Según cae la tarde sobre el Central B de la Complutense, la sombra de Las Leonas, como se conoce a la selección femenina de rugby, se va haciendo cada vez más alargada. En el límite lateral del campo –lo que se conoce como línea de touch–, hay una hilera de botellas de agua apiladas con una colección de rótulos que hace historia. Puede leerse: Amaia, Bea, Olivia, María, Paula…
Las Leonas entrenan en este momento con tiros rápidos y lineouts, métodos para reiniciar el juego con un lanzamiento después de que la pelota o su portadora han salido al touch.
Dos, tres y hasta cuatro sesiones diarias de dos horas de entrenamiento intenso y una hora extra de gimnasio les esperan estos días en preparación de los próximos torneos. A menudo, al final del día, tendrán otra hora más de crioterapia, un tratamiento de alternancia de temperaturas con agua caliente y agua helada.
Cuando se publique este reportaje, las leonas ya estarán rugiendo en los Fast Four, una serie de encuentros perfectos para que el seleccionador, Pedro de Matías, mida el estado de las jugadoras y pueda armar su estrategia para las Series Mundiales de finales de mes en Dubai.
Junto a las chaquetas apoyadas en las gradas, está observando atento Álex, el fisioterapeuta, que responde a la pregunta más incómoda: ¿cuál es la lesión más habitual de las leonas? Es la de los ligamentos cruzados de rodilla y los hombros, también el tobillo. "Pero son duras, aguantan mucho", asegura.
Lo cierto es que, como explica sonriente la exjugadora Eli Martínez, su mánager, "la selección española de rugby femenina es muy reconocida a nivel internacional, hemos ganado a todos los equipos del mundo alguna vez, ni los mejores se nos han resistido en alguna ocasión".
"Si tú te borras de un partido y no te esfuerzas, se nota, estás fallando a tu equipo", explica Eli Martínez
Saltaron a la fama cuando, repentinamente, se convirtieron en campeonas del Primer Campeonato de Europa, derrotando a Francia en la final por 21-6. Ahora se encuentran en el top ten mundial, y se codean con las potencias del rugby inglesas y escocesas.
Para Martínez, el rugby tiene algo muy característico, y es que "si tú te borras de un partido, si no te esfuerzas, se nota, estás fallando a tu equipo, porque eso es jugar con uno menos y no trabajar bien".
Ella –que como jugadora siguió peleando en un partido con la nariz partida y el menisco roto– cuenta que ahora ha visto más de una vez cómo han tenido que sacar a la fuerza de un partido a jugadoras que estaban lesionadas. "Iban cojeando porque ya no podían más y no querían salir. Son tantas las ganas que tienes de estar y de competir que a veces pasa", reconoce.
La diferencia para ella es que se ha dado cuenta de que muchas cosas de las que se quejaba, como "el priorizar, los protocolos, la burocracia, hacen que las cosas sean más difíciles y tienes que buscarte las mil y una para que las chicas tengan todo lo que necesitan". Porque, asegura, "gracias a ellas estamos aquí".
En estos años han vivido mil anécdotas."Siempre decimos que podríamos escribir un libro con todo lo que nos ha pasado. Los viajes los hacemos con no tantos recursos como otras selecciones y nos encontramos con situaciones en las que tenemos que hacer maravillas, magia diría yo: desde pedir material de fisio a balones", confiesa Martínez.
Además, cuenta que siendo todavía jugadora perdieron todos los balones de un mundial.
En el intermedio del entrenamiento, nos encontramos con dos de las protagonistas. Olivia Fresneda es jugadora de rugby 7 y rugby 15, estudiante de medicina y tiene 22 años. Lleva jugando al rugby desde los 7. Siempre hizo mucho deporte con su hermano, como judo y voleibol, pero al final se enganchó al deporte del balón ovalado.
Silvia Morales tiene 22 años y acaba de terminar –curiosamente– la carrera de criminología. Antes practicaba vela, baloncesto y ping-pong, pero lleva ya 3 años jugando al rugby. Empezó en la universidad, donde el ambiente favorece mucho este deporte, especialmente en algunas provincias como Madrid. Y a partir de ahí no pudo parar de jugar.
Un deporte como ningún otro
¿Qué tiene el rugby que no tengan otros deportes? "La gente", dice Fresneda. A lo que añade que "es como una familia más". Aunque también "los valores", añade Morales. "El tercer tiempo también ayuda" bromea la primera.
Ese tercer tiempo del que habla es un momento de encuentro y bebidas después de la competición, una tradición que define este deporte, un espacio en el que prima el compañerismo y el esfuerzo.
