La España de Charanga y la de Echeverría
Son tantos los que en nuestra historia, por amor a España precisamente, han criticado nuestro estado de cosas porque no les gusta, que no cabrían en las páginas de esta columna.
Valle-Inclán decía en 1924 en Luces de Bohemia lo siguiente: “España es una deformación grotesca de la civilización europea”, “en España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero”, “en España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza”, “la Leyenda Negra, en estos días menguados, es la Historia de España. Nuestra vida es un círculo dantesco”.
En esta crítica feroz podemos vislumbrar el permanente dolor de España que innumerables intelectuales han padecido como consecuencia del devenir de nuestra patria. Es una crítica desesperada, de una especie de amor-odio padecida por grandes autores de todas las generaciones desde 98, e incluso antes, hasta la actualidad.
La corrupción, la picaresca, la partitocracia, el pelotazo, las instituciones, los políticos impresentables, la mediocridad, parece que nada se salva de aquello que es realmente importante en la dirección de un país.
Un pueblo ejemplar en muchas ocasiones
No obstante, los españoles nos consolamos con lo que es nuestro pueblo, con la valentía de un héroe ejemplar como Ignacio Echeverría enfrentándose a los asesinos, con la solidaridad de nuestros ciudadanos colocando a España como la número uno en trasplantes, de nuestros soldados y fuerzas de seguridad del Estado, de millones de autónomos, empresarios, trabajadores de la función pública y del sector privado, que se esfuerzan de sol a sol para sacar adelante a sus familias y proyectar un futuro para los suyos.
Y es que la critica debe de ir acompañada de esperanza, porque España sí tiene solución a pesar de que haya muchos a los que les interese que el pesimismo se apodere de nosotros, para conservar sus poltronas o para conquistarlas.
Me quedo con Antonio Machado que, a pesar de criticar la “España de Charanga y Pandereta” en su poema “El mañana efímero”, terminaba de la siguiente manera:
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.