En el pasado año 2019 el gobierno húngaro, aprobó un plan de acción para la protección de la familia. Unas doscientas mil familias ya se han beneficiado de este programa que, por ejemplo, asegura veintinueve mil euros de préstamo sin intereses a matrimonios; dinero que no tienen que reintegrar si tienen tres hijos o más. Las mujeres que son madres de más de cuatro hijos, han dejado de pagar impuesto sobre la renta. Se ha abierto un número muy considerable de nuevas guarderías.
En tan sólo un año, el país Magyar está cosechando los primeros frutos de este plan: ha disminuido el número de divorcios, el de abortos y ha aumentado la tasa de natalidad.
Son medidas que cualquier gobierno puede implementar, si tiene la adecuada visión de futuro y no está ahogado por ideologías que pretenden acorralar a la familia, entorpecer el crecimiento demográfico o apostar por financiar abortos en lugar de comprometerse en el apoyo a la maternidad, etc., etc.
Se trata de poner en acción políticas que van más allá del corto plazo, del beneficio en votos; que suponen renunciar a recibir ayudas y financiación de organismos internacionales cuyas directrices, son un torpedo en la línea de flotación de la defensa de la vida y de la familia.
Llama la atención como el cuidado del gobierno húngaro en las medidas fiscales, en el incremento de las guarderías, en la inyección de liquidez a las familias numerosas, ha conseguido incluso reducir el número de divorcios. Cuando la familia es cuidada, respetada; cuando se reconoce y fomenta su gran valor para la sociedad, responde con generosidad y entregándose al proyecto común de un país cuya mayor riqueza, sin duda, son las personas que lo construyen.