Primarias y atomización de la derecha
Ahora que en el PP están agitados con sus primarias, es necesario recordar aquellos tiempos tan revueltos a finales de los 80 en los que Jose Maria Aznar, tan criticado hoy, unificó el centro-derecha en un partido ganador a pesar de todos los fallos que haya podido cometer.
La victoria del centro derecha
José María Aznar, hoy tan denostado por liliputienses políticos de su partido que se arrodillaban cuando él era presidente del PP, dio a la derecha política española sus primeras victorias electorales indiscutibles desde la Restauración. Su receta no fue especialmente original ni es ningún secreto: construir un gran Partido Popular en el que cupiesen todas las sensibilidades y todos los votos desde el centroizquierda hasta la derecha nacional democrática.
La UCD, pese a su variedad, nunca entendió esto: que dejar un espacio social y político libre a su derecha podía ser cómodo para sus líderes, para ahorrarles acusaciones de derechismo, ultraderechismo, y canibalismo a cargo de la izquierda postestalinista, pero era una renuncia completa a la ´mayoría natural´ (y una sumisión moral al socialismo)
La obsesión por la unificación de la derecha
Esa obsesión por la unificación del centro derecha monopolizó toda la juventud de Jose Maria Aznar como dirigente de Alianza Popular (AP).
En un discurso en el Club Siglo XXI de 1988, embrión del nuevo PP, Aznar decia:
"Se equivocan de medio a medio los que, quedándose en la superficie de las cosas, centran las cosas en asuntos meramente personales, como si todo se solucionara en un triste ´quítate tú para ponerme yo´. Se equivocan también los que entienden que mejor es no hacer nada. Mi sincera opinión es que en AP tenemos que iniciar un proceso, que culminando en el próximo congreso ordinario, haga de este un gran congreso integrador y solidario, no excluyente, y abra un debate que sitúe a nuestro partido claramente en la vanguardia del proyecto y de la estrategia del centro derecha, en su núcleo capital y sirva a su fortalecimiento interior"
La derecha de los años 80
Aznar pudo ver en los años 80 como la atomización de la derecha en familias enfrentadas constituía la razón por la cual jamás ganarían elecciones, pues aunque aparentemente el gran partido era AP, existía una amplia derecha social difusa y atomizada que no se sentía atraída por la mecánica de ese partido ni por las formas de sus dirigentes.
Muchos pata negra de AP nunca perdonaron a Aznar la reforma del partido, y de hecho hubo una escisión protagonizada por Juan Ramon Calero y su PADE. Algunos de los que acompañaron a Ramon Calero volvieron al PP cuando Aznar se fue y llego Rajoy, al fin y al cabo Rajoy era un pata negra de AP de los inicios.
Aznar describe en sus memorias a la derecha de AP en los 80 de la siguiente manera:
"La historia de la derecha española se había caracterizado por la disgregación en lugar de la unidad, por el radicalismo en lugar de la moderación, y por la dependencia de factores externos en vez de la autonomía de acción y decisión. Las dificultades de aquel proceso se hacían evidentes en la composición heterogénea de nuestro Grupo Parlamentario. En él convivía todo tipo de gente y era muy complicado articular estrategias políticas coherentes mas allá de la oposición al Gobierno. A las diferencias ideológicas quizás se sumaba también la falta de ideología de algunos. En la amalgama de la derecha había muchos y muy diferentes modus vivendi; había gente que tenia montada su vida con mecanismos para mover pequeñas influencias sobre la base de una derecha política desarticulada. Y había algunos vividores. Esos sectores solo aceptaban a regañadientes una situación de estabilidad del centro-derecha. Luego estaban los famosos cenáculos madrileños, que siempre se han alimentado de agitar las aguas del centro-derecha y que eran conscientes de que en una situación de estabilidad habrían quedado condenados a la frustración por la inutilidad de sus esfuerzos. Siempre he despreciado esos cenáculos.
A lo largo de mi vida, he intentado mantener cierta perspectiva histórica sobre la necesidad de un centro-derecha solido para España. Nunca me ha gustado la política pequeña, de pequeñas conspiraciones, que era la vida diaria de nuestro espacio político durante aquellos años. Esa vida significaba que te acabas instalando en la oposición, que hacías de "estar en la oposición" tu forma de hacer política".
"La Nueva Derecha-escribí entonces (1980) - tiene que ser una derecha ofensiva en el plano ideológico y de la práctica política, y no defensiva; dialogante y no ausente; reformista y no reaccionaria; y joven que rompa barreras de edad, y no vetusta ni caciquil." Me rebelaba contra "la política de la resignación". Criticaba el inmovilismo de sectores importantes de lo que llamaba "Nuestro conservatismo": "Profundamente estáticos, insolidarios, quietos en la defensa de sus intereses, ventajas y privilegios". Hacía un llamamiento a "combatir con firmeza a los profetas del falso progresismo". Y advertía de que la "única derecha posible es la que asume como propios los valores de la libertad y la democracia". "Hemos desperdiciado muchos retos históricos y este de ahora no lo podemos perder. La derecha española tiene que encontrar de una vez por todas el camino de la normalidad y modernidad".
¿La derecha esta como en los 80?
En parte la actualidad sí que se asemeja a lo que describe Aznar en relación a gente que tiene montada su vida con mecanismos para mover pequeñas influencias, conspiraciones, peloteo e inestabilidad, sobre la base de una derecha política desarticulada, eso ha vuelto a abundar en el PP, unido a la falta de ambición política, estar a la defensiva o la sumisión a la izquierda.
No sé si después de estas primarias será posible una nueva reunificación de la derecha en torno al PP, lo dudo mucho, las posiciones se han enconado y la decepción con las siglas PP es mucha. Desde luego no lo creo a corto plazo.
No obstante, lo que está claro es que al margen de siglas, si el centro derecha, como sector político y social, no va unido y cohesionado en torno a un proyecto no gana elecciones. José María Aznar tenía razón.