España del revés
Cuando ya nos habíamos acostumbrado a vivir, incluso con resignación, en nuestro día a día, la existencia de dos Españas, la de primera y la de segunda, la urbana y la rural, la de la superpoblación y la de la despoblación, la de las regiones prósperas y las deprimidas, la de derechas y la de izquierdas, la de interior o la costera, se nos viene encima un nuevo modelo por imposición, la España del derecho y la que Sánchez nos ha puesto del revés. Lamentablemente nos ha llegado la hora a los españoles de recibir una lección muy dura, que implica el inicio de un proceso de fractura del país, la reformulación de nuestra identidad, la pérdida de independencia de los poderes del Estado y la resignificación excluyente de principios fundamentales que conforman la Carta Magna de convivencia. Y lo que es más grave, el primer paso hacia la destrucción de la democracia. Cuando se toma el camino de la confrontación y la desunión, se corre el riesgo de llegar a un destino hecho añicos y de que emerja un líder déspota capaz de renunciar a sus principios para gestionar un proceso de cambio desde el poder autocrático, porque la democracia no le sirve para tomar las riendas de la nación asimétrica que él quiere construir. Ese líder ya está aquí y también en Europa. Peligro.
La socialdemocracia y el liberalismo podrían perfectamente haber convivido y establecido un acuerdo de mínimos con turnismo político y vigencia temporal para salvaguardar la Constitución, similares a los vividos en España a finales del siglo XIX. Pero no, no ha sido así porque a Sánchez ese tipo de convivencia no le resulta favorable y ha propiciado acuerdos que ensombrecen a una mitad amplia de las personas del país. Ha dado prioridad a gobernar para territorios en lugar de gobernar para personas. Sánchez se ha paseado por esta línea roja de la mano del terror independentista planteando una Ley de Amnistía que no es tal, ya que no tiene consonancia ni con la justicia, ni con el bien de las personas gobernadas. La única finalidad es nutrirse del aprovechamiento político de gobernar para iniciar el proceso de deconstrucción de la nación española en modo y forma excluyentes. El daño ya está hecho, sobre todo el peor que puede hacerse, la crisis de convivencia social de los españoles, la que ya existía en Cataluña, ya extendida a toda la nación.
Este experimento no solo no va a solucionar el conflicto catalán, sino que abre la puerta para que otros socios pongan sobre la mesa conflictos políticos muy dolorosos para el pueblo español, con el reconocimiento del daño, acercamiento y excarcelación de terroristas. La España del revés avanza hacia el blanqueamiento del terrorismo de Estado y en Europa se debe conocer esta realidad. Sánchez está aprobando además algo que tarde o temprano terminará en una humillación de la familia socialista española y europea. Y por mucho que se vaya a investir como Presidente un 20N, para mayor circo y confrontación de realidades ya superadas socialmente en España, nunca obtendrá el beneplácito de la mayoría amplia social de españoles constitucionalistas y de aquellos que se mantienen firmes en el juramento de la Constitución Española.
Si el valor no alcanza a los Diputados del Congreso para dirigirnos hacia una nueva convocatoria electoral, siempre nos quedará el Parlamento Europeo de Estrasburgo, la Justicia, el Senado, las Comunidades Autónomas, las Organizaciones Empresariales y Sindicales, los Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales, el periodismo nacional e internacional y todos aquellos que no son cómplices de esta triquiñuela enrevesada que se viste de democracia mientras se destruye nuestra Convivencia Social y con ello, el futuro de un gran país miembro de políticas comunes europeas de bienestar para la sociedad. Sánchez no será investido presidente, ética y moralmente por la mayoría de la ciudadanía española, y tal vez tampoco legalmente si se justifica un fraude de ley. Solo nos queda confiar en Dios y en su Justicia para seguir construyendo una España con principios y valores europeos en la que todos cabemos, una España de constructores de Paz, solidaridad y cohesión económica, social y territorial.