Soy de natural ingenuo y carezco de perspectiva, así que tendrán que disculparme el arrebato. Entiéndanme: a mí no me parece una improvisación ni una gracieta el acertijo de la cobija de Emiliano García-Page que lanzó Felipe González en la presentación de las memorias de Alfonso Guerra. Puede ser una malvada ocurrencia del momento, raro-raro, pero con toda seguridad fue la frase de la noche, con permiso de Guerra y su libro: “O nos metemos todos bajo la cobija de García-Page o no sé dónde vamos a ir”. Bombazo. Diecisiete palabras para decir, sin decir, el alterado trajín de turbulencias que vive el PSOE de Pedro Sánchez y la mala deriva que empuja a España. Aunque Sánchez triunfe, aunque gobierne, aunque saque adelante la investidura y sea presidente todo el tiempo que sea.
Ese triunfo será un fracaso. La herida de todos. La postración. La humillación. Una deslealtad y una ruptura de la Transición. Una inmoralidad. Puede ser cosa de históricos y dinosaurios y algún barón despistado que no se entera, como Page, pero media España lo piensa así. La otra media vota a Sánchez y sus satélites. Mal vamos. España en dos. “No sé dónde vamos a ir”, que dice González, aunque podríamos reprocharle que al lugar que nos ha llevado su voto, entre otros varios millones. El momento es crucial, una hora a la que nunca pensamos que un socialista (o lo que Sánchez sea) podría llevarnos. El PSOE era un partido de Estado, de concordia y de entendimiento, o a mí me lo parecía, y ahora es un ente irreconocible que se deja arrodillar por un prófugo. ¿En qué momento se jodió el Perú?
Así que, con este viento huracanado sacudiendo la nave sin rumbo y sin capitán, llega Felipe González, que todavía debe tener algo de autoridad, y clama al cielo, y con él un montón más de socialistas venidos de Marte, o sea de un tiempo remoto, y empiezan a mirar alrededor y sólo ven a Page, la isla desierta que todavía le queda al PSOE “de siempre”, el verso suelto, el barón rampante, el único con cargo y mayoría absoluta que se sale del carril sanchista, el que se atreve a decir lo que otros se callan y asienten. El autor de las obras completas contra el inquilino de la Moncloa y el jefe de Ferraz. La cobija de González. El líder castellano-manchego que lleva años cantándole las cuarenta a Sánchez sin que pase nada por dentro, se convierte de pronto en el señalado, el ungido, para ser la oposición interna y liderar cualquier movimiento de rebeldía que pudiera surgir. Si es que surge. Quiá.
Está muy claro que hay dos almas en el PSOE, es una triste pena, dos partidos muy distintos en uno solo: un alma es la de Sánchez, que tiene la sartén por el mango y se va a someter al fugado, y la otra es la cara visible de Page, que es como el salvavidas que les queda a los díscolos para intentar no sucumbir para siempre y que el sanchismo tire por la borda la Transición, la igualdad de los españoles y la unidad nacional. Detalles menores, el hundimiento de un tiempo y una forma de ser, de una categoría y una nobleza. En este punto, no puedo dejar de manifestar mi desconfianza y mi desconcierto. Dos des-esperanzas. Desconfianza de que, de verdad, pueda haber un movimiento real, liderado por Page o por quien sea, que frene a Sánchez y pare la humillación. Y desconcierto por lo mucho que se habla en el PSOE y lo poco que realmente se hace, y ojalá me equivoque y salte por la ventana lo que tenga que saltar. Es verdad que hay un trasiego de ebullición en el PSOE, pero al asalto me salen todas las dudas del mundo de que más allá del momento allá otra vida más que la previsible y que a Sánchez alguien le ponga de verdad en su sitio.
¿La cobija de Page? Fue la frase de la noche, de eso no hay duda. Significativa y alentadora. Otra cosa es que tenga alguna utilidad, así que ya veremos si lleva carga de fondo detrás o es tan solo una bocanada de humo. Page el ungido. Ojalá. Amén. Así sea. Vamos, vamos, aprieten. Estamos en ascuas, que se nos vierte la gaseosa.