Elikia significa esperanza en lingala, una lengua bantú hablada en varios países de África central, como en la República Democrática del Congo. También es el nombre de un proyecto que la Fundación Amigos de Monkole, con colaboración española, está desarrollando en la capital del país, Kinsasa, para prevenir, detectar, diagnosticar y tratar el cáncer de cuello de útero en las mujeres de todo el continente.
Según un estudio del Centro Nacional de Información Biotecnológica, cada año se detectan en el mundo más de medio millón de casos de este tipo de cáncer, que acaba con la vida de casi 300.000 mujeres. El documento refleja que más del 80% de esos casos se producen en países en vías de desarrollo y con muy pocos medios de prevención y diagnóstico. Entre las mujeres africanas, el de cérvix es el segundo cáncer más mortífero por detrás del de mama, con una tasa de incidencia que oscila entre el 25% y el 35% por cada 100.000 habitantes.
Influye el nivel socioeconómico
Un grupo de diez estudiantes de Medicina y Enfermería de la Univesidad de Navarra, coordinados por el doctor Luis Chiva, han viajado este verano a la República Democrática del Congo. Allí, sobre el terreno, trabajarán junto a los Amigos de Monkole para intentar desarrollar una alternativa sostenible y reducir la tasa de mortalidad que deja el cáncer de cuello de útero entre las mujeres del país.
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Durante dos semanas de este mes de julio, la expedición realizará un trabajo conjunto con los especialistas oncológicos del hospital de Monkole donde, entre otras cosas, realizarán múltiples pruebas gratuitas para detectar el virus del Papiloma Humano, una enfermedad de transmisión sexual responsable del 95% de casos de cáncer cervical en todo el planeta.
“Es un cáncer que depende mucho del nivel socioeconómico”, expone el doctor Álvaro Tejerizo. Jefe de Sección de Ginecología oncológica y Obstetricia del Hospital 12 de Octubre. “Es el más frecuente en países en vías en desarrollo y depende mucho del cribado que se hace en estos países mediante citologías”, la prueba con la que se puede detectar en estadios previos al cáncer.
El doctor explica que “es un cáncer que aparece, de media, entre los 45 y los 50 años”, y donde el virus del Papiloma Humano juega un papel fundamental: “Este virus infecta el cuello del útero, produce alteraciones en esas células [...] En muchos casos, en torno al 80% el propio sistema inmunológico lo elimina, pero en ese otro 20% el virus se queda. Esa persistencia de la enfermedad puede desembocar en displasias del cuello del útero, y si evoluciona puede acabar produciendo cáncer”.
Más incidencia en países sin recursos
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la República Democrática del Congo no existe ningún mecanismo de detección precoz de esta modalidad de cáncer. Además, tampoco hay ningún plan de vacunación contra el virus del Papiloma Humano, y la mayoría de los diagnósticos de cáncer de cuello de útero se da cuando el tumor se encuentra en estados de desarrollo avanzados, por lo que la mortalidad es muy alta.
La expedición española ha aterrizado en Kinsasa con más de 400 kilos de material sanitario necesario para la prevención y el diagnóstico precoz. Mediante una prueba sencilla con ácido acético y yodo serán capaces de discriminar qué pacientes tienen riesgo de tener un futuro cáncer. A dichas pacientes se las tratará mediante termoablación: un procedimiento que destruye por calor las lesiones y que está recomendado por la OMS desde 2019.
El doctor Tejerizo apunta que “en los países donde no hay prevención con citologías produce más muertes”, y en el caso de España comenta que “tenemos dos armas fundamentales: la prevención primaria mediante la vacunación; y la prevención secundaria mediante citologías […] Aquí es donde se suelen detectar las lesiones precursoras del cáncer”.
A nivel global, el doctor explica que el cáncer de cuello de útero “tiene más mortalidad que el de mama, pero es mucho menos frecuente […] “Casi todos los cánceres dependen del momento en el que se diagnostique, y este tiene una supervivencia de en torno a un 70%. En fases primigenias la supervivencia es de entorno al 90% y en estadios avanzados 57%”.
Un futuro poco prometedor
Tal y como refleja el estudio del Centro Nacional de Información Biotecnológica, se espera que durante los próximos años los casos de cáncer cervical aumenten en África. En países desarrollados, la incidencia apenas llega al 10% por cada 100.000 habitantes, y la cifra de muertes relacionadas es en torno a diez veces menor. De lo que no hay ninguna duda es de la relación directa entre el cáncer de cuello de útero y el virus del Papiloma Humano, siendo condición necesaria para el desarrollo de tumores y la aparición de lesiones precancerosas.
En la mayoría de los países subsaharianos, los datos sobre la prevalencia y la mortalidad del cáncer cervical son escasos o no están disponibles. Solo el 17 % de los países africanos cuentan con programas nacionales y un presupuesto específico asignado por el Estado para luchar contra este tipo de variante. No obstante, en aquellas naciones donde existen programas concretos, la cobertura sanitaria es extremadamente baja, por lo que la efectividad en la prevención y el diagnóstico disminuye.
Según arroja la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), la descentralización de las capacidades de diagnóstico y tratamiento del cáncer brindaría a más personas en las provincias de la República Democrática del Congo la posibilidad de tener un mejor acceso a la atención sanitaria. Sin embargo, si esa descentralización significa la privatización de la atención, dicho acceso puede resultar todavía más restrictivo, ya que solo podrían acudir a los centros aquellas personas con recursos suficientes para poder costeárselo.
En la República Democrática del Congo, tal y como ocurre en la mayoría del África subsahariana, los escasos servicios se encuentran en la capital y la mayoría de instalaciones médicas son privadas. Por ejemplo, solo hay un centro privado de radioterapia en todo el país, que tiene aproximadamente 90 millones de habitantes. En todo el continente, únicamente en torno a 30 países disponen de alguna unidad de tratamiento de radioterapia.