El primer encontronazo con Molina obligó a Page a reaccionar de forma enérgica
El jueves por la tarde el gobierno de Castilla-La Mancha, y más concretamente el entorno del presidente, Emiliano García-Page, vivió un episodio que puso a todos de los nervios y que a punto estuvo de convertirse en una crisis institucional que hubiera dado al traste con el flamante pacto del PSOE y Podemos para gobernar en Castilla-La Mancha. El vicepresidente segundo y secretario regional de Podemos, José García Molina, decidió, siguiendo directrices de Madrid, entrevistarse con el también vicepresidente de la Generalitat de Cataluña, Oriol Junqueras. Molina quiso hacerlo en nombre del gobierno de Page y, en contra de lo que suele ser habitual, ordenó que se enviara un preaviso de convocatoria a diferentes medios de comunicación de Castilla-La Mancha, entre ellos a EL DIGITAL CLM. En dicha nota se expresaba claramente que la reunión era entre vicepresidentes y que el objetivo era "poner de manifiesto la voluntad de ambos gobiernos en la defensa de la democracia y las libertades".
La voluntad “de ambos gobiernos”. Es decir, la voluntad de Page de trasladar a los protagonistas del referéndum ilegal de Cataluña la defensa de “la democracia y las libertades”. Cuando en Presidencia detectaron la nota, y sobre todo a raíz del momento en que este periódico tituló de forma destacada que Molina se iba a entrevistar con Junqueras en nombre del Gobierno de Page, pusieron en marcha el mecanismo necesario para impedir que Podemos difundiera que Molina se iba a reunir con Junqueras representando al Gobierno de Catilla-La Mancha. De hecho, en las previsiones del Ejecutivo no incluyeron esta visita del vicepresidente segundo, a pesar de que Molina se empeñó en lo contrario, y desde la Junta trataron de dejar absolutamente claro que iba a Barcelona como secretario regional de Podemos y en ningún caso como representante de Page.
Pese a las aclaraciones y al enérgico trabajo del entorno de Page para aclarar la situación, la noticia corrió como la pólvora y levantó ampollas entre los castellanos-manchegos. Todo el mundo era consciente de que a Junqueras la figura del secretario regional de Podemos de Castilla-La Mancha no le importa absolutamente nada y que lo que buscaba era la foto con el homólogo de un gobierno autónomo que estuviera dispuesto a defender el referéndum, aunque en el caso de Molina lo haga matizando que debe tener garantías jurídicas y legales. El titular de El Periódico de Cataluña resumía perfectamente la situación: “Junqueras se reúne el viernes con el vicepresidente de Castilla La Mancha”. Ese era el mensaje que se buscaba desde Cataluña y desde la dirección nacional de Podemos.
Lo más probable es que García Molina asumiera el compromiso impuesto por su partido de reunirse con Junqueras sin tener en cuenta las consecuencias para el Gobierno regional en el que ostenta una de las vicepresidencias. No es que no fuera consciente del daño que podía hacer a García-Page sino que ha puesto los intereses de su partido por encima de los intereses del Ejecutivo castellano-manchego.
En el entorno de Page, donde el malestar era supino en la tarde del jueves, han tratado de quitarle hierro el asunto para no perjudicar el pacto de gobierno, pero la realidad es que situaciones como ésta son las que pueden llevar a la ruptura en cualquier momento. A García Molina, que no apareció el jueves por el pleno de las Cortes en el que se debatieron asuntos importantes como el del arranque del curso escolar, le deben gustar más estos asuntos de ámbito nacional cuya trascendencia puede acarrearle serios disgustos al más pintado. Por ejemplo a Page.