El vidrio es un material que se descubrió por pura casualidad. Entre el tercer y el cuarto milenio antes de Cristo, según cuenta Plinio el Viejo, en lo que hoy es el Líbano, unos comerciantes de trona —el mineral natural del carbonato sódico— utilizaron un trozo de este material para sostener una olla en una fogata en la playa y el fuego hizo que la arena reaccionara con el carbonato sódico. Al día siguiente, aparecieron unas bolitas duras y transparentes. Era el nacimiento del vidrio.
Casi seis milenios después, continuamos utilizando este material para casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Y las Naciones Unidas han querido poner en valor este material declarando 2022 como el Año Internacional del Vidrio, un material que es historia del ser humano, pero que también escribirá las páginas de nuestro futuro.
Alicia Durán, científica del CSIC, ha tenido mucho que ver en la declaración de este año. En 2018, cuando fue nombrada presidenta de la Comisión Internacional del Vidrio —primera vez que a España se le encomendaba la presidencia y segunda mujer en ocupar el cargo— asumió el liderazgo de este proyecto. Se puso en contacto con el embajador de la Misión Permanente de España en la ONU, Agustín Santos, que inmediatamente aceptó el cometido.
Así, Santos viajó a Madrid y, junto con Durán, se reunieron con el Ministerio de Ciencia e Innovación, que inmediatamente les brindó su apoyo y puso al CSIC a su disposición. “Para justificarlo, nos pusimos a identificar el papel del vidrio en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 y resulta que acabamos encontrando que el vidrio es protagonista en 11 de los 17 ODS”, recuerda Durán.
Al final lo consiguieron. En mayo de 2021, la Asamblea de la ONU aprobó por unanimidad el Año Internacional del Vidrio y, además, con un amplio apoyo detrás: más de 2.200 instituciones de 90 países secundaron este proyecto, entre ellas Ecovidrio, entidad sin ánimo de lucro que gestiona la recogida selectiva de residuos de envases de vidrio. El éxito también ha sido para nuestro país. “Ha sido un proyecto marca España”, destaca Durán.
El objetivo, según la investigadora del CSIC, es “hacer visible lo invisible, para que los ciudadanos, los chicos desde el colegio, sepan y reconozcan dónde está el vidrio”. Y además, añade, dar a conocer “este material transparente que nos ayudará a construir un mundo más sostenible”.
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El vidrio, sin duda, constituye una de las mejores definiciones de la economía circular, algo que viene ya desde la época de los romanos. Según Ecovidrio, en España, 7 de cada 10 envases de vidrio se reciclan. La ventaja añadida es que, al fabricar nuevos envases con vidrio reciclado, no pierde ni un ápice de calidad. Es un proceso infinito.
“El vidrio tiene la cualidad de ser 100% reciclable y, además, ser lo que llamamos un material permanente”, señala Karen Davies, secretaria general de la Asociación Nacional de Fabricantes de Envases de Vidrio (Anfevi). Y añade: “Esto quiere decir que cuando pasa un proceso de reciclado no se pierde calidad ni cantidad”.
Una tradición en extinción
La fabricación de vidrio en España tiene una larga historia. Innumerables generaciones de vidrieros han creado piezas que han perdurado en las casas de los españoles a través de su sudor y sus pulmones. “En España, sin ser muy conscientes, el vidrio ha formado parte y ha estado muy arraigado a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestra economía”, recuerda Beatriz Egido, directora de Comunicación y RSC de Ecovidrio.
Uno de los máximos exponentes actuales de la tradición vidriera patria es la Real Fábrica de Cristales de La Granja, que mantiene “escrupulosamente los mismo procesos y técnicas de manufacturación que en el siglo XVIII, cuando se creó”, puntualiza en su página web. Es decir, “artesanalmente, con caña de soplar y con la ayuda de moldes”.
De esa escuela salió Rafa Abdon, que ahora tiene su propio taller, donde realiza, bajo pedido, piezas catalanas tradicionales y otras de su creatividad que muestra en el Museo del Vidrio de Vimbodí. Su pasión, como la de otros tantos artesanos, viene en sus genes.
