Toto en su faceta de cantante y compositor, que se ha basado en algunas de sus experiencias.
No es difícil leer algún eco de la muerte del sueco Tim Bergling, conocido como Avicii, que el 20 de abril de 2018 fue encontrado sin vida en su alojamiento en una gira en Mascate, capital de Omán.
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Bergling era en ese momento el músico más famoso y más rentable del mundo y apenas tenía 28 años. Aunque tardó en confirmarse una causa del fallecimiento, se acabó revelando como un suicidio.
¿La industria de la música electrónica promueve o empeora la enfermedad mental?
En 2016, la organización británica Help Musicians (HMUK) realizó el que hasta ahora es el mayor estudio sobre las condiciones de trabajo de los músicos llamado Can Music Make You Sick? (¿Puede la música hacer que enfermes?).
Según el mismo, un 71,1% de los músicos han experimentado ataques de pánico o altos niveles de ansiedad, y 68,5% síntomas de depresión. De estos datos extraían que los profesionales de la industria podrían tener hasta tres veces más probabilidades de sufrir de depresión que el resto de la ciudadanía.
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“Digamos que la tendencia genética a sufrir un trastorno es similar a la población general, pero el trabajo en la industria de la música añade presión a las tendencias que cada uno pueda traer de su casa”, explica Rosana Corbacho, psicóloga especializada en tratar a profesionales de la industria y que trabajó durante años en otras tareas dentro de la misma antes de graduarse en Psicología y cambiar de rol.
Considera que existen “ciertos tópicos románticos” sobre la estrella autodestructiva “que pueden llegar a ser profecías autocumplidas”. En Musicians and Addiction, Paul Saintilan detectó como “una de las dificultades para comenzar un tratamiento ante problemas existentes es la creencia de que solo se puede componer o dedicarse a la música si se es un alma atormentada o se consume alcohol y otras sustancias”.
“Hay que tener en cuenta las subidas y bajadas emocionales que hay en cualquier tour”, explica Corbacho. “Hablamos de 20 horas viajando y esperando, subirse a un escenario, pico emocional, opción de querer mantener ese high o vuelta al hotel y bajada intensa emocional para repetir todo al día siguiente en otra ciudad. Después de los tours se experimentan también sensaciones de tristeza, vacío y desconexión, lo que se llama el post-tour blues”.
Si la automedicación es bastante común, incluso en personas que no tienen este tipo de vida, “no debe extrañarnos que se recurra a ella cuando lo que se exige a las estrellas es tan intenso y tan extremo en un entorno donde lo raro es no consumir, pudiendo llegar a convertirse en una adicción”, aclara.
En el tratamiento de un músico estrella, quizás no del nivel, pero sí del perfil de Avicii o el ficticio Quimera, hay que tener en cuenta su entorno. “La identidad está fuertemente vinculada al rol profesional, lo que hace que cualquier síntoma que se perciba como peligroso para el desarrollo de la carrera va a incrementar la intensidad del malestar”, comenta Corbacho.
Y añade: “A veces el trabajo va enfocado a permitir que la persona vuelva a su puesto lo antes posible, y después profundizar en la problemática que esté en la base”.
Así, “dependiendo de cuáles sean los objetivos, se trabaja teniendo en cuenta a qué van a estar expuestos. Si alguien está en tratamiento por abuso de sustancias y tiene que ir de tour, hay que incidir en que el consumo en este sector es de lo más habitual y estará presente a su alrededor”.
También, por la propia naturaleza de las giras, “hay que tener mucha flexibilidad en cuanto a horarios por la inestabilidad de los trabajos y acompañar adaptándose a las circunstancias de la persona, ajustando la terapia a lo que necesite en cada momento”.
La psicóloga es optimista con la evolución del tratamiento de la salud mental, y recuerda que el pasado septiembre en Madrid se celebró el I Congreso Internacional de Psicología y Artes Escénicas. “Cada día es más habitual hablar en público de estar en terapia. Era difícil en un sector dedicado al entretenimiento donde además hay tanta competencia”, dice.
Además, “siento que estamos pasando poco a poco de hablar de la importancia de la salud mental a un terreno más práctico: qué hacer, dónde están los problemas, qué técnicas son las más adecuadas, cómo se puede mejorar”, zanja.
Salud mental y pandemia
Estos dos años de pandemia han afectado “muchísimo”, añade Corbacho. “Ha habido un incremento en los suicidios y siento que aún estamos a la espera de ver cuáles han sido las consecuencias de esta gran crisis”. Y añade que tras dos años de inestabilidad, falta de trabajo y otras dificultades, la reactivación de los eventos aparece con “la gran competencia por hacer festivales más grandes, en más ciudades".
“La urgencia y la imposibilidad de decir que no después de tanta incertidumbre solo hace que las personas se entreguen más aún a sus puestos de trabajo sin priorizar límites, autocuidado o una perspectiva más a largo plazo”, sentencia.
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Después de todo esto, Corbacho añade que realmente la sintomatología del sector musical no está tan lejos de la del resto de la población, aunque algunas cuestiones se potencien: “Si centramos nuestra vida en el éxito laboral y no cuidamos de nuestro cuerpo, nuestras relaciones y nuestro entorno, estaremos poniendo en riesgo el equilibrio y la salud tanto física como psicológica, además de tener una autoestima poco estable y condicionada”.
“Todo lo que nos acerca a ser productos y nos aleja de nuestras necesidades humanas tiene el riesgo de hacernos infelices, desconectarnos de los demás y enfermar”, sea un trabajo como el DJ más famoso del mundo o cualquier otro.
Por eso, la experta alerta de que “hay que invertir en prevención, tratamiento temprano e investigación para que las personas podamos desarrollarnos y dar lo mejor que tenemos". Y concluye: "El cuidado de la salud mental de forma pública y gratuita debería ser una prioridad en cualquier sociedad si se quiere aumentar la resiliencia de la población".