Rupturas de vodevil
La presidenta andaluza recibió en Carcassonne la confirmación de que Ciudadanos le retiraba el apoyo parlamentario con el que ha sacado adelante los últimos tres presupuestos y gobernado plácidamente en su tierra. Era un secreto a voces que la cosa de la ruptura estaba al caer, porque desde hace mucho tiempo se venía especulando con la posibilidad de que se convoquen elecciones anticipadas en Andalucía y, por lo tanto, ese sería el paso previo para no pasar de un día otro de darse "besos en la boca" a "tirarse los trastos a la cabeza".
Reconozco que, desde siempre, me produce un inquietante bochorno la forma en que se rompen los pactos postelectorales, unos minutitos antes de que se convoquen nuevas elecciones, porque en vez reconocer a las claras ante la opinión pública que el motivo del alejamiento es simplemente la confrontación electoral, se suelen dar excusas absurdas casi de vodevil, que causan más pudor que otra cosa.
“El PSOE ha roto el acuerdo de investidura por sus incumplimientos”, afirmó el líder de ciudadanos en Andalucía después de que el Comité Ejecutivo Nacional decidiera por unanimidad, en una hora, darlo por terminado tras leer el informe que el líder andaluz había elaborado. El documento, de 22 páginas, detallaba 15 incumplimientos de los más de 70 puntos acordados por ambas formaciones hace tres años.
"El PSOE no ha cumplido -señala el informe- con la supresión de los aforamientos; tampoco ha creado una oficina contra el fraude y la corrupción, no ha acabado con las puertas giratorias, no ha limitado el número de mandatos del presidente de la comunidad ni tampoco ha desmantelado las redes clientelares que anegan nuestras administraciones”, dice el texto, como si eso fuera algo nuevo bajo el sol, ocurrido en el último cuarto de hora.
Previamente, según recogieron los periódicos, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, había dado un ultimátum de 48 horas a Susana Díaz para rectificar, sabiendo perfectamente que, por ejemplo, el tema de los aforamientos, sin ir más lejos, necesitaría un cambio en el Estatuto de esa autonomía y eso no se produce de la noche a la mañana.
Siempre, después de unas elecciones donde no se han conseguido mayorías absolutas, el político de turno, en representación del partido que más votos saca, suele desgañitarse y empeñar su honor al afirmar que se sentaran con adversarios para conseguir su deseado voto con un papel en blanco y sin líneas rojas, pero en realidad nadie da algo a cambio de nada, y en política mucho menos, por lo,que los precios a pagar suelen ser altísimos y muchas veces vergonzosos, aunque nunca se cuenten en total transparencia.
Y ese es el asunto. Ni en Andalucía ni en ningún otro punto de España los partidos que han sostenido a los distintos gobiernos, estén donde estén ideológicamente, aunque estén posicionados en las antípodas, se han ido con las manos vacías. Por lo tanto, ¿por qué se hace tanto paripé? Cada vez tengo la amarga sensación de que a los ciudadanos se nos toma por tontos, por personas simples, de cortas entendederas, fáciles de engañar, y los políticos se creen que nos tragamos cualquier excusa por absurda que sea.
Nuestra vapuleada Democracia va a cumplir 40 años, hemos pasado de un bipartidismo puro a un multipartidismo, donde las elecciones son cada vez más fraccionadas y reñidas. Por lo tanto, no nos pueden hacer creer que las siglas, cuando se mezclan interesadamente, no estando situadas ideológicamente en el mismo lugar, son capaces de entenderse por el mero hecho de hacerlo, por simple amor al arte: no es cierto.
Si los pactos poselectorales se hicieran con luz y taquígrafos y se rompieran de verdad con cada incumplimiento grave, poniendo en serio peligro la estabilidad del gobierno que miente, otro gallo cantaría. Confiaríamos mucho más en nuestra clase política y nos evitaríamos el bochorno de ver rupturas pactadas y maquilladas a conveniencia. Pero, vamos, para ellos esto es una perorata más. Y bla, bla, bla.