Ley Celaá, tratado ideológico
Cada gobierno de cada partido se siente obligado a meter la pezuña en la educación, habitualmente para empeorarla.
El problema es que las leyes no educan, las leyes ordenan conductas. La educación no se hace con leyes.
España es, además de un estado fallido y ahora en descomposición, una calamidad. Nos faltan grandes empresas tecnológicas, nos faltan premios Nobel de ciencia, nos falta inversión en investigación, nos falta... A los partidos políticos les importan mucho las leyes (sobre todo si son prohibitivas o coercitivas o recaudatorias) y muy poco la educación.
Las sucesivas leyes de educación no son más que tratados de ideología e ingeniería social, para crear un ejército de analfabetos desinformados, manipulados y manipulables. Eso sí, todos iguales de burros. Eso es lo que buscan.
La buena noticia es que casi siempre fracasan; la sociedad, finalmente, se defiende. Con la ley de esta señoraá los chicos seguirán como hasta ahora, aburriéndose soberanamente en escuelas, institutos y universidades. De preparar personas con sentido crítico, valores humanos, con una buena base de conocimientos en las artes y las ciencias, nada de nada. La cultura y la realidad están fuera de las aulas, no dentro. Los hijos de los ricos, como la señoraá menestraá, estudiarán en buenos colegios privados trilingües. Los demás, al menos lo intentarán, tal vez en el extranjero.
Algunos tendrán suerte y podrán compensar los años perdidos en los centros patrios con la preparación lejos de nuestros esperpentos y mediocridades.
Además, los chicos interactúan (cuando les dejan) y eso es una mala noticia para los políticos y buena para ellos.
Hay esperanza. Además de lo dicho, hay otra, no menor, y es la habitual inconformidad y rebeldía de la juventud. A fuerza de imponer determinada ideología, muchos jóvenes (olé por ellos) están reaccionando con la misma rebeldía implícita en su ADN, se hacen preguntas y buscan respuestas, a veces incluso las encuentran. Y, dado que tratan de imponerles tal o cual cosa, pues hacen lo natural, negarse y oponerse. Me parece maravilloso.
La juventud nos salvará de la infame, infecta, infectada, inútil y malvada clase política. La juventud y, como siempre, la familia. Por eso también quieren cargársela. Fracasarán.