Preocupante noticia sobre la fuente de agua que sostiene al gran oasis manchego
El embalse subterráneo que abastece de agua y debe inundar de forma natural el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, el Acuífero 23, presenta un déficit de agua de 1.125 hectómetros cúbicos, al registrar un descenso entre los años 1980 y 2018 de 9 metros sobre el que sería su nivel normal.
Un reciente estudio realizado por el Instituto Geológico Minero de España (IGME) sobre la evolución piozométrica de las masas de agua subterránea, firmado por el Miguel Mejías y Jesús del Pozo, al que ha tenido acceso Efe, pone de relevancia que el acuífero a día de hoy registra un vaciado significativo de las reservas de agua.
El Acuífero 23, que en el último Plan Hidrológico de la Cuenca del Guadiana se dividía en tres masas de agua: Mancha Occidental I, Mancha Occidental II y Rus-Valdelobos, presenta un mejor estado que hace unos años debido a los episodios húmedos que han recargado este gran embalse subterráneo, sin embargo, la situación sigue sin ser la deseada, incluso cuando este último año se han registrado lluvias abundantes en esta parte de la cuenca del Guadiana.
A lo hora de comparar los datos, el IGME ha tomado como referencia el año 1980, momento en el que si bien ya se producía un notable aprovechamiento de agua subterránea en la Cuenca Alta del río Guadiana, todavía se mantenía el esquema natural de flujo y tanto en los Ojos del Guadiana, como en el los Ojos del Gigüela y los cauces de ambos ríos se producían surgencias de agua del acuífero.
Entre el momento de máximo vaciado de reservas del Acuífero 23 registrado en 1996 -en el que se llegó a producir un vaciado de 4.000 hectómetros cúbicos-, y la situación actual en 2018, el acuífero ha experimentado una recuperación del volumen almacenado de 2.625 Hm3.
En los últimos 38 años recogidos en este estudio se observa que se han producido periodos de marcado descenso de los niveles piezométricos, que se recuperan a partir de secuencias cortas de años húmedos.
Los mayores descenso se produjeron en los años 1995 y 2009, pero tras un importante periodo húmedo, en 2013 el acuífero llegó a alcanzar niveles próximos a los de los años 1983-1984.
El año hidrológico 2017-2018, que se ha clasificado como húmedo en todas las estaciones pluviométricas, ha roto con la secuencia de cuatro años hidrológicos secos (2013-2017), si bien no ha tenido reflejo en la recuperación del acuífero.
El hecho de que las precipitaciones más intensas se produjeran a partir de los meses de febrero-marzo de 2018, podría haber incidido escasamente en las medidas tomadas por IGME, han asegurado los responsables de este informe.
De hecho, a pesar de estas lluvias, los niveles piezométricos han reflejado un descenso generalizado con respecto al año anterior de 0,82 metros en el masa de agua Mancha Occidental I, de 2,69 metros en la masa de agua Mancha Occidental II, y de 3,34 metros en la masa de agua Rus-Valdelobos.
Unas cantidades que si se toma como referencia el último período de máximos piezométricos (año 2014) son mucho más negativas, pues reflejan bajadas de 2,64; 8,5 y 7,61 metros en las masas de agua Mancha Occidental I, Mancha Occidental II y Rus-Valdelobos, respectivamente.
El estudio concluye que las dos últimas secuencias climatológicas húmedas 1995/98 y 2009/13 han puesto de manifiesto que la recuperación del sistema hidrológico no se puede confiar únicamente a la aparición de los esporádicos periodos húmedos, ya que, si bien producen un importante ascenso de nivel del acuífero, su escasa duración temporal no permite una recuperación completa del esquema natural de flujo.
En este sentido, sus autores aseguran que las recargas de agua esporádicas y cortas se contrarrestan con la persistencia de las extracciones en valores habituales de agua para regadío, que producen nuevas etapas de descenso, más o menos pronunciadas en función del aprovechamiento de las reservas subterráneas.