Gracias, madrina
Permítanme que me tome la libertad de contarles algo muy personal. Ya que, aunque fue compartido con todos los asistentes a la presentación de la novela "Mírame, Palmira" el pasado viernes en el Laberinto del Rey en Toledo, para mí es una joya, que deseo comunicar con todo aquel que se acerque a leer estas letras.
Tuve dos padrinos inimaginables en otro tiempo y que, sin embargo, puedo decir con todo el orgullo que son mis padrinos y amigos, mis admirados y muy queridos Esther Esteban y José Luis Fernández, Chunda para todos.
Titulo esta columna “Gracias, Madrina”, sin olvidarme en modo alguno de mi Padrino, porque en el cuerpo de esta van a descubrir los abrazos que sus palabras me proveyeron, y que ahora lo hacen de nuevo, pues su generosidad es tal que, sin censura alguna, me las hizo llegar con todo el cariño al día siguiente.
Esther Esteban, además de magnífica periodista y mujer influyente donde las haya a nivel nacional, es de esas personas que no se olvida de los que comienzan, tiende su mano cálida y te permite bailar al son de las palabras. En este caso a compás de Palmira.
Con la tremenda expectación que sentía conforme llegaba el momento de empezar, y el exagerado pellizco en el estómago que provocaba una presentación importante como era ésta, ella me sonrió con sus divinos ojos claros y me dijo, “vamos a pecho descubierto y todo irá bien”. A la sazón nos sentamos en el escenario los tres y Chunda comenzó a poner en valor a la protagonista y momentos muy decisivos de su vida, nos arropó a ambas en esa excelente forma que tienen algunos hombres de hacer que sus Ellas brillen. Y tras unas palabras extraordinarias en las que visualizó la belleza cinematográfica de Palmira, dio paso a Esther cuyas palabras transcribo a partir de estos renglones porque merecen mi sencillo y profundo agradecimiento, porque no todo el mundo es como tú y porque la mujer increíblemente humana que habita en ti también merece la pena mostrarla.
“Cuando la autora de 'Mírame Palmira', Cruz Galdón, me pidió hace tiempo que le presentara este libro en mi tierra natal, Toledo, le dije que sí sin dudarlo. Primero porque el libro -como ya ha dicho el presentador que me ha precedido- es una novela donde 'Se pone en valor el papel fundamental de las pioneras de ayer y de hoy, de esas mujeres madres, hijas, esposas y abuelas gracias a las cuales hemos conquistado y seguimos conquistando derechos que por haber nacido mujeres prácticamente nos eran vetados hasta hace dos días, especialmente a la generación de Palmira, la protagonista'.
Segundo, porque si ya me quedé impactada con la novela anterior de la autora 'Yo soy ellas', con esta se supera a sí misma y se está consagrando como una novelista imprescindible en nuestro panorama actual.
Y, tercero, y prioritario, porque Cruz es mi amiga, mi colega y además columnista en mi periódico.
Les confesaré que yo he tenido el honor y la suerte de leer los primeros capítulos de su primera novela casi antes incluso de que los viera la Editorial, ¿por qué? pues simple y llanamente porque somos amigas y nos gusta intercambiar opiniones sobre nuestro trabajo con una única premisa: la sinceridad total y absoluta en lo bueno y también en lo malo.
Para mí, presentar a Cruz no es un acto de cortesía entre amigas, sino mucho más. Hacerlo en un marco impresionante del Laberinto del Rey, con Toledo al fondo, y rodeada de amigos y paisanos es un lujazo.
Cruz apenas necesita presentación, pero a mí me gustaría hacer un paralelismo entre ella y las protagonistas de sus novelas. Ellas, y también ella, son mujeres valientes luchadoras, inconformistas, diferentes, a sabiendas que lo son en el mundo y el tiempo que les ha tocado vivir. Palmira, Yolanda, Valentina, Elisa, Carmen, Nieves, Adela, Constanza, las que están y las que no están, como Hilaria o Carmen Conde, cuyo café nunca pudo ser.
Todas las protagonistas de sus libros luchan contra su destino y con ellas la historia parece repetirse. Cerrando el trágico bucle que muchas veces marca su existencia.
Todas sus protagonistas son apasionadas y tienen valores poco frecuentes. Cruz, como ellas, es cosmopolita, culta, elegante (eso se ve), pero también es solidaria, leal, tenaz, decidida y luchadora. En esta etapa de su vida está cumpliendo su sueño: escribir novelas, pero ésta no es una etapa pasajera que se desvanecerá en la bruma, ni será hija de la fatalidad, como ocurre con sus protagonistas, porque 'Mírame Palmira' presenta un mundo tan real que pronto se va a situar entre los libros más vendidos.
