Alfonso Guerra y Felipe González reunidos, "para actuar juntos en el escenario". Uno como autor de un libro, el otro como su presentador. Los dos socialistas, constitucionalistas, y hablando en nombre del PSOE. El de hoy, y contra la amnistía a los líderes del procés: "No nos podemos dejar chantajear". ¿Por qué? Porque "el nacionalismo es contrario al sistema democrático".
Porque los dos, rebeldes contra la posibilidad de que el líder de hoy negocie una amnistía a "los que dieron un golpe a nuestra democracia", reivindicaron "el programa" del partido, frente a "los cambios del otro", Pedro Sánchez, se entiende.
Felipe y Guerra, 41 años después, se reunieron un ratito en un saloncito, antes de salir al balcón del Palace... mejor dicho, al escenario del Ateneo de Madrid. Pero no como "viejas glorias", "jarrones chinos" o "dinosaurios". Sino como los defensores de las siglas: "No me creen, pero yo digo lo que salió del último congreso", proclamó el expresidente.
"Desleal o disidente no soy yo, lo será más bien el que va cambiando", apostilló el exvicepresidente.
"Algunos están sosteniendo posiciones discrepantes... que no son discrepantes, sino coincidentes durante un tiempo" con lo que dice la dirección del PSOE. "Uno defiende lo que defiende su organización, su secretario general y presidente, y uno lo sigue defendiendo durante un tiempo, pero mientras tanto el otro ha cambiado", añadió en alusión a Sánchez.
Tras criticar a la vicepresidenta Yolanda Díaz sin citarla por su nombre -"no es digno trasladarse a Waterloo" a entrevistarse con un prófugo-, Felipe habló en nombre de los socialistas, y levantó los aplausos del público con esta frase: "No podemos dejarnos chantajear por nadie, y mucho menos por minorías".
En todo momento, ambos dijeron defender las posiciones del PSOE de hoy, las que se plasmaron en "el último congreso" y también en "el programa" electoral: "La paradoja que vivimos, Alfonso", dijo González, "es que defendemos las posiciones del partido, pero no nos creen, por el ruido que hay".
"Ya se autodeterminaron"
González y Alfonso aplaudidos por ciudadanos a su entrada. Y escuchados con atención desde las butacas del salón, atestado de todos los que piensan, como ellos, "en socialista", "en constitucionalista", en "demócrata". Socialistas de siempre -Cosculluela, Rodríguez de la Borbolla, Rosa Conde, Matilde Fernández, Rodríguez Ibarra...-, algunos recientes -como Javier Fernández, Nicolás Redondo o Juanjo Laborda- y otros actuales -entre los más destacados, Javier Lambán y Emiliano García-Page-.
Todos ellos, asintiendo cuando se reivindicaba la Transición, no por cuestión generacional, sino porque "entonces, construimos una democracia que, por primera vez en la Historia de España, nos empeñamos en que incluyera a todos: conservadores, socialistas, comunistas y nacionalistas".
A ese respecto, una anécdota elevada a la categoría de prueba testifical: "Yo estaba allí, cuando se rechazaron las enmiendas para que la Constitución incluyese la posibilidad de dar amnistías o el derecho de autodeterminación".
Esta última, redactada por el nacionalista vasco Francisco Letamendía fue rechazada "con buenos argumentos", recordó el exvicepresidente. "Dijeron entonces los nacionalistas que ya se estaban autodeterminando, en esa Constitución... ingenuos, nos lo creímos".
Por su parte, González fue igual de contundente. El expresidente del Gobierno defendió la Constitución y dijo que no es un texto "militante". "Pero lo que no se puede es saltarse la legalidad", añadió, en alusión al propósito de amnistiar a Carles Puigdemont. "Uno puede defender lo que quiera, pero no saltarse la ley".
Felipe explicó que la amnistía "hace desaparecer el delito, borra el delito", y por tanto, "lo que se hizo, queda como legítimamente hecho". Y expresó gráficamente la gravedad de los hechos: "En dos días se cargaron el Estatuto de Autonomía y la Constitución".
Las consecuencias de esa amnistía serían catastróficas, argumentó González. Primero, porque quedarían como malvados precisamente "los que trataban de cortar la rebeldía". Pero, sobre todo, porque los promotores del golpe, desde ese momento, podrían argumentar "que no necesitan un referéndum, que ya lo hicieron", y según ellos lo ganaron.
Pactos PP-PSOE
Se presentaba en el Ateneo un libro, el último del viejo número dos del PSOE y del Gobierno: La Rosa y las Espinas (La Esfera, 2023).
Pero se esperaba un diagnóstico. "Yo, lo que pasa es que estoy de acuerdo con el PSOE... pero luego me lo cambian", bromeó Guerra. "¿Que con Podemos no podríamos dormir? Estoy de acuerdo. ¿Que no se puede indultar a los golpistas? Estoy de acuerdo... pero mientras sigo defendiendo eso, de repente, ya me quedo fuera".
Una persona, si es de izquierdas, añadió, "tiene la obligación de no callarse si ve injusticias, arbitrariedades, errores, los vea en la zona conservadora o en la zona progresista". Ése fue un leitmotiv escondido en la melodía bajo el ritmo brutal de su discurso, con el estribillo, un par de veces visitado, que pedía "pactos" entre los dos grandes partidos: si no, "en unos 50 años, nos preguntaremos cómo no supimos defendernos".
Guerra fue solemne al decir: "Pido ciudadano, como demócrata y como socialista que no se otorgue una amnistía que falsificaría la historia", sentenció. "Porque convertiría en represor al demócrata, y en demócratas a los felones que atentaron contra la dignidad y la democracia. Y que repiten cada día que volverán a hacerlo".
Así, establecidos los cimientos de su pensamiento sobre por qué la Transición (y la convivencia) y por qué no la amnistía (y el chantaje), expresó la tesis y desarrolló su argumento:
La amnistía sería "una humillación deliberada de la generación de la Transición y una condena de la democracia" porque sería tanto como "decir que no delinquieron, que fueron justos cuando se alzaron contra la legalidad porque ésta era injusta".
Para Guerra, cambiar votos de investidura por "el borrado de sus delitos" sería "una criminalización del sistema constitucional que un demócrata no puede aceptar".