Yo también voté a Felipe González
No habrá sido una sorpresa para casi nadie, pero Alberto Núñez Feijóo ha dicho en un vídeo autobiográfico que votó a Felipe González: “Era lo que España necesitaba en aquel momento”. Confieso que yo también, aunque casi no me acuerdo. En el 82 yo había cumplido 18 años en agosto y voté por primera vez en octubre a González, aunque el torrente del tiempo es tan arrollador que sólo recuerdo vagamente que me sentía muy de izquierdas y que mi ilusión era tan grande por votar que la corriente socialista del momento era una opción cantada. Si o sí. Se me llevaban por delante el rollo y la movida. Aquello fue la prehistoria, el signo de los tiempos.
Obviamente yo no tenía ni idea, al contrario que Feijóo, de si darle mi voto a González era lo que España necesitaba o no. Para mí fue sólo un sueño: hubiera sido un loco o un pedante pretencioso, y yo sólo era un crío recién llegado a la edad adulta. Un muchacho. Pero sí estaba convencido de que al menos eso era lo que yo necesitaba para estar bien conmigo mismo y sentirme parte connivente de la historia. El 82, el PSOE, el cambio. El nuevo tiempo que se abría a la vez en la biografía de España y en la mía. La Transición con mayúsculas. Después me fui a la Complutense a darle mamporros a la máquina del periodismo y aquello se radicalizó un poco más durante un tiempo. La cafetería de mi Facultad no te daba más opciones y circulaban por allí toda clase de tribus, faunas y sustancias que empujaban a la gente por ese lado no tan salvaje de la vida. El contexto, el periodismo y yo éramos así. Después llegó el felipismo y el cambio en realidad fue un cambiazo.
Es decir, que no me acuerdo de por qué exactamente voté a Felipe González, pero lo intuyo. Aunque ahora tengo claras, eso sí, las razones por las que el 23-J no votaré a Pedro Sánchez cuarenta años después. La sensación personal que tengo es que todos los protagonistas de esta pequeña historia hemos cambiado, probablemente incluso mucho, pero estoy muy seguro de que servidor de ustedes el que menos. El sanchismo no puede dar lecciones de nada a nadie. O sea.