Vicente, es el proyecto
Querido Vicente, no hagas caso a las voces cariñosas que te susurran al oído. Ya sé que tienes experiencia de sobra para torear en esas plazas, pero la tentación de dejarse llevar por las sirenas toledanas es poderosa. Leerás estos días a unos y a otras que si eres el candidato seguro, que si María Dolores te pedirá que des el paso, que si dominas el partido con mano firme. Todo eso es cierto, seguramente, pero tras una verdad política suele esconderse una mentira profunda. Y tras un halago periodístico, a veces, reside agazapada una subvención pendiente.
El PP es el principal partido político de Castilla-La Mancha. Fue el más votado en las últimas elecciones y, por tanto, mantiene ese derecho. Es, además, un partido vertebrado, con un enorme poder municipal y estructurado en torno a una organización regional fuerte. Esta es, de hecho, la principal ventaja competitiva de este PP respecto al que deambulaba por la oposición antes de la llegada de María Dolores de Cospedal. Y sería absurdo negarte, Vicente, una parte importantísima del mérito.
Pero el problema del PP no es el candidato, por mucho que, humanamente, sean comprensibles las ansiedades de unos y los miedos de otros. La clave está en que el partido encuentre un proyecto claro que defender. ¿Propondréis una rebaja considerable de la presión fiscal?, ¿defenderéis un modelo productivo que aliente la propiedad privada y la generación de riqueza a través de las empresas?, ¿pelearéis por liberalizar los horarios comerciales?, ¿defenderéis la gestión nacional del agua como único proyecto posible alternativo a la demagógica guerra autonómica?, ¿pelearéis por un sistema de financiación autonómico justo y equilibrado?, ¿buscaréis una gestión eficiente de los recursos públicos que trate de reducir desigualdades en vez de generar una cartera de clientes subvencionados?
Creo que una amplia parte de la sociedad castellano-manchega está esperando que el PP camine en esa dirección. Porque a veces habéis caído en la tentación de proponer una alternativa formal al PSOE, pero manteniendo los mismos vicios caciquiles y antiguos. Es verdad que la región es eminentemente rural, pero llena de gente sabia que ya no comulga con ruedas de molino. La clave no está en arrearle a Ciudadanos y decir de ellos que sólo triunfan en grandes ciudades llenas de jóvenes modernos. Esa es sólo una pequeña parte de la realidad. El mundo avanza y Castilla-La Mancha también. Hay una gigantesca ola de cambio en España, pero no se trata de que unos votos salten del PP a Ciudadanos. Los votos no son de los partidos. Las personas ya no comulgan con la política de bajos vuelos, la del grito destemplado y la promesa socarrona. Los ciudadanos somos seres inteligentes que apoyamos proyectos, no siglas. Y el PP de Castilla-La Mancha, por estructura, historia y poder municipal, tiene la posibilidad real de ser esa voz alternativa al regionalismo rancio de autobús y bocadillo que algunos siguen defendiendo como ejemplo de política de cercanía. Política de casquería, más bien.
Así que proyecto, proyecto y proyecto: esa es la clave para cualquier partido que quiera convencer a los ciudadanos de 2019. Los nombres son importantes, pero más para el reducido y viciado círculo de políticos y periodistas que para los ciudadanos. Y estos últimos son los que votan. Los cantos de sirena no ganan escaños y, además, alguna de esas voces van deambulando por oídos diversos, afinando lo mismo y lo contrario según la ocasión. Pero los influencers de verdad están en otros sitios, Vicente, madrugando, abriendo empresas, poniendo cafés, sembrando, poniendo ladrillos… esperando que haya alguien que se decida a tomárselos en serio y a no tratarlos como niños.