Entre Noez y Casasbuenas se ha desatado una tormenta de garrotazos a costa de la futura instalación de una planta de generación de biogás a base de residuos orgánicos. Noez, que es el término en que se emplazará la planta, defiende todas las ventajas que traerá para el municipio: producción limpia y ecológica de una fuente de energía de las que tan necesitados andamos, puestos de trabajo para el municipio, reciclado de residuos… en fin, la cara buena y amable del negocio. Para Casasbuenas todo son pegas e inconvenientes y el primero es que la planta se instalará mucho más cerca de su casco urbano que el de sus vecinos y no gozarán según su respetable opinión de ninguna de sus ventajas: contaminación de acuíferos, desastre medioambiental, molestias de olores a los vecinos y el Ayuntamiento propio y los vecinos sin beneficiarse de ninguna de las ventajas. En fin, nada nuevo bajo el sol cuando de vecinos se trata. No hay manera de que la mirada sobre el problema sea la misma, aunque uno piense que en absoluto la realidad pueda ser tan antagónica como la presentan las dos partes.
Para uno está muy claro que cuando se da un caso como este, los límites de los términos municipales no pueden ser usados como una frontera al uso, ni las normas municipales sobre instalaciones de cualquier tipo pueden ser usadas exclusivamente por uno de los Ayuntamientos como si de una institución plenamente soberana se tratara ejerciendo el poder. La cosa no puede no debe ser así, y de hecho no es. Por encima de los Ayuntamientos, afortunadamente existen otros órganos de decisión que no dejan asuntos tan importantes en manos de los teóricos sujetos de la supuesta soberanía.
Pero desgraciadamente, cuando se invoca el bien común, el interés general o el nacional, los aires no corren a su favor. En la España del todo por diecisiete es muy difícil que un proyecto que afecte a varias comunidades a la vez, y sobre todo afecte al bolsillo, salga adelante. La España invertebrada es una realidad que se ha impuesto en el imaginario de la mayoría de los españoles y ese es el mayor triunfo que la ideología nacionalista ha conseguido en estos cuarenta años de democracia. Es imposible un plan hidrológico nacional coherente, como es imposible articular a todos los territorios españoles bajo el mandato constitucional.
Por eso, no le extraña a uno que en cuanto existe cualquier proyecto en el que se vean afectadas un par de comunidades, las probabilidades de que salga adelante serán muy escasas y ese es el espíritu que se ha trasladado en enfrentamientos como el de los dos pueblos toledanos con algo que repartir por medio. Ni ecologismo, ni defensa patrimonial ni todos esos argumentos que aparecen en cuanto que hay dos españoles por medio: garrotes, entierro a media pierna y garrotazo que crió.