Para ellas, expertas en la dinámica y las reglas no tan evidentes del juego, hay momentos en los entrenamientos realmente divertidos. Van desde las "carreras de pingüinos, con las que competimos –incluso– contra otros equipos en europeos o en World Series”, relatan, pero también "el momento en el Starbucks antes de cada viaje, para revisar la estrategia”.
Comentan que el reglamento de World Rugby permite jugar, además de sobre campos de césped, en otros de arena, tierra o nieve. Su entrenamiento es realmente duro, tanto físicamente como psicológicamente. Ambas concuerdan en ello.
“Yo creo que al final estamos todas muy cansadas, pero tiramos unas de otras”, dice Fresneda secando su frente. “Tenemos ayuda ahora con las máquinas y cuando llegamos a casa intentamos recuperar a tope, porque el objetivo es competir a alto nivel", explica Morales. Y es que asegura estar cansada, pero querer jugar de todas maneras.
Todavía recuerdan la final del campeonato de Europa contra Holanda. “Yo estaba de central, jugar delante de tanta gente y ganar fue increíble”, recuerda Fresneda. Morales, por su parte, habla del primer torneo que jugó en Madrid y el recuerdo de sentir en su cuerpo la intuición de una jugada.
El rugby femenino es cada vez más visible; sin embargo, a la gente le sigue llamando la atención cuando ellas cuentan que practican este deporte. Fresneda dice que muchos se sorprenden y preguntan: "¿Cómo? ¿Tú haces rugby?". No obstante, añade: "Cuando lo ven, entienden por qué jugamos, y de hecho muchas personas que me han preguntado se han acabado apuntando a practicarlo".
Ambas explican que uno de sus sueños sería ir a unos Juegos Olímpicos. "Es el sueño de todo deportista, ¡un mundial!", recalcan.
En rugby 7 y en rugby 15, las distancias cambian, como explica Pedro de Matías, entrenador y seleccionador de Las Leonas de 7. Esa diferencia genera una tipología de esfuerzos diferentes, "que reglamentariamente es muy similar, pero la forma de entrenar tiene unas características distintas, sobre todo en el siete, hay que trabajar todas las habilidades técnicas de las jugadoras, porque todas deben ser capaces de una mayor gama, en el quince hay mayores especialistas del juego”, asegura.
Por eso mismo, el entrenamiento que vemos hoy es más intenso, realmente de altísimo nivel. "Al jugar dos partes de 7 minutos, las jugadoras tienen que adquirir la capacidad de repetir esfuerzos de alta intensidad con plazos muy breves de recuperación y descanso y normalmente las secuencias de juego son más cortas”, cuenta el entrenador.
De Matías, que se encarga de realizar el seguimiento de las jugadoras –también profesor de fútbol, aunque todo el tiempo que tiene lo dedica a estudiar y analizar el juego del rugby ahora– lidera el grupo y el staff técnico para la consecución de los objetivos de cada año.
Para este entrenador, "el rugby y el fútbol tienen muchas cosas parecidas conceptualmente, por el hecho de ser dos deportes colectivos, en colaboración-oposición, pero el reglamento determina esas diferencias".
Una de las diferencias clave con el futbol es que la morfología de las jugadoras es muy variada, hay puestos específicos, que "al final generan que haya diferentes perfiles dentro de un equipo que en el futbol no es tanto”.
Según De Matías, "la diferencia está en las personas, no en el género, claro que debes conocer las particularidades de cada deportista". Dice estar "muy contento de trabajar con este grupo, porque son muy fieles a los objetivos y están muy comprometidas con su desarrollo personal, y en el ambiente de grupo se refleja".
Un sueño que comparten las jugadoras sería “intentar mejorar el contexto femenino, el entorno de entrenamiento, el desarrollo del deporte. En los últimos años ha habido un crecimiento muy grande del número de licencias de mujeres que practican este deporte, pero estamos trabajando por seguir manteniendo ambas selecciones en el mayor nivel del rugby mundial, que es donde España debe estar”.
En cuanto al nombre, Las Leonas –De Matías sonríe cuando le mostramos el logo de EL ESPAÑOL–, cree que su denominación está bien puesto porque “las chicas se ven identificadas por el carácter, la garra, en un deporte como el rugby que es una batalla y en cada partido hay que trabajar en equipo”.
“Este equipo se llama Las Leonas”, dice Morales, porque “somos invencibles y porque somos una manada” termina entre risas Fresneda. Ahora, “los torneos en Francia van a ser muy claves para la temporada que viene por delante, vamos a ponernos a prueba a crear un juego propio y a partir de ahí construir”, añade Morales.
“Estamos deseando volver a hacer historia”, termina Fresneda. Porque, después de todo lo que han vivido, Las leonas vuelven a rugir.