Abdon nació en L’Olleria (Valencia), un pueblo que tiene una tradición en el vidrio soplado de más de cinco siglos. Su padre empezó a soplar con 13 años y a los 25, con dos compañeros, montó una fábrica de vidrio. “Lo he mamado en casa desde pequeño y cuando a los 15 años lo probé, me enganchó”, cuenta Abdon. “Y, desde entonces, hasta ahora”, confiesa.
Su proceso de fabricación es completamente artesanal y manual. Todo comienza con un tarro cerámico con vidrio fundido introducido en un horno a 1.200 grados y “que tiene una textura como la miel”.
“Nosotros entramos con una boca, una caña y un palo de metal, y mediante un proceso de rotación, vamos levantando y sacamos una esfera de vidrio fundido”, explica Abdon. Y añade: “Después de esto, lo llevamos al banco de trabajo. Con la mano izquierda vamos equilibrando el vidrio y con la mano derecha vamos trabajando con papel de periódico mojado, estirando con pinzas, cortando con tijeras…”. Todo hasta obtener el producto final.
El problema, según cuenta a ENCLAVE ODS, es que su profesión está en “peligro de extinción”, en gran parte porque “es súper difícil aprenderlo”. Además, recalca que “el legado que ha habido en España ha sido increíble, porque había muchas provincias, fábricas de vidrio y mucha gente que sabía trabajarlo a mano y ahora no queda nada”.
Para Abdon, es necesario una mayor apreciación de un proceso que existe desde la época romana para que no desaparezca. “En Estados Unidos, por ejemplo, es una carrera universitaria y aquí, que estemos desapareciendo como el lince ibérico, es muy triste”, señala.
El proceso de fabricación: la innovación
Gracias a la Revolución Industrial, el vidrio se extendió a la mayor parte de la población. Hoy, seguimos notando este progreso en nuestra vida cotidiana: 19 millones de botellas y tarros de vidrio se fabrican cada día en España. Eso sí, el proceso es en gran parte diferente al trabajo de artesanos como Abdon.
Al igual que en la fabricación tradicional, el proceso empieza en un horno, que funde las materias primas y el calcín (vidrio reciclado). Bajo las altas temperaturas, se consigue una sustancia viscosa de la que se extraen las llamadas gotas, ya con el peso que va a tener el envase final. Esto se introduce en moldes y pasa por diferentes procesos —como pueden ser el prensado o el soplado— y se conforma la forma final del producto.
De ahí el vidrio sale aún muy caliente, incluso rojo. Por ello, el envase pasa por un segundo horno, el de recocido, en el que se enfría de manera controlada. Y una vez listo, se inspecciona cada una de las botellas para asegurar la máxima calidad.
Cada envase, según señala Davies, cuenta con su propio DNI: “Hay unos puntitos en la base de los envases de vidrio que la gente generalmente confunde con el braille, pero en realidad son signos de trazabilidad por si hubiera algún problema con el envase”. Y añade: “Dependiendo de cómo están colocados esos puntos, sabemos exactamente de qué fábrica e incluso de qué molde proviene para poder ir ahí, revisar cuál es el origen del problema y solucionarlo”.
“Aunque fabricamos diariamente 19 millones de botellas y tarros al día en España para satisfacer a la industria, alimentación y bebidas, todos estos envases tienen una trazabilidad y son inspeccionados para cumplir con la seguridad alimentaria”, comenta.
El reciclaje
El vidrio se fabrica a partir de tres materias primas: la arena de sílice, el carbonato de sodio y la caliza, que, además, como indica Davies, “son de fácil extracción”. Sin embargo, hoy en día, el principal material con el que se fabrican los nuevos envases es el vidrio reciclado. Es lo que se llama casco o calcín, vidrio triturado que se reincorpora al proceso productivo, es decir, “envases que vuelven al horno para fabricar nuevos”.
“Es un círculo perfecto, los envases nuevos mantienen las mismas propiedades que los antiguos, por lo que es reciclable infinitas veces”, señala Egido. “Es un material tan sostenible que, si se hace bien, nunca tendría que ir al vertedero”, añade.
