¡Lo politizan todo! Ahora, aparece este, y escribe que el POM (Plan de Ordenación Municipal) debe ser de izquierdas. Lo que nos faltaba es que la política se meta en el urbanismo, cuando lo que se necesita es construir viviendas. Hasta aquí la hipotética reflexión de un personaje inexistente.
Aunque, contra lo que afirma nuestro personaje, nada tiene más significado político en los ayuntamientos y municipios de España que la planificación urbana. Y sí, puede ser de izquierdas o de derechas como se organicen los barrios y se configuren las ciudades. Y no, los planes de urbanismo no son para calificar terrenos y enumerar la cantidad de viviendas que se van a construir. Los planes son para configurar el modelo de ciudad. La amplitud de las calles, sus dimensiones, los centímetros de las aceras, la movilidad interior no serán iguales si lo diseñan gentes de derechas o gentes progresistas.
No existe asepsia en el urbanismo. Las ciudades son el resultado de decisiones políticas. Del urbanismo y del uso del suelo se han nutrido todos los políticos y funcionarios corruptos y no corruptos, los especuladores oportunistas, los constructores avispados y cuantos merodean en el selvático universo de la construcción y la planificación urbana. Imaginen la dimensión del asunto.
En Toledo se ha anunciado la confección de un nuevo POM, tras años de inhabilitación judicial del anterior. El POM anulado se hizo deprisa y corriendo y con unos números distorsionados. La alcaldesa ha afirmado que el próximo POM debe reflejar el proyecto de ciudad. Y, puesto que el gobierno mayoritario es de izquierdas, lo natural es que también lo sean los principios, valores y decisiones que puedan condicionar el futuro de la ciudad. El plan debe atender a la rehabilitación de viviendas y tramas urbanas para reequilibrar los barrios ya existentes. La ciudad es como es en la actualidad, compleja inmanejable e insostenible, por decisiones políticas anteriores.
El planeamiento urbano se convirtió, en muchos casos, en un instrumento para enriquecer a unos cuantos y no para organizar ciudades armónicas, equilibradas y con mayor calidad de vida. Eran los principios dominantes de una época en la que la construcción sin control se convirtió en motor de la economía. Ahora, ante las perspectivas de un cambio climático inexorable y de una crisis energética que perdurará, es necesario aplicar ideas y rediseñar barrios y ciudades más flexibles, más verdes y con movilidades distintas. Lo cual implica que la concepción del verde y la renaturalizacion de las ciudades deben dejar de entenderse como un adorno para transformarse en un elemento estructural de la ciudad.
Un POM de izquierdas tiene que ser el resultado de un proceso debatido de escucha y dialogo. Sobre esa base participativa, el documento técnico y su concreción deben orientarse hacia la mejora de la que ya se tiene para transformar los barrios en unidades eficientes y autosuficientes. La construcción de nuevas viviendas debiera considerarse un apartado secundario. La creación de barrios a salto de mata o en función de las presiones de amigos o enemigos no puede ser modelo a seguir.
El control de la oferta de viviendas por los detentadores del suelo, los ingresos que suponían y bastante frivolidad dio lugar a la actual ciudad dispersa. Se crearon espacios aislados entre sí, cuyo acceso impone el uso obligatorio del automóvil. En una planificación de izquierdas habrá que ir corrigiendo y minimizando errores del pasado y apostar por un urbanismo a favor del ciudadano y no de intereses particulares. Eso significa considerar el suelo existente como un bien escaso y no utilizarlo como un producto consumible y desechable. La confección de un nuevo POM es la mejor oportunidad para definir la ciudad en la que nos gustaría vivir.