Un 29,8 por ciento de la población de Castilla-La Mancha, más de 600.000 personas, viven en la pobreza o en riesgo de exclusión social, según datos del Instituto Nacional de Estadística correspondientes al año 2020. Los recortes de los servicios públicos, alto desempleo, crisis de la vivienda, sistema de protección social inadecuado, son algunos de los factores que han llevado a nuestra Comunidad a cosechar tan lamentables resultados, cerca de tres puntos por encima de la media nacional. Castellano-manchegos que tienen dificultades para pagar el alquiler, o no pueden hacerlo, amenazados de desahucio, o sufren dificultades para poner un plato de comida sobre la mesa.
Una desesperación social que tan bien conoce en Toledo Cipriano González, más conocido como el amigo de los pobres, al que tantas familias recurren cada semana en solicitud de ayuda alimentaria para poder sobrevivir. Una angustia cada vez mayor, incrementada ahora por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, que ha vaciado de alimentos las estanterías de la ONG toledana y aumentado el número de necesitados. Con sus almacenes prácticamente limpios de comestibles procedentes de la colaboración esporádica de empresas, instituciones, colegios, supermercados, y particulares, la encomiable labor del amigo de los pobres se ve ahora dificultada por la escasez de comida que ofrecer a todos los que acuden hasta sus instalaciones en busca de algo que llevarse a la boca
Personas, en su mayoría en situación extrema de pobreza, que forman parte de tantos hogares en este país sin ningún ingreso, cada vez más numerosos, sumidos en una exclusión social galopante. Una lucha en favor de los más desfavorecidos que Cipriano y sus colaboradores llevan realizando durante décadas con inusitada generosidad y dedicación, gracias al desprendimiento de una parte de la sociedad toledana. Precisamente, a ella recurre ahora de nuevo el amigo de los pobres ante este déficit de alimentos que palien el sufrimiento de un colectivo que alberga no solo a gente cuya situación ya viene cronificada de atrás, sino a rostros nuevos que hasta hace bien poco no hubieran imaginado formar parte.
Una pesadilla de hambruna y desesperación de personas que se han quedado de repente sin puesto de trabajo, familias enteras en ocasiones, con un futuro muy negro por delante, y se han visto obligados a dejar de lado el sentimiento de la vergüenza. Pero necesitar ayuda de los demás no puede resultar una humillación. Lo que sí es una indecencia es no prestarla, como ahora con tanta desesperación clama Cipriano.