Todo ello permite evitar extraer nuevas materias primas de la naturaleza, lo que supone un ahorro de más de un millón de toneladas, un peso equivalente a 113 torres Eiffel. Además, en el caso de España, según señala Ecovidrio, evita la emisión de 551.320 toneladas de CO2 —una cantidad equivalente a la que se emitiría al dar una vuelta al mundo en avión 140 veces por el ecuador de la Tierra— y ahorra 678.884 milivatio-hora (Mwh) de energía, el equivalente al gasto energético de todos los hospitales del país en dos meses.
España fue pionera en el ámbito del reciclaje de vidrio, incluso “antes de que hubiera una ley europea y nacional que obligase a las industrias a ser sostenibles e implementar el reciclado en sus procesos”, recuerda Davies.
[Los españoles han reciclado 884.000 toneladas de envases de vidrio en 2021]
En febrero se cumplió cuarenta años de la instalación del primer contenedor de vidrio en el madrileño barrio de Moratalaz. “Al principio, la gente los consideraba ovnis o setas, porque era muy raro tenerlos en las calles”, señala Davies. Pero poco a poco, la gente se fue acostumbrando y se fue extendiendo por todo el país. “Ahora ya forman parte del paisaje urbano”, cuenta Egido.
El reciclaje de vidrio se ha instalado completamente en la psique de los españoles. La directora de comunicación de Ecovidrio cuenta orgullosa que sólo el 2% de los residuos que recogen son impropios. Es decir, todo aquello que no debería estar ahí como platos, loza o bombillas, lo que “permite que el reciclado sea de tan buena calidad”.
Además, recuerda que los envases no tienen que ser lavados, “porque eso significaría un gasto de agua absolutamente inútil”. Tampoco hay que quitar las etiquetas. De hecho, en el reciclaje de los envases de vidrio no se utiliza agua, ni ninguna sustancia química, sino que se hace a través de una serie de procesos mecánicos que eliminan las impurezas.
Por otro lado, no hay que olvidar la diferencia entre cristal y vidrio, aunque la denominación “es más una cuestión legal”, como reconoce Davies. “El cristal es todo aquello que se le añade plomo para que tenga más sonoridad y resistencia”, cuenta. Y ese tipo de material no se debe depositar en los contenedores de vidrio, sino que deben llevarse a puntos limpios.
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“Tienen un ingrediente adicional que no es necesario ni se debe añadir a los envases que conservan productos durante mucho tiempo como las conservas o el vino, donde los productos pueden estar meses o años”, recuerda Davies.
Un futuro pintado de verde
El vidrio tiene una aplicación casi infinita. En la actualidad, la mayor parte del vidrio plano se utiliza para el acristalamiento de los edificios —más del 80%— y para los automóviles —alrededor del 15%—, y el avance tecnológico está permitiendo una mejor eficiencia energética.
“Por ejemplo, en una casa típica en Sevilla, donde en verano hace mucho calor, un acristalamiento doble podría reducir en más del 90% la demanda energética”, señala Durán, lo que permite reducir la huella de carbono y las emisiones de CO2.
Sin embargo, con la llamada Tercera Revolución Industrial, las aplicaciones están aumentando su espectro. Por ejemplo, en las pantallas de los móviles. Pero también tiene un papel fundamental en las energías renovables como en los espejos de vidrio de los paneles solares o también en las aspas de los aerogeneradores, que contienen un 80% de fibra de vidrio.
Otras aplicaciones son: en la biomedicina, con las fibras que logran regenerar tejidos; en la odontología; en los envases de las vacunas, tan importantes durante la pandemia de la Covid-19; o, en la fibra óptica, que ha revolucionado por completo el mundo de las telecomunicaciones.
El vidrio, por tanto, es un material esencial para la humanidad y que está íntimamente relacionado con la palabra sostenibilidad. El Año Internacional del Vidrio no sólo visibiliza este material transparente, sino que también pone en valor un recurso que es fundamental para poder alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). “El vidrio es una gema para el futuro, va a ser imprescindible para un futuro más verde”, concluye Egido.