Como yo no tengo ni tendré jamás la maestría de mi amiga para escribir una novela de tal altura, permítanme que termine mi pequeña contribución a este acto intentando describir al personaje principal del mismo: a la autora, como lo haría si se tratara de una persona que acabo de entrevistar y tuviera que dibujarla en una entradilla de 30 líneas como mandan los cánones de casi todos los periódicos.
Esa entradilla diría así:
Es de ese tipo de mujeres que ha hecho de su afición a la lectura y la escritura una forma de vida a la que se entrega a diario con pasión y vehemencia, cuyo nivel de autoexigencia y dedicación no conoce límites. De ahí que forme parte de ese grupo de personas que han nacido con el estigma del elegido, con ese punto de insolente genialidad que se escribe -en muchas ocasiones- con renglones torcidos y atraviesa un camino plagado de dificultades, lleno de luces, también de algunas sombras, que en su caso tiene único destino: el ejercicio de la abogacía, su profesión, y de la literatura bien ahormada.
Es, según sus amigos, una mujer valiente, de firmes, profundas e inquebrantables convicciones democráticas que rara vez tira la toalla. Dicen que, ante la crítica y el halago, al menos en apariencia, se muestra indiferente como si algo la hiciera inmune.
En mi modesta opinión, Cruz ya es una de las grandes, un espejo donde pueden mirarse con orgullo muchas autoras. También en lo personal, como madre protectora y ejemplar, y como compañera y amiga comprensiva se puede poner el nombre de esta autora en mayúsculas y con negrita.
Permítanme ahora que siga esta presentación de otra manera, un poco más anárquica para lo que el libro oculta, eso que se lee entre líneas, pero que a veces los autores no quieren sacar a la luz.
Me voy a presentar, me llamo Palmira Valdecasas de Santa María. Nací en Madrid un 14 de marzo de 1942. Soy de una familia de clase alta de ideología liberal y ahora a la vejez resulta que una novelista indiscreta ha querido sacar a la luz mis tesoros y mis secretos mejor guardados. Así que le voy a devolver la pelota y voy a entrevistarla sobre sus intenciones”.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, porque Esther ya no era ella, era mi Palmira, quien, decidida a partir de ese momento, me cuestionaría del por qué de escribir su historia, de humanizar la imagen de las residencias y denunciar el abandono que sufren muchos mayores por sus hijos … Entonces llegaron las siguientes preguntas:
. - Ya sabes mis secretos y los de mis amigas Adela y Constanza que han sufrido de todo: falta de libertad para tomar sus decisiones, vejaciones, odio, lujuria, abandono… pero aun siendo víctimas de graves delitos, han luchado para hacer un lugar en el mundo. De los malos tratos se salen... porque tú has querido decir eso, ¿verdad?
. - Aunque peor fue lo mío, mi gran secreto y el más protegido, el hijo de la luna.
. - Dime una cosa. ¿Yo hubiera existido sin tu alma de periodista? porque todo en mi vida rezuma actualidad y hasta Lola, que ha sido mi Judas, me ha vendido a la prensa.
. - ¿El amor mi perdición? De verdad Jaime y yo tuvimos un amor platónico, porque eso de que a los ochenta te puedes enamorar de uno de treinta y tantos, como Jaime, por mucho que sea un seductor, es un tópico.
. - ¿Por qué Denia o por qué el mar?... ¡que fea palabra la eutanasia! Final feliz, cobardía, miedo a morir, y encima elijes a Machado… Cómo me ha acompañado en mi soldad y en mi adiós ahora.
. - Pues fíjate…. con todas las horas que me has dedicado y el tiempo que hemos pasado juntas y me ha sabido a poco. No sé, tal vez una saga, oye, que mis padres ya sabes que tienen mucho que decir, o tal vez una serie y Netflix te espera o ¡¡tal vez!! nos volvamos a encontrar dentro de poco. Aquí tienes la respuesta con todos tus amigos y los editores, por cierto, pagar un poquito más. Enhorabuena y muchos, muchos, éxitos de tu Palmira, que soy yo.
Hasta siempre.
Ahora dejo de ser Palmira y les digo: Me llamo Esther Esteban.”
Gracias desde el alma.