El pasado lunes 6 de junio una furgoneta atropelló al conductor de un patinete eléctrico en la localidad toledana de Illescas. En poco más de cinco minutos un helicóptero con un médico y un enfermero a bordo aterrizó en mitad de la céntrica avenida donde había tenido lugar el grave incidente para atender y estabilizar al herido sobre la calzada. Pese a lo espectacular de la intervención, solo fue una más entre las seis o siete salidas que cada día realizan de media los cuatro helicópteros del Servicio de Transporte Sanitario Aéreo del Gobierno castellano-manchego, que en sus 21 años de funcionamiento y más de 33.000 actuaciones -el 83 % de ellas para atender patologías médicas y el 17 % restante a víctimas de accidentes de tráfico o laborales- se ha ganado a pulso ser considerado una de las joyas de la corona del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM).
Hoy por hoy, forman parte de este equipo de élite 24 pilotos y copilotos, 23 médicos y 16 enfermeros, apoyados por 10 mecánicos y cinco meteorólogos que garantizan que los vuelos se realicen siempre con total seguridad. Son ángeles de carne y hueso que descienden desde las alturas para salvar vidas. La importancia de su cometido hace que los más de 3.200 euros que cuesta al erario cada una de sus intervenciones jamás puedan ser considerados, pese a lo elevado de la factura, como un gasto prescindible. "Es necesario", ha dicho en alguna ocasión el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, orgulloso de lo puntero del servicio y sabedor de que la comunidad autónoma se caracteriza por sus largas distancias, por su baja densidad de población y por sus peculiaridades orográficas en el medio rural, que en ocasiones complican que las ambulancias terrestres puedan cumplir eficazmente y a tiempo su misión.
Gigante I, II, III y IV, que es el quijotesco nombre con el que se conocen en el argot a cada una de estas UVI del aire, tienen base en Albacete, Ciudad Real, Cuenca -que cubre también la provincia de Guadalajara- y Toledo, respectivamente. Pueden aterrizar en una extensa red de 233 helipuertos y helisuperficies repartidos a lo largo y ancho de la región (García-Page la ha calificado como "la más amplia de toda Europa") y, en caso de ser necesario -como ocurrió en el atropello de Illescas- están capacitados para tomar tierra en casi cualquier tipo de superficie, siempre que se cuente con unas distancias mínimas de seguridad para ejecutar la maniobra sin riesgos. Incluso sobre la nieve, tal y como hicieron en enero de 2021 durante los rigores de la intensa nevada Filomena, que cubrió de blanco el centro del país y dejó incomunicadas por carretera a multitud de poblaciones, comprometiendo la asistencia sanitaria de los ciudadanos.
Los cuatro pájaros amarillos del SESCAM surcan los cielos de Castilla-La Mancha los 365 días del año, aunque el helicóptero ciudadrealeño y el conquense son especiales: lo hacen durante las 24 horas de la jornada, gracias a que el comandante vuela equipado con unas gafas de visión nocturna y apoyado por un copiloto. Actualmente, Castilla-La Mancha es la única región peninsular con transporte aéreo sanitario de noche. Fue pionera poniéndolo en marcha allá por 2006 y solo Canarias puede presumir de proteger a sus ciudadanos de la misma manera desde el ocaso hasta el amanecer.
El Gigante II, además, es el único helicóptero sanitario de España dotado para la realización a cualquier hora de día de transfusiones de sangre extrahospitalarias a pacientes afectados por traumatismos graves, una terapia que se desarrolla de manera conjunta con el Centro de Transfusión del Hospital General Universitario de Ciudad Real y que, desde que se puso en marcha hace siete años, ya se ha llevado a cabo en más de medio centenar de accidentes de tráfico, laboral o de otra índole.
La UVI más rápida
"La activación de los helicópteros la deciden los médicos y enfermeros del Centro Coordinador de Urgencias (CCU), que después de que la emergencia sea comunicada al teléfono 112 valoran la patología de la que se trata, la urgencia que requiere el tratamiento y la distancia que hay que recorrer hasta llegar al lugar. El objetivo final es poder asistir a cualquier castellano-manchego que lo necesite en cualquier lugar de la región", explica Diego Villalobos, director de Enfermería de la Gerencia de Urgencias del SESCAM, que fue uno de los encargados de poner en marcha el Servicio de Transporte Sanitario Aéreo en sus inicios. Simplificando, los gigantes alzan el vuelo si van a llegar antes que una ambulancia por carretera, ya sea porque el aviso viene desde un lugar recóndito o porque las UVI móviles de la zona se encuentran ocupadas en ese momento.
