Si este país no estuviera tan ranciamente envilecido, al Sr. Feijóo habría que apartarle de la dirección de la derecha. Ha expresado que prefiere la Francia en descomposición por el asunto de las pensiones que la España de consenso por el mismo asunto de las pensiones. Como es habitual, la derecha opinadora silencia y se hace cómplice, mientras la izquierda no hace sangre con el dislate para no ser acusada de autocrática. Se equivocaron con Casado, ¿habrán descubierto que también se equivocaron con Feijóo? Pero no es de esto de lo que quiero escribir, sino del Sr. Tamames y su instrumentalización. Vox ha encontrado el pretexto necesario para mostrar el exhibicionismo de su líder, aprovechando el exhibicionismo decadente del propio Sr. Tamames. Este, a su vez, ha tenido la ocasión de demostrar la degradación a la que se puede llegar por muy catedrático que se haya sido. Para el PP, en cambio, ha servido para publicar abiertamente que si tiene la más mínima posibilidad de llegar al gobierno con Vox no lo dudará ni un minuto. Por eso han justificado su abstención en el respeto al Sr. Tamames. Estúpida excusa. Su presencia en el Parlamento ha servido para descubrir que la sociedad no sabe cómo tratar a los mayores. O se les aplica una condescendencia miserable o una piedad insultante. Es como si se tratara con niños. O se les habla como tontos o como memos.
La intervención del Sr. Tamames en el Congreso de los Diputados nos ha descubierto que algunos protagonistas de la Transición han perdido el futuro, dicho de forma suave. Tamames, Dragó, Leguina, González, Corcuera, Sabater y otros menos famosos, están demostrando que apenas se han enterado de que España cambia. ¿Para bien, para mal? Dependerá de la posición intelectual, profesional y económica de cada cual. El Sr. Tamames ha sido el pretexto para constatar que, más de los que parecen, viven en un pasado imaginario, que a toda costa quieren recuperar. La patética referencia del Sr. Tamames a Isabel, la católica, a propósito del feminismo, nos ha señalado las distancias que aún existen entre un presente más equilibrado y un pasado de desigualdades de género, sexo o raza.
Ha servido al Gobierno para enumerar su gestión, cuando pocos creían en ella. En estos años de gobierno estable se ha demostrado que a España le puede ir bien con un gobierno de izquierdas con apoyos de partidos nacionalistas. Heterodoxia pecaminosa. Pues quiebra varias de las teorías de los más recalcitrantes politólogos y asimilados, sean de derechas o de izquierdas. En un entorno irracionalmente hostil, en España se han aprobado cada año los Presupuestos Generales del Estado con la seguridad jurídica y económica que ese marco aporta. Se han aprobado leyes como la de la eutanasia, el consentimiento, la subida del salario mínimo, la resistencia del sistema de pensiones, el incremento del personal de las administraciones públicas, la estabilidad de los investigadores, los derechos de grupos minoritarios y un protagonismo europeo desconocido desde los tiempos de Felipe González. Nunca, en años anteriores, con cualquier tipo de gobierno, se había hecho tanto con tantos posicionamientos a la contra. O con tantos problemas imprevistos. Y hasta va a servir para que dentro de la izquierda, más allá de la izquierda socialdemócrata, se despeje el panorama que hasta ahora ha estado enturbiando la imagen del gobierno. La intervención de Yolanda Díaz va a permitir saber si es posible un nuevo gobierno de progreso en España o se vuelve a una contrarreforma brutal.
La derecha, después de Trump, ha aprendido que no se debe desaprovechar ninguna oportunidad de defender los intereses de los más pudientes. Las Comunidades Autónomas, gobernadas por el PP, han recurrido en los Tribunales el impuesto a las grandes fortunas.