No es justo que con cada reforma de la Educación estemos con el alma en vilo
Para el progreso y el buen funcionamiento de cualquier sociedad es necesario un espíritu crítico lo más imparcial posible. Por este motivo no es bueno que siempre estemos hablando de los mismos temas, que son los que algunos interesadamente pretenden. Digo esto porque hay vida más allá del coronavirus (COVID-19), el enriquecimiento descomunal del rey emérito o el “caso Dina” y su tarjeta sim.
Con tratarse de temas de suma importancia hay vida más allá, y otras cuestiones que también merecen nuestra atención.
El anterior partido político en el poder, con el tándem Rajoy- Wert (uno de los ministros peor valorados en la historia de nuestra Democracia) hizo peligrar la Filosofía con reducción de las horas lectivas, y mutilación de las Artes. Ambas, materias de una larga historia, tanto como el origen de la Humanidad.
La Filosofía, una materia con veinticinco siglos a sus espaldas esencial para enseñarnos a dilucidar, a pensar; necesaria para regir nuestro comportamiento, y por ende para que el ciudadano elemento integrante de una poli sea responsable de sus actos.
Más recientemente ha sido la genialidad de la ministra Isabel Celaá la que ha pretendido eliminar la Matemática como asignatura obligatoria en su intento de modificación de la LOMLE. En este caso, la repercusión mediática no ha sido tan explosiva. Afortunadamente este proyecto fue frenado por las manifestaciones y protestas de más de dos decenas de sociedades científicas de diferentes áreas, directa o indirectamente afectadas. Esta crítica obligó a la ministra a crear un comité con la finalidad de rediseñar para un futuro la asignatura.
Parece que nuestros dirigentes, “puestos a cambiar las cosas” no dejan de superarse, y espero por el bien de todos que la próxima asignatura que pueda ser cuestionada no sea la Lengua. Pilares básicos en la formación de nuestras generaciones futuras y para todos aquellos que no cesamos en seguir aprendiendo, seguir creciendo.
Las matemáticas cuyos cimientos fueron puestos por Pitágoras en el s. VI a.C, que elevó el número a la categoría de divinidad, y los avances importantes que protagonizaron algunos sabios reunidos por Ptolomeo I en la Biblioteca de Alejandría (s.III a.C), soñada por Alejandro Magno. Gracias a figuras como el matemático Euclides y su geometría; Arquímedes -uno de los grandes matemáticos de la historia-; Eratóstenes, que calculó perímetro de la Tierra con un mínimo error; o la matemática, filósofa y astrónoma Hipatia de Alejandría, las matemáticas, lo mismo que los conocimientos anatómicos, la mecánica o la alquimia, experimentaron un desarrollo muy considerable y Alejandría, en honor a su monumental Faro, logró alcanzar la categoría de faro de la sociedad.
Esta materia (Matemática) sigue los postulados intemporales de la Lógica, nos enseña a razonar con disciplina y seguridad, y goza como ninguna otra de una virtud: la fiabilidad.
Un Gobierno, un país, unos padres, que no den la importancia suficiente a las matemáticas facilitan inconscientemente el desarrollo de una cultura miope y constreñida, por mucho que los padres/abuelos nos esforcemos en poner en manos de las nuevas generaciones “maravillas” que la sociedad actual ha sido capaz de crear, gracias a esta disciplina. La Matemática que en estos días –después de más veinticinco siglos- ha sido puesta en cuestión.
Jesús Romero. Médico