"Dependiendo del viento, la máquina a veces da algo más y otras veces da algo menos, pero volamos a velocidades de entre 120 y 130 nudos, que son unos 220 kilómetros por hora. Lo bueno es que al poder dirigirnos al punto en línea recta ganamos una barbaridad de tiempo", explica Francisco Chamero, el experimentado comandante que acaba de aterrizar a Gigante IV en su base de Toledo capital, junto al Hospital Nacional de Parapléjicos, después de asistir a un anciano en una residencia de Santa Cruz de Retamar, una pequeña población a unos 40 kilómetros de allí. Solo han tardado 12 minutos en llegar.
Desde el propio helipuerto toledano, pediente en todo momento del teléfono móvil por si llega otro aviso, algo que ocurre solo media hora después, atiende a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM junto al médico Juan José Sánchez y al enfermero Rafael Garzón, mientras que el mecánico Lukasz Barszczyk reposta el aparato y revisa que todo este a punto -algo obligatorio después de cada vuelo, además de al inicio y al final de la jornada- para que en poco más de 10 minutos pueda volver al aire si es necesario.
El joven doctor, dipuesto a demostrar que nos encontramos ante "una UVI móvil en toda regla", se adentra en el habitáculo del EC-MPK, un helicóptero fabricado por Airbus y operado por la compañía especializada en misiones críticas Babcock. "No tenemos el mismo espacio que en una ambulancia, pero llevamos todo lo necesario empaquetado en mochilas de respiratorio, de circulatorio, otra frigorífica para llevar medicación, calienta sueros, un monitor desfibrilador, un ventilador respirador por si hiciese falta intubar al paciente, bombas para medicación en perfusión, un aspirador de secreciones, oxigenoterapia y hasta un sensor que monitoriza la actividad cerebral del paciente", explica.
Pero eso no es todo, porque en la bodega de la aeronave también guardan instrumental específico para atender a pacientes pediátricos, a grandes quemados y para responder adecuadamente ante incidentes con múltiples víctimas. Incluso cuentan con una incubadora para realizar traslados neonatales entre hospitales.
Pese a que el equipo médico dispone de todo el material necesario para intubar a un enfermo o herido durante el vuelo, Sánchez aclara que "siempre es preferible estabilizar en tierra y después efectuar el traslado", debido a que la angostura del helicóptero limita el margen de maniobra. "En este modelo el paciente tiene que ir completamente acostado y accede por la puerta trasera pasando cerquita del techo. Si llevamos un intubado o alguien con una ventilación mecánica no invasiva la mascarilla incluso puede topar con el techo, aunque para evitarlo tenemos la posibilidad de hacer la carga por una puerta lateral cuando estamos ante patologías muy concretas", añade.
Su compañero, el enfermero Rafael Garzón, reconoce que hay pacientes que al saber que van a ser trasladados en helicóptero hasta el hospital "se ponen nerviosos e incluso empeoran momentáneamente". "Pero la mayoría se adaptan muy bien y se calman enseguida, porque tratamos de transmitirles tranquilidad y les explicamos que vamos a estar en todo momento con ellos, que en cuanto levanten la mano podemos quitarle el casco -todos los ocupantes viajan provistos de uno de ellos por seguridad- para poder comunicarnos", apostilla el médico. En la misma línea, el comandante Chamero añade que "el vuelo es muy estable, más que una ambulancia". "La frecuencia de vibración del helicóptero no es patológica, mientras que la ambulancia sí que lo es", zanja Villalobos.
Además, todos los helitransportados lo hacen en un colchón de vacío, una especie de camilla que se infla para adaptarse al cuerpo de la persona, que queda inmovilizada y protegida de cualquier tipo de lesión por impactos o sacudidas imprevistas. Por si fuera poco, todos los helicópteros sanitarios de Castilla-La Mancha están dotados de los más avanzados elementos de seguridad... por duplicado. "Si perdemos cualquier sistema de motor, hidráulico o de bombas, tenemos otro exactamente igual que lo complementa y nos permite volver a la base. El rotor de cola está carenado y si falla una turbina tenemos otra con la suficiente potencia como para no estrellarnos", asegura el piloto Chamero. En las dos décadas que lleva a sus espaldas, el Servicio de Transporte Sanitario Aéreo no ha sufrido ni un solo incidente grave.
