En la película Johnny Guitar, la actriz Mercedes Mc Cambridge, que interpreta a Enma, la opositora a Viena, en uno de los momentos de máxima tensión grita con un odio que procede del fondo de la tierra "¡Matadlos, matadlos a todos!". La película, aparte de la historia de amor entre el antiguo pistolero Johnny y Viena, cuenta la oposición frontal de los ganaderos a la llegada del tren que traerá miles de desarrapados colonos con sus niños mugrosos, sus gallinas y sus casas cercadas. Nada más contrario a las grandes extensiones que necesitan los ganaderos, entre los que se encuentra la vociferante Enma. Bueno, pero esto es cine, o sea ficción. La realidad, sin embargo, es que en estos días también una mujer ha escrito el mismo grito de odio: matadlos.
La Sra. Ayuso no es una actriz ni estaba rodando una película cuando envió el siguiente mensaje en la Asamblea de Madrid: “Hoy la izquierda está acabada… Matadlos”. La Sra. Ayuso es la presidenta de la Comunidad de Madrid en representación del PP. El mensaje, (según explicación posterior parece ser que es el habla habitual entre la gente de la derecha), que llega a los diputados se produce después de una sentencia judicial que ha exculpado a su hermano de tráfico de influencias en el dudoso caso de las mascarillas en plena oleada de Covid. Hay intereses y afectos familiares por medio. Tras el triunfo, pide matar al adversario. Algo tradicional en la tortuosa Historia de España. La reacción de los diputados no se hace esperar: aplausos, brazos con bíceps abultados, soldados a la orden. Es el sentido de la democracia de la derecha española en los últimos siglos en los que repúblicas (dos) y periodos democráticos se frustraron por el dominio intensivo de periodos dictatoriales y persecuciones al discrepante. Al adversario no se le tolera, se le mata.
Nos equivocaríamos si, como algunos pretenden, se tomarán las palabras de la Sra. Ayuso como una metáfora o la trivialidad de una charla entre amigos. Ese deseo es una tradición no olvidada de la derecha española de la que la constancia más reciente la tuvimos en la guerra civil, tras el triunfo del golpe de Estado. Reproducimos lo que dijo el general Mola en una reunión de alcaldes en Pamplona, tras el pronunciamiento militar: “Hay que sembrar el terror… hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”. Cita extraída del libro de Paul Preston “Un pueblo traicionado”. Sería un error dejar pasar al mensaje de la Sra. Ayuso como si fuera nada. Es la expresión, escrita en un WhatsApp, de un deseo repetido en el tiempo, no una metáfora. Entre una metáfora y la realidad, la separación es tan delgada que se puede asesinar a García Lorca por envidias personales o profesionales, por ser un intelectual brillante a lo que se añadiría su condición sexual. Tras el asesinato de la poesía y la inteligencia se podía justificar cualquier crimen contra cualquier vecino por rencores atávicos, la muerte del propietario de un terreno por que era apetecido por alguien, el asesinato en las cunetas y las tapias de los cementerios por venganzas menores o cuitas pequeñas. Por ser de izquierdas, por ser republicanos, por ser rojos.
Curiosamente, quienes saltaron de la metáfora a la realidad son los que se oponen a que se descubran las fosas olvidadas, quienes ven en las leyes de recuperación del pasado un atentado contra la convivencia. Se supone que hablan de la convivencia de los muertos.