A pesar de las particularidades del medio aéreo, el doctor Sánchez certifica que no hay "prácticamente ninguna" patología en la que esté absolutamente contraindicado un traslado en helicóptero. "Sí hay algunas contraindicaciones relativas, como los pacientes psiquiátricos descompensados. Pero es relativa porque si esa persona necesita realmente un traslado en helicóptero se le va a sedar para llevarlo a cabo". Y también incluye en esa categoría a los neumotórax, que se desencadenan por la fuga de aire entre los pulmones y la cavidad torácica. "En vuelo la presión disminuye según vas subiendo y ese aire se expande pudiendo provocar lo que llamamos un neumotórax a tensión, pero también llevamos todo el material necesario para que si eso ocurre lo podamos drenar previa anestesia", concluye.
Durante el vuelo, que en raras ocasiones suele superar la media hora, el paciente viaja completamente tumbado en el colchón de vacío, con el médico sentado cerca de su cabeza. Una posición que le impide acceder con facilidad a las extremidades inferiores de la persona a la que está atendiendo. Por eso recuerda la importancia de estabilizar previamente y responde que "sudaría mucho" si una embarazada se pusiese de parto dentro de la aeronave. Pero hay protocolos para que eso no ocurra: "Si el nacimiento es inminente nos desplazamos al lugar al que haga falta, pero siempre se atiende el parto en tierra y luego nos venimos al hospital en una ambulancia". "El verano pasado atendimos el primer parto de una chavalita. Nos avisaron porque el bebé venía de nalgas y nos desplazamos en el helicóptero hasta el centro de salud del pueblo. Nació la niña y una vez que tanto ella como la madre estaban estables hicimos el traslado en ambulancia hasta el hospital", explica el enfermero.
"Este trabajo es totalmente vocacional. Todos ganamos menos dinero que en otros puestos para los que también estamos capacitados, pero nos gusta lo que hacemos. A los jóvenes porque se ponen parches -dice Chamero refiriéndose a las insignias que lucen en sus monos- y se sienten importantes, y a los viejos porque nos gusta volar", asegura entre risas el piloto. El médico Juan José Sánchez, que es murciano y solo lleva desde el pasado mes de octubre formando parte del equipo con base en Toledo, le da la razón. "Me han ofrecido un puesto en Albacete, que me pilla más cerca de casa, pero me quedo aquí", zanja mientras que el enfermero Rafael Garzón ratifica con un inconfundible acento sevillano que su historia es bastante parecida a la de su compañero. Ninguno de ellos ocultan la pasión que sienten por lo que hacen, un trabajo que salva vidas y que, además, cuenta con un toque extra de adrenalina y espectacularidad.
El comandante asegura que, tras 17 años a bordo del helicóptero sanitario, muchos vecinos de pueblos a los que ha tenido que acudir varias veces incluso le conocen. Con una dosis de sorna y de cariño a partes iguales dice: "Yo les llamo los Walking Dead. Es aterrizar y aparece gente por todos lados. Oyen el ruido y se paran, pero cuando se para el motor viene y te preguntan que cuánto corre, por dónde dispara... A los niños les dejo que hagan fotos". La concentración y precisión que requiere su misión no le impide, cuando la situación de emergencia lo permite, recibir el agradecimiento de los ciudadanos, a los que una aeronave de este tipo siempre llama la atención.
La anécdota del OVNI
"Paco, ¿podemos contar la anécdota del OVNI?", le pregunta el médico al comandante Chamero. Sin solución de continuidad, el piloto se lanza: "Hace poco despegamos del helipuerto del Hospital Universitario de Toledo y uno de los sistemas que lleva el helicóptero nos estaba marcando que llevábamos una aeronave a nuestra misma altura, primero por detras y después por encima. Mirábamos y mirábamos, aunque no veíamos nada. De repente, cuando estábamos aterrizando en esta base, se fue hacia la izquierda y se salió de la pantalla a una velocidad muy, muy rápida. Si nosotros ibamos a 120 nudos, aquello podría ir a 500 nudos. Desapareció en un momento".
¿Qué pudo ser? "Era un OVNI o un caza muy rápido. O un fallo del sistema, que también puede ocurrir", finaliza Chamero. "Pero después no ha vuelto a fallar, ¿eh?Cuando bajamos lo primero que dijimos es que había que conseguir el teléfono de Iker Jiménez", apostilla el doctor. Fuese lo que fuese, lo que está claro es que son ellos quienes, en su trabajo diario, tienen un mérito y un valor sobrehumanos.